El mundo vivió una jornada política única. Llegó el día tan esperado por millones de mujeres en el mundo: una mujer oficialmente se convirtió en la primera vicepresidenta de Estados Unidos. Si solo decir esto es romper con siglos donde éramos consideradas ciudadanas de segunda clase, vivirlo es toda una transformación social.
Estamos hablando del país que marca las pautas políticas, militares, sociales, económicas y científicas de la humanidad. Por eso, la responsabilidad de Kamala es enorme. Creeríamos que este logro es incomparable como incomparables serán los retos que traerá consigo que una mujer ocupe estos cargos.
Tenemos un momento único e inigualable. Tenemos la posibilidad a través de ella de innovar en el pensamiento humano. Tenemos una real herramienta de transformación política y cultural. Tenemos por fin la realidad y la herencia que transformará la visión en la participación real y efectiva de la mujer en las decisiones más importantes del mundo.
No olvidemos que Kamala no es esa mujer que viene de una familia con algún poder económico o político. Ella es la encarnación del poder que tiene la mujer común y corriente, descendiente de migrantes. Ella es una mujer que decidió generar cambios desde su lugar de trabajo y ocupar cargos y retos que también podemos hacerlo nosotras perfectamente.
Recordemos siempre, como lo expresamos de manera continua quienes les escriben, “una sociedad sin enfoque de género, es una sociedad cómplice de la inequidad”... inequidad que esperamos ver reducida en esta nuera era Kamala-Biden.