La nostalgia de Steven Mackenzie

La nostalgia de Steven Mackenzie

Un gitano que se radicó en Taganga

Por: Óscar Saúl Argüelles Díaz
marzo 02, 2015
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La nostalgia de Steven Mackenzie

Hasta aquí llega el camino, me detengo, soy un ciudadano del mundo, mi nombre es Steven Mackenzie, tengo 52 años y desde hace treinta años estoy viajando. Comencé a los veintidós años cuando estaba de moda el hipismo y la contracultura, desde entonces he recorrido muchos países, ciudades, condados, pueblos, veredas, océanos, mares y ríos, para finalmente concluir que ya estoy cansado y un poco viejo para andar de trotamundos.

Mis primeros viajes fueron a California en Estados Unidos, anduve por mucho tiempo en ese país en diferentes ciudades como Oregón, Nueva York, Nueva Orleans, Miami, Charleston, los Ángeles, Boston, San Francisco y Philadelfia; en esa época todos fumaban marihuana y hablaban de paz y amor, fue una época tremenda, me sentía a gusto con mi vida y en armonía con el resto de la sociedad, diferente a esta época de ahora, pero eso es otra historia que después les contaré.

Tiempo después como a mediados de los años setentas decidí conocer a la mística nación de la India como muchos en ese entonces, lo cual fue un error grave porque llegado a ese país tuve un inconveniente con las autoridades cuando estaba en Bombay.

Allí había un problema entre religiones, los musulmanes se enfrentaban con los hinduistas por la región de Cachemira, me encontraba en un círculo fumando hachís Charas con un grupo de hindúes cerca de un barrio musulmán lo que ocasionó un enfrentamiento entre estos dos grupos, murieron cinco musulmanes y tres hindúes, el incidente fue duramente criticado por la prensa árabe y debido a la presión de los medios fui capturado y sindicado de fomentar e incitar a la violencia, fui condenado a dos años de reclusión y me enviaron a una prisión muy antigua en Bombay llamada la Abari dabey (La Cocina del Infierno).

El trato en esa prisión no fue malo pero tampoco fue el mejor, no por que tuvieran algo en contra de mí, sino por las malas condiciones que ahí se sufrían por la carencia de políticas públicas para un trato digno en la prisión, recuerdo que una vez se murió un compañero de celda por no haber tenido asistencia médica.

Cuando terminé de cumplir mi pena abandoné la India de inmediato para seguir mi camino hacia Nepal, me uní a un grupo de científicos escandinavos que iban en esa ruta a realizar un informe sobre el deshielo de los nevados en el Himalaya, rápidamente hice buena amistad con ellos y me invitaron a que los acompañara en las investigaciones que tenían pensado hacer después en Paquistán, oferta que tuve que rechazar muy diplomáticamente por que pretendía quedarme un buen tiempo en Nepal, en un monasterio de monjes budistas a buscar calma y paz interior, expandir la conciencia y a realizar desdoblamientos de mi espíritu. No sé si logré esas travesías de la metafísica, pero la verdad fue que la pasé muy bien durante los tres años que estuve en ese sitio.

De Nepal marché hacia la China en la cual tuve la grata experiencia de tener una amante, se trataba de Chian See Lee, una muchacha muy linda en su forma y en sus formas, era ella de Pekín pero vivía en Shanghái por razones de estudio, era estudiante de Historia en la universidad de Shanghái y con ella toqué el cielo con las manos, era una belleza asiática muy perspicaz e inteligente. Pero mi camino tenía que seguir, así que no duré mucho tiempo en ese país, solamente un año.

Me aterrorizaba la idea de convertirme en una persona con una relación de pareja estable y todas esas cosas que implican a los cónyuges, así que decidí marchar para Nueva Zelanda en donde monté una tienda de artesanías en el balneario de Buchanans Beach a las afueras de Sunderce, mi pequeño negocio no daba grandes ganancias pero si lo suficiente para poder vivir relativamente bien.

Nueva Zelanda es un país tranquilo, no se ven los conflictos sociales que percibí en otros sitios del mundo y esto le ha generado la fama de ser un país aburrido pero realmente esto no me pareció ser cierto, además puedo decir que los mejores momentos de mi vida los viví allá.

Mi siguiente destino fue Australia, llegué a Camberra y me vinculé con una O.N.G., trabajamos con las comunidades aborígenes de Australia por todo el territorio australiano en programas de intercambio y preservación del patrimonio cultural aborigen de la nación, este proyecto se impulsó en otros continentes y viajé con un grupo de treinta estudiantes de Antropología, Sociología y Medicina al Amazonas en Brasil, fue algo estupendo regresar a América después de tanto tiempo pues así estuviera lejos de casa me sentía mucho más identificado.

Entre viajes y estancias ya había pasado largo tiempo teniendo en cuenta que había partido a la India en el setenta seis (1976) y era ya mil novecientos ochenta y seis (1986), habían pasado diez años en un abrir y cerrar de ojos sin darme cuenta que me había convertido en ciudadano del mundo, en una especie de gitano, me comenzaba a angustiar y a tener crisis existenciales. Todo había cambiado, las ideas, los pensamientos, las vestimentas, ahora lo importante para las personas era el dinero, el maldito dinero, pero me reconfortaba la idea de poder asumir nuevas luchas, nuevos proyectos así que me di a la tarea de apoyar la causa de un activista brasileño llamado Plinio Buarque en la defensa de la selva. Esto me costó muchas persecuciones por parte de las autoridades, los terratenientes, las multinacionales y hasta de la CIA.

Sin embargo nunca desistimos de la causa y logramos vencer parcialmente porque logramos convencer a la población de Manaos sobre la importancia de esta lucha y dichas personas nos brindaron todo su apoyo para resistir contra esos poderosos enemigos. De esta manera conseguimos tal resistencia en contra de la tala de árboles y otras medidas enemigas del ambiente, que logramos que se aprobara en el Parlamento de Brasil una Ley de Protección al Amazonas y sus recursos naturales. Esta fue una gran victoria política, social y moral, no obstante tiempo después mediante otros medios estos enemigos volverían a atacar, pero ya había un imaginario, un precedente y las cosas jamás volverían a ser iguales.

Esta lucha le costó la vida a mi amigo Plinio Buarque y otras muchas personas más, quienes fueron las víctimas que siempre han existido o como le dirían otros, los “mártires” para que se pudiera cambiar algo.
No entiendo esta conducta humana, pero parece ser que los héroes no son dueños de su destino.

Había llegado mi hora de partir, después de cinco años en Manaos sentía la necesidad de seguir mi camino y me dispuse irme a Colombia, de este país no tenía muy buenas referencias pero precisamente por eso fue que llamó mi atención, así que llegué a la magnífica Costa Norte de Colombia cuna del escritor premio Nobel Gabriel García Márquez. Desde que llegué a la hermosa ciudad de Santa Marta no dejé de asombrarme todo el tiempo de la majestuosa bahía que se avecinaba en sus pies, de inmediato me trasladé al pequeño poblado de Taganga paraíso del Caribe y desde aquí escribo este resumen en forma de relato de la historia de mi vida.

Me acompañan mis cigarrillos de la risa, una buena taza de tinto, brisa y un inclemente sol que me recuerda que aún estoy vivo.

Atte, mr. Mackenzie

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