La 'mula' española condenada a lavar ropa en El Buen Pastor

La 'mula' española condenada a lavar ropa en El Buen Pastor

"Esta cárcel es una mierda" dice Miriam Langa, quien paga diez años de prisión por transportar 7.5 kilos de cocaína.

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agosto 01, 2013
La 'mula' española condenada a lavar ropa en El Buen Pastor

A las tres de la madrugada hay una niebla rastrera en la cárcel el Buen Pastor de Bogotá. Es el helaje. Justo a esa hora, en el Tramo 4 del Pabellón 5, la española Miriam Langa debe levantarse a lavar ropa para poder llevar una pena digna en Colombia. No puede hacerlo en un tiempo distinto; el paso de agua en el penal se abre a las 3 a.m. y no vuelve a caer una gota más  después de las 6 a.m., “la que se bañó se bañó y la que lavó lavó”, dice Laura, una reclusa del mismo patio.

Miriam pone a llenar el tanque, abre una tula de tela del tamaño de una bolsa de basura y extiende en el piso la ropa que otras reclusas le entregaron el día anterior. Separa las prendas blancas de las de color. Entonces desocupa un balde de agua-jabón en el que ha dejado despercudiendo camisetas blancas en la madrugada pasada. Lava el recipiente, lo vuelve a llenar con agua, esparce jabón en polvo y mete otras mudas claras que pasaran 24 horas blanqueándose. Lleno el tanque: juaga, restrega, juaga, aplica jabón azul y vuelve y juaga las piezas blancas que estaban en remojo. El paso siguiente es lavar la ropa de color: agua que moja tela, manos que encuellan mugre, jabón azul que batalla con manchas, ropa que recibe golpes contra el cemento y más agua. Agua helada. Una escena que se repite desde hace 13 meses.

En marzo de 2012 a Miriam le dijeron en España que viajaría a Colombia a recoger un kilo de cocaína, pero nunca que iba a estar condenada a lavar ropa. Un día al batxoki, el bar donde trabajaba en Bilbao, llegó una de sus mejores amigas con la que le gustaba salir de ‘farra’, fiestas de fin de semana en las consumían hasta tres gramos de cocaína. Vanessa le contó que su jibara, la colombiana que les vendía la coca, quería proponerle un negocio. A finales de marzo se vieron en un bar. La colombiana de acento valluno, era una mujer de aspecto impostado: pelo teñido de rubio, cintura de quirófano, tetas de silicona y una sonrisa falsa de aquellas que valen dos millones de pesos.

—Miriam, ¿quieres viajar a Colombia y ganarte 10 mil euros? —, le dijo la forastera.

—¿Qué debo hacer, tía? —, respondió la española.

—Traer un kilo de coca

El 25 de abril de 2012, la colombiana -quien vivía en un piso en el centro de Bilbao- recibió a Miriam para entregarle los tiquetes Madrid-Bogotá-Madrid, 200 euros, un número de teléfono junto a un nombre y le dieron un par de instrucciones. El viaje quedó programado para el domingo 6 de mayo. Durante aquella semana previa a su compromiso, Miriam se alcanzó a arrepentir, pero había cometido otro error: se gastó el dinero en sus cuatro hijos: tres niñas y un varón.

En una maleta rosada empacó ropa de verano. Se recogió el pelo, se puso un jean, una camiseta, una chaqueta y tenis. El avión aterrizó en Bogotá finalizando la tarde. Le dijeron que una mujer la buscaría en la pequeña plazoleta de comidas de Eldorado. Esperó tres horas, tenía hambre y decidió llamar.

—Hola ¿Jota? Es Miriam.

—Miriam, ya llega una amiga por ti. ¿Cómo estás vestida?

La chica que la recogió era bastante joven. La hospedó en el Hotel Sebastián Inn, a pocas cuadras de la Escuela de Policía General Santander. Allí duró tres días sin tener noticias de nadie ni de nada. El jueves en la mañana regresó su contacto y le dijo que tenía que viajar al departamento del Valle del Cauca. En el terminal de buses de Buga, en una camioneta de alta gama la estaba esperando un apuesto adolecente quien la alojó en el Hotel Plaza, le entregó un teléfono, 500 mil pesos y le pidió la maleta. Dijo que venía de parte de su tío, el dueño de la “mercancía”. En la mañana el bugueño la llevó a conocer la catedral del Señor de los Milagros, él entró a rezar y ella se quedó comprando souvenirs. En la noche salieron a tomar cerveza y a fumar marihuana.

El sábado le regresaron su maleta rosada. Pesaba 27 kilos y le habían puesto un candado. A las ocho de la mañana del domingo 13 de mayo tomó un bus de regreso a Bogotá, su vuelo a Madrid salía a las 9:35 p.m.. En el terminal de la capital la recogió la chica que la acompañó el primer día en Colombia. Luego de llegar sobre las tres de la tarde, la colombiana invitó a la española a un karaoke en el barrio El Salitre para que se relajara y no se fuera a tensionar en el aeropuerto.

Minutos después de abordar el avión, una de las auxiliares de vuelo inicio el llamado urgente a la pasajera Miriam Langa. La española evadió el aviso y se puso unos auriculares. La funcionaria se acercó a su silla y le avisó sobre un posible problema con su equipaje. Al bajar encontró a dos policías. Uno de ellos le preguntó si llevaba alimentos en su maleta rosada, Miriam negó con la cabeza. Le pidieron que abriera el candado de su valija porque los perros habían detectado algo extraño. Miriam actuó como si buscara las llaves y les contó que las había perdido. Se encontraban en la pista, el vuelo ya llevaba cinco minutos de retraso de manera que el policía rompió el seguro.

Las autoridades extrajeron siete estuches para computadores portátiles y una video consola X-BOX, al destaparlos no encontraron el kilo de cocaína que resignada imaginaba Miriam. En las oficinas de la SIJIN del aeropuerto Eldorado pesaron el cargamento: hallaron 7500 gramos de clorhidrato de cocaína.

—¿Esto es suyo? —, preguntó el policía

—Si. Aunque creía que llevaba solo un kilo. Eso me dijeron esos hijos de puta.

Estuvo detenida tres días en la Unidad de Reacción Inmediata (URI) de la localidad de Engativa. Desde su primer día en la cárcel el Buen Pastor supo que uno de los martirios sería el frio. Le asignaron el patio cinco, el tramo dos y una celda de la cual lo único que recuerda es que durmió en el suelo con una cobija que le prestó una bogotana. Al día siguiente logró ubicarse en el tramo cuatro, es decir el cuarto piso del mismo patio, en la calda 107 donde lleva 13 meses durmiendo en la colchoneta que le dio el INPEC.

La imputación de cargos se llevó a cabo el 20 de mayo de 2013 en el Juzgado Cuarto Especializado de Paloquemao. Miriam se declaró culpable, aunque advirtió el engaño de los siete kilos. La juez la sentenció a 128 meses de prisión, es decir: diez años y ocho meses perdidos “porque en estas cárceles de mierda no ofrecen nada bueno” dice Miriam mientras mira con desdén a una dragoneante. Su abogado de oficio logró consignarle los únicos noventa mil pesos que llevaba en los bolsillos el día que regresaba a España. Con eso compró una tarjeta para llamar a su mamá y muchos cigarrillos. Dicen que consumir uno es perder siete minutos de vida, pero cuando se observa fumar a Miriam, parecen siete minutos de placer. Su único placer.

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Miriam (izquierda) participa el el grupo de teatro que dirige la actriz Johana Bahamón

Miriam tiene 33 años, nació en Almería (España), tiene cinco hermanos, desde los 17 años no vive con sus padres y se ha enamorado tres veces. La primera ilusión la encontró con un albañil llamado David Sanmillan, con el cual tuvo un bebé al que bautizaron Landes. Era el año 2000. Cuando su hijo tenía dos años, su novio llegó a casa borracho y le pegó tanto que solo a los dos días pudo pararse para dejarlo por siempre. La madre del abusador reclamó la potestad de Landes y el niño ahora vive con ella.

Acostumbrada a mantenerse sola, Miriam entró a trabajar sirviendo copas en el puticlub Trapagaran en Vizcaya. “Nunca fui puta ni lo seré”, aclara. En la estridencia del club conoció a un joven moreno, ojos marrones y cuerpo de gimnasio a quien llamaban Gorka. Tres meses después de vivir con el vasco se percató de nuevo que iba a ser madre. Su hija Irati nace en diciembre de 2003. Todo iba bien: el amor, la niña, el trabajo.  Pero el 14 de octubre de 2004, cuando Miriam llegó a casa después de hacer unas compras, encontró a Gorka muerto tras haberse inyectado cocaína. La madre de Gorka también reclamó a la bebé por las condiciones económicas en las que se encontraba Miriam.

Miriam también está condenada al desamor. Un ‘Clark Kent’ se le presentó y detrás de sus gafas brillaban unos bellos ojos azules. El corazón volvió a palpitar. Tuvieron dos hijas, Lucia y Adriana. Pero cuando Unai se quitaba su vestido de oficinista no tenía la capa de súper hombre sino una que lo ponía a volar por el efecto de los narcóticos. Con las dos pequeñas vivía cuando le propusieron viajar a Colombia para ganarse en una semana lo que ganaba en un año.

Miriam Langa es una de las tres españolas que se encuentran detenidas en El Buen Pastor de Bogotá por el mismo delito: Tráfico y transporte de estupefaciente. Su nombre también aparece en el listado de los 385 ciudadanos extranjeros presos en Colombia, casi todos (72%), vinculados con delitos de narcotráfico. Tal vez si Miriam se hubiera enterado que 240 extranjeros han sido capturados en el aeropuerto Eldorado, hubiera dejado de lado su maleta rosada.

Así esté entre rejas, su dignidad sigue latente. Miriam se encuentra furiosa con el reportero de un renombrado periódico que dijo que ella lavaba ropa por 200 pesos. Tal vez el periodista calculó que la española lava 25 prendas diarias porque cobra $5000 por la bolsa de piezas que le encargan las más afortunadas. Cuenta que está cansada por las madrugadas que casi son como trasnochar todos los días. Lo único que la ha sacado de su pena es el papel de Angustias en la obra de teatro La casa de Bernarda Alba que dirige la actriz Johana Bahamón, aunque paradójicamente su vida esté colmada de eso, de angustias.

Por @PachoEscobar

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