En Washington donde frenéticamente se mueve la política del mundo, es muy raro que la asesora de un político tenga importancia. Muy raro que los congresistas del partido opuesto la investiguen, que sea portada de Vogue, que sea protagonista de un documental y que los dardos de la campaña rival se dirijan contra ella. Esa es Huma Abedin. Siempre el centro de atención, no obstante su discreción. Por su origen, por su belleza, por su matrimonio con un congresista que pasó de estrella de los demócratas a estrella de los tabloides por su autodestructiva diversión sexual. Pero, sobre todo, porque ha sido y es “el arma secreta de Hillary Clinton”, una expresión en la que coinciden los grandes medios de Estados Unidos.
Huma Abedín, 40 años, indopaquistaní, se ha sido la sombra de la candidata demócrata, la cancerbera de sus citas, la eterna acompañante desde el shopping, hasta las cumbres internacionales. Dueña de una rara belleza, a Huma Mahmood Abedin (Kalamazoo, Michigan, 1976) se le compara con Amal Alamudin, la mujer de George Clooney, con quien comparte, además de la fe musulmana, la afición por la alta costura, que despliega con un guardarropa de Yves Saint Laurent, Prada, Oscar de la Renta y Marc Jacobs, en agudo contraste con el simple look de su jefa.
Tenía veinte años cuando llegó a la Casa Blanca siendo Bill Clinton el presidente de Estados Unidos, y ella estudiante de Arte de George Washington University. Allí había ingresado a los 18, recién llegada de Arabía Saudí, donde se había criado, y donde había dejado a su padre musulmán indio y su madre paquistaní, ambos profesores universitarios. En la Casa Blanca inició su pasantía en el staff de la primera dama, y la historia de una amistad de 20 años que ha llegado a que universalmente se le considere la confesora, la confidente y la ardiente defensora de Hillary, hasta el punto que ella llegó a decir: "Tengo una hija, pero si tuviese otra, esa sería Huma”.
Su ascenso en el mundo político, siempre de la mano de Hillary ha sido notable, por decir lo menos. Cuando los Clinton dejaron Washington, la ex primera dama la incorporó como asistente personal al equipo con el que arrancaba su carrera política para conquistar un escaño en el Senado por el estado de Nueva York. Años más tarde, cuando buscó la nominación demócrata para las elecciones del 2008, Huma fue la jefa de personal de la campaña. Clinton perdió las primarias con Obama, pero él la nombró secretaria de Estado. Y el día en que la convocó para negociar su incorporación al gabinete, Hillary Clinton se presentó acompañada de su fiel Huma Abedin.
Ya en la Secretaría de Estado, Hillary la nombró como subjefe de personal del departamento. Su condición era bien especial porque no solo podía vivir en Nueva York sino ejercer de consultora para clientes privados, y compartir la vida neoyorquina con su esposo, Anthony Weiner.
Aquí arranca un capítulo doloroso de su vida privada. Con Weiner, un abogado judío del círculo presidencial, se había casado en una espléndida ceremonia bendecida por el propio presidente Bill Clinton. Óscar de la Renta diseñó un vestido único para Huma, y la fiesta se celebró en un hotel centenario de Long Island no muy lejos del lugar que inspiró el Gran Gatsy. Clinton bromeó se día: "es fácil desconfiar de los políticos, cualquiera que sea su religión", según el Daily News. La felicidad duró poco. Recién embarazada de su primer hijo, Huma se enteró que su marido tuiteaba una foto para sus 45.000 seguidores, en la que aparecía luciendo una erección. Y aunque él lo negó todo, poco después las pruebas lo llevarían a confesar que la destinataria era una joven de 21 años. Huma tuvo el coraje de perdonarlo en público, Weiner dejó su escaño en el Congreso, pero en el 2013, cuando volvió a la política para optar a la alcaldía de Nueva York, otra vez volvió a las andadas y tuvo que renunciar al desvelarse que seguía enviando fotos y mensajes sexuales por la red a cuanta señora se le antojaba, con el seudónimo de Carlos Danger.
Humillada y ofendida Huma Abedin renunció a Weiner y a su puesto de jefa de gabinete del Departamento de Estado. Hillary, encontró entonces, una manera de tenerla a su lado. Ideó una forma de contratación externa que le permitía compartir su trabajo de asesora en la administración con otros dos, en la Fundación Clinton y la banca Teneo, con unos ingresos enormes que se volvieron el blanco de los dardos por sus críticos en el Congreso.
Al mismo tiempo, cinco congresistas republicanos pedían explicaciones al Departamento de Estado sobre la contratación de la asesora por las supuestas vinculaciones de su familia con el islamismo radical. El padre de Huma había sido director del Instituto de Asuntos Islámicos y de su publicación, Journal of Muslim Minority Affairs, bajo el patrocinio de Abdullah Omar Nassef, destacado dirigente de los Hermanos Musulmanes. Y en ese periódico se formó Huma como periodista y ejerció como subdirectora entre 1996 y 2008, cuando ya formaba parte del team de Hillary.
En la campaña presidencial las acusaciones y las críticas tomaron nueva fuerza desde el bando republicano. Para empezar, que Huma era a menudo la intermediaria entre los que querían algo de la secretaria de Estado y eran donantes de la Fundación Clinton, de la que ella misma había cobrado. Y después la que se convertiría en el caballito de batalla: el controvertido uso de Hillary Clinton del su correo personal cuando era secretaria de Estado. Huma fue llamada a declarar ante la comisión investigadora del Congreso sobre los 45.000 mails del correo privado de Hillary, en los que su nombre figura muy a menudo. Al final de la campaña el FBI tomó cartas en el asunto y a la hora de nona desestimó el caso.
Que Abedin fuera un blanco escogido por la campaña de Donald Trump no podía sorprender. Por ser la conocedora de las fortalezas y las debilidades de Hillary, por su peso político al punto que la revista Time la había incluido en un ranking de líderes políticos ascendentes menores de 40 años, porque era, sobre todo, la vicepresidenta de la campaña demócrata por debajo de John Podesta, pero por encima en la cercanía a la candidata.
En la más ácida campaña presidencial que se recuerde en los últimos tiempos, Hillary y Huma resistieron. Y al final no se produjo los que algunos analistas advertían: si los adversarios republicanos lograran derribar a Abedin, será tan grave para Clinton como si le arrebataran la reina y las dos torres en una partida de ajedrez. No obstante, se perdió la partida.