La nieta de Ardila Lulle que dejó las finanzas por el negocio del fútbol

La nieta de Ardila Lulle que dejó las finanzas por el negocio del fútbol

Carolina Ardila tomó las riendas del Nacional que su abuelo compró por afecto a Medellín donde nació su fortuna y ha vendido jugadores por más de US $30 millones

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diciembre 12, 2021
La nieta de Ardila Lulle que dejó las finanzas por el negocio del fútbol

Con las credenciales de embajador ante su majestad la reina Isabel de Inglaterra, Antonio José Ardila la tuvo clara. Hasta entonces, como vicepresidente de la Organización Ardila Lulle se había ocupado del negocio del fútbol, alrededor del Atlético Nacional., que llevaba casi treinta años en la familia. Por muchas razones, incluida la vinculación afectiva con el equipo y Medellín, donde se multiplicó la fortuna que nació del negocio familiar de Eugenia Gaviria, la madre, propietaria de gaseosas Lux que se convierte luego en Postobón. Los hermanos Carlos Julio y Antonio José vivieron allí hasta graduarse de bachilleres en el colegio San Ignacio, era un frente que no se le podía soltar a un tercero, por más buen ejecutivo que fuera. Cogió el teléfono y llamó a su hija  Carolina Ardila Zurek.

Como todos los nietos de Ardila, Carolina se había formado en el exterior y ella, igual que algunos de sus primos estaba preparada más para seguir la línea de negocios en el sector financiero y trabajaba como banquera en una firma de inversión en Nueva York. El fútbol, como afición, no estaba entre sus prioridades. Sin embargo, no resistió la propuesta de su papá, Antonio José: tomar las riendas del equipo paisa del que había oído hablar desde que era una niña.

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Fue precisamente Antonio José Ardila, un fan del Atlético Nacional desde sus tiempos de escolar en el colegio de los jesuitas en Medellín, quien presionó a su padre, Carlos Ardila Lulle, para que comprara el equipo en 1996. Se trataba de poner sobre la mesa USD $8 millones para quedarse con el 75% de las acciones del equipo. Aquello que empezaba como una gran pasión terminó convirtiéndose en un nuevo filón de negocio, por lo demás muy productivo de la mano de sus éxitos deportivos. Desde entonces el equipo ha ganado diez títulos convirtiéndose en el conjunto más ganador de la historia del fútbol colombiano, además de sus triunfos internacionales como el logrado en el 2016, con su segunda Copa Libertadores.

Carolina aterrizó en Colombia a finales de ese año, mientras su papá tomaba rumbo a Reino Unido para representar al Presidente Duque en la embajada en Londres, donde había vivido su padre en los años 90. Quería dedicarse de lleno al negocio de comprar y vender jugadores.

La primera movida que hizo fue contactar a Daniela Ospina, hermana del arquero David Ospina y entonces esposa de James, cuyo vínculo con el equipo venía de los tiempos en que había sido voleibolista con la camiseta del club. Fue ella el puente con el empresario Jorge Mendes, dueño de los pases de futbolistas tan emblemáticos como Ronaldo o el propio James Rodríguez. Se reunieron en un restaurante en Madrid, España y allí le dio las claves que necesitaba para dedicarse al negocio de compra y venta de los pases de jugadores.

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A principios de 2017, con Antonio José Ardila al mando del equipo empezaron los cambios bruscos dentro de la directiva del equipo. En marzo de ese año renunció sorpresivamente el presidente del club Juan Carlos De la Cuesta, con el que habían quedado campeones de la Copa Libertadores en el 2016 y después de haber entregado un superávit económico: $587.036 millones producto de los premios de la Copa Libertadores y por venta de jugadores.

El escogido para reemplazar al exitoso De la Cuesta fue Andrés Botero, un excampeón nacional de esquí muy vinculado a la dirigencia deportiva, y cercano a la familia  Ardila por sus lazos sociales pero sin experiencia en el fútbol, a pesar de ser el hombre fuerte del Comité Olímpico Nacional en la última década. Un año después Andrés Botero renunciaría a un equipo que naufragaba rápidamente en todos los torneos que jugaba. A la par de los sacudones dirigenciales los técnicos se sucedían unos a otros. Después de la salida del super campeón Reinaldo Rueda ninguno de los entrenadores contratados ha tenido estabilidad: en dos años el argentino Jorge Almirón, el español Juan Manuel Lillo y el brasilero Paulo César Autori, Juan Carlos Osorio y Guimaraes han pasado por el vestuario verde. La solución fue Alejandro Restrepo que fue una solución transitoria y que parecía, con apenas 39 años, saber llevar con firmeza el barco hasta que este se desfondó y ahora, en las finales, perdió toda posibilidad de llegar a las finales después de sus sucesivas derrotas con el Deportivo Cali. Esa inestabilidad tendría una razón de ser: la presencia en la directiva de Carolina Ardila.

Aunque no tiene un cargo definido dentro de la organización Ardila Lulle, todos saben de su poder en Nacional. Si hay un rasgo que la caracteriza es su dureza. Nieta del santandereano Carlos Ardila Lulle y del también santandereano, ocañero, afincado en Cartagena desde su juventud, Enrique Zurek Mesa, fundador del Grupo Indufrial que revolucionó la industria del frío en la Costa Atlántica, ella se siente más cercana al legado de los dos patriarcas que de sus propios padres.

Su primera apuesta fue haber visto en un partido de reservas a Jorman Campuzano. Ella fue la primera que se fijó en él y quien lo presentó a la Junta Directiva. El negocio no pudo salir mejor: Campuzano, quien no le costó a Nacional más que los gastos de representación, su estadía en Medellín y su alimentación, fue vendido a Boca Juniors por USD $4 millones. Otros negocios no han salido tan buenos. Ese fue el caso de Omar Duarte quien llegó a principios de 2019 por sugerencia suya al primer equipo y cuyo bajo nivel hizo imposible que se efectuara su opción de compra. En los últimos años Carlos Cuesta, titular de la selección nacional, fue vendido al Genk por 3.5 millones de dólares al igual que el talentoso Daniel Muñoz que costó 4 millones. Jersson Mosquera, 5.2 y Mateus Uribe con 5, son sólo una pincelada más de los negocios de jugadores de los Ardila.

La afición no entiende de números y por eso ya le puso la cruz a Carolina Ardila. Eso sí, los resultados deportivos no llegan, pero los negocios vaya que están fluyendo.

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