La pedagogía tradicional se encargó de encasillar la educación, transformándola en un obstáculo al pensamiento crítico. Además, la escuela no debe permitir que esta convicción siga en desarrollo en pleno siglo XXI. Cabe destacar, que hay nuevas metodologías y herramientas de trabajo, el cual ayudan a pasar de un extremo a otro los enfoques del cómo orientar. Una de ellas, las pedagogías críticas, que permiten transformar la sociedad, descubrir estudiantes capaces de socializar y proponer ideas con miras al cambio.
Para algunos, un cambio a los paradigmas establecidos es una de las liberaciones de los individuos y que esas liberaciones son las que ayudan a superar esta sociedad, que según Bauman en La vida líquida, se describe por no tener una meta específica, y al ser líquida no mantendrá una formar precisa. Dicha liberación, es pertinente señalarla a partir de la escuela, que eventualmente el español Francisco Ferrer define desde la fundación de la Escuela Moderna como la posible adaptación racional al medio, es decir, la negación positiva de la escuela del pasado perpetuada en lo presente, la orientación verdadera hacia aquella enseñanza integral en que se iniciará a la infancia de las generaciones venideras, en el más perfecto esoterismo científico.
No obstante, en el interior de las aulas de clase se ven la caras largas de los estudiantes, puesto que no quieren estar ahí, y si lo están es por obligación. Incluso, no quieren aprender y a los profesores no les interesa ayudar a la orientación (Hernández, 2015).
Por otra parte, la Constitución Política de Colombia dice a los maestros “La educación formará al colombiano en el respeto a los derechos humanos, a la paz y a la democracia; en la práctica del trabajo y la recreación, para el mejoramiento cultural, científico, tecnológico y para la protección del ambiente” (Const., 1991, art. 67). Lo anterior, coloca de marco general los fines específicos de la educación. Plantea el deber de los escolares al culminar su etapa académica y el deber del maestro en su situación de guía. Sin embargo, tanta responsabilidad en un enunciado requiere atención seria y constante. Estas metas propuestas no pueden convertirse en un asunto mecánico de conocimiento, reproducido y memorizado; ni reducirse a la formación hacia una prueba.
La escuela debe tener unos objetivos más claros. El desarrollo de la creatividad, la tolerancia por la diferencia y el respeto hacia uno mismo y hacia los demás. Cosa que los test que miden a los jóvenes no tienen en cuenta. Puesto que son diferentes culturas o estudiantes con diferentes maneras de aprendizaje.
De esta manera, es importante replantear las problemáticas educativas desde los primeros niveles de formación. Llegar a los jóvenes de cualquier forma, por medio de usos tecnológicos y didácticos para motivar al aprendizaje. Donde sea consiente del cómo, para qué y por qué lo aprende. Exactamente, es incentivar a los estudiantes a preguntar.
Así mismo, la pedagogía de la pregunta, según Freire & Faundez (2010), es un medio facilitador del diálogo, en donde ubica a los estudiantes en situaciones concretas y los invita a preguntarse. Esto le implica pensar, actuar y activar el uso de la palabra como elemento transformador de las condiciones ideológicas, políticas y sociales. Así, el maestro será un intermediario y facilitador para que el estudiante se pueda transportar en sus socializaciones.
La pedagogía de la pregunta es el resultado de una convergencia entre escuela, pensamiento y conciencia crítica. De acuerdo con Freire & Faundez (2010), un docente autoritario le teme más a la respuestas que a la pregunta que el estudiante le hace. Le teme por la respuesta que pueda tener que dar. En consecuencia, las tendencias críticas se asocian y el estudiante no consumirá entero todo lo que el profesor le reproduzca. De esta forma, la relación concreta que hay entre la escuela y la crítica es a través de la pedagogía de la pregunta.
Por último, hay maestros que en medio de su carga laborar, a hurtadillas trabajan con sus estudiantes las problemáticas del contexto, para que así, esto escolares salgan de su último nivel colegial con un pensamiento diferente. Pero será que ¿la sociedad sí se encuentra en disposición de recibir una mente transformadora?
A lo anterior, la importancia de una conciencia crítica no solo en estudiantes, también en los docentes, para que compartan pensamientos desde la escuela, llevando a cabo el uso de las pedagogías críticas, hasta alcanzar una conciencia crítica en los jóvenes. Así mismo, los docentes deben ser conocedores del contexto en general para luego por medios telemáticos, que tanto ha llamado la atención de los jóvenes gestores de futura innovación, pueda ganar su entusiasmo por el conocimiento.
Por último, en el sigo XXI el único trastorno que tiene la sociedad es no preguntar. La escuela es el punto de partida para lograr interrogar el contexto, y las pedagogías críticas están enfocadas a una transformación social en favor del oprimido. La educación debe considerar las desigualdades sociales existentes en el mundo globalizado, así como adquirir un compromiso con la justicia y la equidad.