Además de que esta “cuarentena” (al día de hoy 19 de junio van 91 días de encierro que ha sido una mezcla de falta de disciplina y medidas inconexas) ha sido ruinosa y ha afectado a muchos de manera física y psicológica, muchos “expertos” hablan ya de la “nueva normalidad”.
Esta “nueva normalidad” consiste en vivir a dos metros de distancia unos de otros (en algunos lugares apenas un metro), saludarnos con un codazo, enviar besos por el aire, abrazarnos virtualmente, relacionarnos con nuestros seres queridos por el intermedio de una cámara y un micrófono conectados desde un computador o un teléfono celular, ¿a usted le parece eso normal?
La "nueva normalidad" es andar por la calle con un tapabocas (recirculando nuestro propio aliento infinitamente), con unos guantes plásticos, algunos con unas caretas o vestidos de pies a cabeza con trajes de protección y, si sigue esta “nueva normalidad”, en un futuro metidos cada uno en una burbuja de plástico con sistema de autopropulsión y encerrados en las casas conectados con los demás gracias a la realidad virtual (véanse la película Ready Player One de Steven Spielberg). En fin, para los coronavirussociologos, la “nueva normalidad”.
Realmente nada de esto es normal, ninguna limitación del contacto físico, de las relaciones sanas; desde el compartir con los amigos cara a cara o de dejar que los niños jueguen en los patios de los colegios. Tampoco no es normal impedir que los jóvenes se reúnan a bailar un rato o que se vaya la familia a pasear a un parque, no tiene un sentido lógico limitar el derecho a que se pueda disfrutar de un almuerzo en un restaurante en familia. En fin, no tiene nada de “normal” impedir que los seres humanos interactúen unos con otros.
Esa “nueva normalidad” es un total absurdo. Lo único cierto es que este “coronavirus 2019” es una pandemia que no parece pandemia, es una señal del apocalipsis que no parece ni de lejos un jinete del mismo, es una feria que ha beneficiado económicamente a los fabricantes de gel antibacterial, alcohol, mascarillas, trajes de protección, supermercados y almacenes de cadena (compras nerviosas), entre otros, y que está arruinando o ha arruinado a colegios e instituciones educativas de pequeño tamaño, que ha provocado el cierre definitivo de muchos pequeños negocios o emprendimientos, que ha provocado la miseria de muchos independientes y que está creando una dependencia perniciosa de las personas del inefable papá Estado.
No hay “una nueva normalidad” lo que hay es un estado de crisis que está generando suspicacia, temor, angustia y desesperación. Lo que existe desde hace más de cinco meses es una proliferación de fake news, de teorías de la conspiración, de medios que viven día y noche provocando alarma y miedo entre la gente, de mentiras, medias verdades y de un total escepticismo respecto a lo que es en realidad este famoso virus que nos tiene confinados y limitados en la simple libertad que consiste en salir a caminar sin rumbo por la ciudad o a disfrutar del solaz que brinda una tarde contemplando la nada en cualquier parque o reserva natural que hay a nuestro alrededor.
La “nueva normalidad” implica un porcentaje muy alto de personas condenadas a la pobreza, de empresas pequeñas y medianas cerradas definitivamente, de un miedo total al contacto físico con nuestros semejantes, de niños traumatizados por creer que acercarse a un(a) compañerito(a) del colegio los va a conducir a “una muerte horrible”.
Pero, en el fondo y sinceramente, en Bogotá, desde que se implementaron las medidas de “confinamiento”, lo único nuevo de esa normalidad ha sido una indisciplina total. Entre un absurdo “pico y género”, gente saltándose las medidas a la torera, uso inadecuado del “bozal” (el tapabocas), gente saliendo sin ton ni son, jóvenes rumbeando como si nada, sobrecostos de productos de la canasta básica, la verdad es que este “confinamiento” y estos 91 días de “cuarentena” (¿o noventa y un tena?) han sido un gran homenaje a una pandemia absurda, a un apocalipsis ridículo y a una tragedia que no se medirá por número de muertes sino por la miseria económica y el descontento social del que muchos politiqueros ya comienzan a hacer uso para sus oscuros fines proselitistas y para tratar de imponernos alguna oscura agenda ideológica.
En fin, en esta tragedia humana, que luego fue drama y que, al culminar, es una comedia de mal gusto, no hubo un aprendizaje real; no salimos más fortalecidos moralmente, no aprendimos a ser disciplinados, no mejoramos nuestra relación con los demás y, tristemente, ahora nos vienen con uno de esos neologismos orwellianos al usar la neo lengua y decretar “la nueva normalidad”.