Hace años, cerca de Sol, en uno de esos bares que abren hasta el amanecer Camilo José Cela me invitó a una cena donde habló en honor del Príncipe de Asturias y el poeta Pere Gimferrer.
Todo el Madrid monárquico estaba allí aquella bien entrada primavera del 93. Y también parte del Madrid que no era monárquico ni republicano ni nada. Luis María Ansón, José María Aznar, José María Alvarez del Manzano, Jaime Campmany, Mario Conde, Rafael Conte, Torcuato Fernandez Miranda, Fernando Lázaro Carreter, Luis Racionero, etc., unos y otros a la espera de ver y saludar a S.A.R. el Príncipe de Asturias.
A los discursos, el hijo de Don Juan Carlos dijo que se le había concedido a Pere Gimferrer el premio Mariano de Cavia pues era uno de los más jóvenes miembros de la Real Academia Española, por ser un gran poeta español y catalán, “un agudo y sensible crítico de arte y literatura, y un caso excepcional de infatigable anticipación, de inspiración que nunca se apaga”. Gimferrer, que tenía unos cuarenta y ocho años, publicó su primer libro de versos cuando no pasaba de los veinte y desde entonces no ha dejado de recibir premios: Nacional de Poesía en dos ocasiones, Gertrude Stein, Josep Carner, Lletra d´Or, Ramón Llull, Generalitat, Serra d´Or, Joan Crexells, Ciudad de Barcelona, Internacional de Ensayo, Nacional de Traducción, Crítica de Narrativa Catalana, Llave de Barcelona, Crítica de la Poesía Catalana, Cavall Verd, Paz de Sarajevo, Nacional de Literatura Catalana, Nacional de las Letras Españolas, Anagrama, Reina Sofía, Octavio Paz, Terenxi Moix, Creu de Sant Jordi, Paquirro de El Mundo, etc.
Fue elegido a la academia para ocupar el sillón vacante de Vicente Aleixandre. Ahora recibía el Cavia por un artículo publicado en ABC, titulado “Destino, expresión, belleza” que comienza con estas palabras ciertamente “agudas, sensibles, anticipadas e iluminadas” como quiso ver a Gimferrer el joven heredero:
“¿A qué aspira un poeta? A dos cosas, fundamentalmente: a expresarse y a crear belleza mediante la palabra”.
Gimferrer hizo un largo discurso de agradecimientos. Alto, calvo y melenudo, con una pajarita trastocada, entre los altos candelabros y con la mirada fija de Don Felipe de Borbón y don Guillermo Luca de Tena sobre sus hojas y por qué no sobre sus labios mismos, Don Pere resumió en dos párrafos todo lo que significaba para él ese premio y el honor de recibirlo de manos de Su Alteza Real:
“Señor:
Gratitud ante todo es la palabra que en la presente ocasión acude a mi ánimo, y no meramente gratitud personal, sino gratitud de más vasto ámbito. Pues si es ya honra suma la presencia de Vuestra Alteza esta noche aquí, me es imperativo recordar también que, no siendo yo ni el primer escritor catalán de nacimiento ni tampoco el primer escritor con obra en lengua castellana en quien recae el premio, si me habrá tocado en suerte ser el primero que tiene el alto honor de recibirlo del Heredero de la Corona y por añadidura de quien, como Vuestra Alteza, ha afirmado, en tierra catalana, a la vez que con el título de Príncipe de Asturias, con el de Príncipe de Girona, autógrafamente, de puño y letra, en esta forma toponímica precisa, expresión del máximo y más escrupuloso respeto a la lengua catalana y a la identidad catalana en consecuencia. El legado moral –a la para que dinástico- de vuestro augusto abuelo, que eligió ser siempre Conde de Barcelona, a la vez que el de vuestro augusto padre, Su Majestad Católica el Rey Don Juan Carlos I de España, se ha dirigido en catalán a los catalanes, hallan sin duda continuidad idónea, Serenísimo Señor, en este vuestro gesto que a todos, catalanes y no catalanes, por igual nos honra y nos hermana.
Por lo demás, y ya que el texto por el que he sido galardonado trata de la poesía, imposible me es no recordar, aunque sea vertiéndolos en pobre literalidad al castellano, aquellos versos en los que ciento diez años atrás, uno de los fundadores de la lírica contemporánea, Stéphane Mallarmé, quiso, en el oscuro esplendor de su palabra, plasmar un panorama nocturno ciudadano –la noche de cualquier ciudad, acaso la noche de hoy mismo- al escribir:
Lujo, ¡oh sala de ébano! en la que, para seducir a un rey,
Se contuercen muriendo unas guirnaldas célebres.
Así es, en efecto: el poeta transfigura, en su verbo y en su visión, el mundo circundante y ofrece este lujo –pues lujo resulta ser la belleza del mundo visible- a un espectador abstracto a quien debe atribuirse linaje real para que reúna en sí excelencia condigna a la elevación que el arte imprime a la perecedera naturaleza”.
Esa noche Cela, el incansable, me obligó a beber una copa de más en uno de los bares cerca de Correos. Ya serían las cuatro cuando comenzó a recordar uno de los ensayos de Montaigne, titulado, según dijo, De los caníbales, donde relata lo que le había contado un conocido suyo de nombre Villegaigmon, cuando estuvo en la Francia Antártica de entonces, el Brasil de hoy. Según él, tres de los naturales de Brasil fueron llevados a Ruán, coincidiendo su visita con otra que hacía a la villa el rey Carlos IX, quien estuvo conversando con ellos buen rato. Luego les preguntaron que les parecía más admirable del encuentro con el rey y ellos respondieron que hallaban bien extraño que tantos hombres barbudos, corpulentos y armados se sometiesen a obedecer a un niño y que no se eligiera, más bien a uno de ellos para el mando.
Yo creo que Cela no recordaba bien la historia de Montaigne. Alguien que tiene sus libros me dijo hace poco que había sido Montaigne mismo quien había conversado con los nativos de Brasil y no Villegaigmon. Quise comprobar la historia y presté en la biblioteca la edición completa de sus Ensayos en la traducción de Juan de Luaces (1963). Y oh maravilla. Tiene un prólogo, donde Emerson dice que “Montaigne murió de una angina, a la edad de sesenta años, en 1952”.
Y como para abundar en sorpresas, el 16 de Octubre de 2009 la agencia Efe informaba que Pere Gimferrer había sido hospitalizado al sufrir una lipotimia durante el fallo del Premio Planeta de cuyo jurado hace parte hasta hoy. Transcribo el texto de la agencia para solaz de nuestros lectores.
Barcelona. (EFE).- El escritor y académico Pere Gimferrer ha sufrido esta noche una lipotimia al final de la ceremonia de entrega del premio Planeta que ha tenido lugar en Barcelona y que ha recaído en la escritora Ángeles Caso, según ha informado el responsable médico de Planeta, Joan Pere Serrano.
En el momento en que Ángeles Caso pronunciaba el discurso de agradecimiento, Pere Gimferrer, que se encontraba sobre el escenario junto al resto de los miembros del jurado del premio Planeta, ha sufrido un desvanecimiento y ha sido inmediatamente atendido por personal sanitario que se encontraba en el Palacio de Congresos de Barcelona. Tras este incidente, el acto se ha interrumpido durante unos diez minutos, hasta que los sanitarios han sacado a Gimferrer del escenario, ya consciente aunque bastante pálido.
Serrano ha comentado en la rueda de prensa reservada a los ganadores que "por la sintomatología Gimferrer ha sufrido una lipotimia" y, de hecho, ha recordado, el propio poeta barcelonés ha confesado que "ya durante la tarde había tenido molestia gástrica". Según el médico, "no hay un signo que hiciera prever una alteración más seria" y ha manifestado que "salvo el momento del desvanecimiento, se ha mantenido consciente, orientado y sin ningún tipo de alteración".
Como pauta preventiva, ha indicado el médico de Planeta, "lo hemos trasladado al servicio de urgencias para hacer pruebas complementarias, electrocardiogramas y pruebas de glucemia".