Érase una vez un rey llamado Shariar, quien desencantado con la infidelidad de su última esposa, juró vengarse del desaire decapitando a todas las mujeres que pasaran por su tálamo.
¡Su corazón estaba lleno de odio!
Así que, que apeló a la habilidad del visir y sus súbditos para que cada noche le suministraran una bella princesa virgen.
Cumplir al pie de la letra esta exigencia era una labor descomunal. Entonces sus secuaces decidieron apelar a la importación de tan raros especímenes desde los países más extraños del Lejano Oriente.
Y así, noche tras noche, el altivo monarca, mataba el tiempo de su monótona vida, en unas noches desbocadas de amor alucinado; así, al llegar las primeras luces de la madrugada, llevaba a cabo su horrible venganza y ordenaba el asesinato de la pobre mujer. Sin embargo, surgió otro problema: la falta de sueño en las noches ocasionaba que el gobernante no cumpliera citas durante el día.
Hasta que un día apareció la más bella de todas las mujeres, con una voz cantarina, una sonrisa hechicera y una capacidad de seducción inimaginable: se llamaba Sherezada.
Esta princesa era tan astuta, que antes de que el soberano iniciara sus rituales amatorios, ella muy dulcemente empezaba a contar una historia. Y cuando detectaba los primeros bostezos de su amo, ya al llegar el amanecer, le prometía contar el desenlace en la noche siguiente. Y así continuó esta saga interminable durante varios cuatrienios, aplazando, una y otra vez, su ejecución.
Los historiadores nunca se han puesto de acuerdo, en cuanto al número de historias inventadas o contadas por esta bella mujer. Unos alcanzaron a contar más de 200 y otros aún más sagaces dicen que ella es la verdadera autora de Las mil y una noches. Otros, sin embargo, aseguran que la imaginación desbordada de Sherezada se debía a que ella había leído más de 1000 libros.
Algunos críticos literarios la catalogaban como la fabuladora más prolífica de la humanidad.
¡Hasta que llegó Petro y la desbancó!
Pero esto no es ninguna exageración, pues algunas sagas de nuestro camarada jefe, rayan no solo en lo inverosímil, sino que muestran un refinado sentido del humor; pues tienen un portafolio de chistes de todos los colores y para todos los gustos.
Sus ocurrencias moralistas son de antología, como aquella de que jamás recibió dinero de Maduro; que su hijo es inocente; que es católico y le reza al señor de los Milagros de Buga y que nada tiene que ver con los carrotanques de la Guajira.
Sin embargo, sus lances poéticos alcanzan niveles insospechados de sarcasmo, hasta el punto que asegura que Santrich, el poeta ciego, es el Jorge Luis Borges colombiano o que Colombia es potencia mundial de la vida.
Sus fábulas preferidas son de tipo académico, como asegurar que Simón Trinidad era un economista de Harvard, que Timochenko era un médico graduado en Rusia, que Benedetti es diplomático y que Tanja Nijmeijer era una investigadora holandesa.
Existen picardías que nos arrancan lágrimas, como aquella de que el ELN va a devolver a los niños secuestrados, o que Francia va muy adelantada con el Ministerio de la igualdad.
Pero sin lugar a dudas, la más graciosa de todas es aquella que los abuelos le cuentan a sus nietos que no logran conciliar el sueño: “Mijitico… duerme tranquilo, ya estamos alcanzando la paz total”.
