Para nadie es un secreto que vivimos en unos tiempos convulsionados y hostiles, en donde al parecer prima y sobresale cada vez más el miedo, la inseguridad, la incertidumbre, la desesperanza, la resignación y la desconfianza, y en donde infortunadamente existen muy pocas certezas. Bien lo expresaban autores como Z. Bauman o M. Nussbaum quienes parafraseando sus obras ‘’Tiempos líquidos’’ (2007) y ‘’La monarquía del miedo’’ (2019) respectivamente, argumentaban que las sociedades modernas estaban viviendo unos inestables momentos como especie, lo que nos podría llevar a las tiranías, las dictaduras, y todo aquello en donde los extremos saca mejor provecho, esto gracias en gran medida a la desconfianza generalizada y al negacionismo radical de no creer ya en nada.
Cada vez vemos, por ejemplo, sobre todo aquí en Colombia como la desconfianza se ha convertido en el pan de cada día, donde la gran mayoría profesa y se abstiene de creer en algo, tener una posición, tomar postura, tener una ideología o al menos mostrar sus intenciones, y los que sí lo quisieran expresar se retraen de hacerlo ya que podrían ser señalados o avergonzados por la triste realidad o la innegable e inminente futura decepción, aquella que trágicamente se convirtió en la moda de una sociedad que prefirió incumplir la palabra y que ha hecho que ahora todo sea bajo el principio de la duda o bajo el juramento escrito o tallado en piedra.
Hoy el mundo vive una monarquía de la desconfianza, donde esta reina a sus anchas y está y hará de las suyas, no por nada hasta en el amor y las relaciones más íntimas entre los seres humanos ha calado de manera inclemente, pasando por el trabajo, la familia, la política, la economía y toda esfera de la relación y comunicación social, haciendo que el otro sea visto como enemigo, opositor, traidor y todo aquella figura o personaje que la desconfianza trata de crear en su obra de letanías. Es por lo anterior que es realmente difícil de creer como hoy se quiere ocultar y enterrar que gracias a la confianza en el otro hemos podido construir a través de los años todo aquel sistema de progreso, y es más aun preocupante como muchos intentan justificar a la desconfianza como una actitud necesaria, biológica o natural de los seres humanos.
En conclusión estamos en un peligro inminente para la coexistencia humana y la supervivencia como especie al darle poder al desconfiar en el otro, al no creer en el amor, al desconfiar del trabajo y la palabra del otro, al desconfiar de todo aquello que nos rodea, incluso de nuestra propia existencia como decía Descartes. Es claro que necesitamos una pisca de duda, pero no todo un baldado de desconfianza, ya que si seguimos en no creer en nada el único mensaje que se estaría emitiendo sería, apague y vámonos.