La noche en la que Vargas Lleras se la montó a Claudia Gurisatti

La noche en la que Vargas Lleras se la montó a Claudia Gurisatti

Crónica de un debate aburrido en el que ningún candidato brilló. El mal genio de Vargas y sus reclamos a la directora de Noticias RCN por el formato fue lo sobresaliente

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abril 20, 2018
La noche en la que Vargas Lleras se la montó a Claudia Gurisatti

"Voy a votar por Petro pero no lo puedo decir muy duro, acá todos son muy Uribistas", susurró la cajera del Café OMA, localizado en la entrada principal del canal RCN. No quería que la oyeran. Mientras servía cafés y churros de queso esperaba ver en persona a su ídolo político. Quería tomarse una selfie y hasta "saber a qué le huele el pelo".

La primera en llegar, a las cinco de la tarde, fue Viviane Morales, secundada por su esposo Carlos Alonso Lucio, y el último el esperado candidato de la cajera. Petro venía de celebrar su cumpleaños 58.

Antes pasaron por el largo pasillo, en su orden, Humberto de La Calle, quien nunca determinó a Clara López, su fórmula vicepresidencial; Iván Duque, secundado por un staff que superaba largamente la docena de ayudantes y en donde se destacaba, como una reina de ajedrez, elegante e imperial, Martha Lucía Ramírez; Sergio Fajardo, vigilado desde la distancia por la siempre inquieta e intimidante Claudia López, y la inesperada estrella de la noche, pero no exactamente por el debate, Germán Vargas Lleras. Sus asesores lo siguen con obediencia sumisa. Gustavo Petro llegó tres minutos antes de que empezara la transmisión. Su fan de Oma quedó frustrada. Petro llegó a lo suyo, deambuló sin mirar a nadie, con una sonrisa helada y el paso cansado del que ya no soporta un solo debate más.

El más fresco parecía ser Vargas Lleras. Estaba consciente de que el formato planteado por el canal RCN no iba a funcionar ni siquiera con la gracia eterna de Claudia Gurisatti. A los cinco minutos el ex vicepresidente empezó a impacientarse. Aprovechaba cualquier descuido de la cámara para increpar con gestos a Gurisatti. El público, al que se le había advertido previamente que no podía participar con abucheos, aplausos o cualquier tipo de reacción, entró en el sopor al que nos condenó el debate más aburrido de los cinco de la campaña presidencial.

Gurisatti, vestida de un blanco brillante enseñó su mejor sonrisa para estimular unos ánimos que siempre estuvieron bajitos. Sin ganas, con el cansancio de una campaña que empieza a hacerse eterna, los candidatos fingieron frescura para contestar las larguísimas y a veces incongruentes preguntas a los que eran sometidos. En el primer corte a comerciales empezó la diversión.

Vargas Lleras se levantó de su asiento y buscó a Claudia Gurisatti. Se quejó, primero, de que no había tenido el derecho a la réplica. El ex vice manoteó y se nos vino a la mente, casi que inconscientemente, el coscorrón que hace dos años le propinó a su guardaespaldas y que se convirtió, según especialistas, en un golpe mortal a su popularidad. Duque intentaba escuchar a alguno de sus catorce acompañantes.

 

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El exministro y exvicepresidente estuvo inquieto todo el debate. Los reclamos eran constantes a la Gurisatti , que no logró contener al candidato. Foto// Julián Gabriel Parra De Moya

Por primera vez aparecía en público Lucrecia Ramírez, la esposa de Sergio Fajardo, quien parecía protegerlo mientras su fórmula vicepresidencial Claudia López no disimulaba su tono imperativo.

De la Calle le confiaba su debate a dos consejeros extremadamente jóvenes y a la distancia era seguido por una solitaria, casi que abandonada Clara López.

Petro, aturdido, pensando quizás en la fiesta de cumpleaños que le celebraban a esa hora sus seguidores en el Parque Lourdes, recibía indicaciones en su esquina, como boxeador acorralado, de Hollman Morris.

A Vargas Lleras le notaba la cancha de sus tres décadas de exposición en arena pública y en la televisión.

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En el segundo bloque la exasperante metodología que determinaba el ritmo de un debate que se vestía de foro institucional, sorteando digitalmente las preguntas, con órdenes establecidos para responder y sin tener en cuenta si los cuestionamientos eran pertinentes para la discusión, sacó de casillas a todos. Con diplomacia el auditorio cuchicheaba aturdido. Con el rabillo del ojo vi el Whatsapp. En televisión se evidenciaba todavía más el desastre, el aburrimiento. En las tendencias de Twitter el debate apenas ocupaba el tercer lugar. Los periodistas, agolpados en una tribuna llena a reventar, esperábamos con ansias el segundo corte a comerciales. Y apenas ocurrió, Vargas Lleras, sin excusarse, salió al baño. Gurisatti trataba de mantener la calma, pero todo el tiempo avisaba por su intercomunicador que tenían que estar pendiente del candidato de Cambio Radical. “Tiene exactamente cinco minutos para regresar”.

A Petro lo maquillaba su asesora y les concedía a sus fans –también los tiene en RCN- un par de selfies. El recién elegido senador Antanas Mockus se decidió a bajar al escenario a conversar un rato con un tranquilo Fajardo y Carlos Antonio Lucio sacaba a un lado a su esposa Viviane Morales y le hablaba casi que al oído. Faltaba un minuto y Vargas no regresaba. En los altoparlantes nos ordenaron regresar a nuestros asientos. Gurisatti preguntaba qué pasaba y nadie le respondía. Faltando quince segundos Vargas Lleras se sentaba tranquilamente en su puesto, al centro del debate.

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La molestia era evidente. Se levantaba, sonreía irónico cuando la cámara no lo enfocaba. Mientras Fajardo se despachaba su cuarto café en la noche y Viviane, juiciosa, tomaba apuntes. A Vargas la sonrisa le partía la cara. Poco usó el lapicero y cada vez que podía se ponía de pie. A veces compartía una broma con Petro.

En la tercera pausa de la noche, Vargas no dudó en encarar de nuevo a Gurisatti. “Esto es un desastre, el formato no funciona, esto se volvió súper soso, aburrido, demasiado inteligente y confuso”. La directora de Noticias RCN intentaba desviar la conversación, preguntarle otras cosas, pero éste, en seco, se volteó y la dejó plantada. Vargas volvió a su asiento, habló un rato con De la Calle, quien parecía estar de acuerdo con sus quejas y luego, como quien no tiene nada más que hacer, empezó a hacerle bromas a Petro, quien posaba con un grupo de muchachos que le habían pedido en masa una foto. “¿Gustavo, éstos son tus hijos?”. Hasta Petro soltó la carcajada.
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El quinto bloque consistió en una pregunta del público que bostezaba sin ambagues y veía impaciente el reloj. El debate se había extendido por casi tres horas. Después de la intervención de Duque, aplomado, juicioso, perfectamente entrenado para mirar a la cámara sin titubeo alguno, se cerró el primer gran debate presidencial.

Los periodistas, en bloque, acuciosos buscaron a Vargas para arrancarle alguna declaración oficial. Éste, cáustico, de lo único que se quejó oficialmente fue del tiempo: “en televisión es muy corto para poder exponer mis propuestas”. Gurisatti, mientras tanto, era abordada por un grupo de empresarios de Fenalco que querían una foto.

Vargas abandonó primero el recinto. Petro atendía admiradores y Duque intentaba pasar infructuosamente a una nube de personas que lo detuvieron por lo menos, media hora después de finalizado el debate. Afuera, De La Calle posaba para los flashes de los fotógrafos que lo encandilaban como una vieja estrella de rock y Clara López a unos veinte metros de él, esperaba solitaria en una esquina. El único que se le acercó fue el asesor de la Presidencia de RCN Paulo Laserna Phillips para saludarla con un abrazo.

Un debate largo y soso que no dejó ganadores y que seguramente a ninguno le va a ayudar en las encuestas.

 

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