La mujer de tu juventud

La mujer de tu juventud

Por: Cesar Augusto Ángel
abril 02, 2014
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La mujer de tu juventud
Imagen Nota Ciudadana

El matrimonio y la familia los instituyó Dios mismo. Son la base fundamental de la organización social que nuestro Señor quería para la humanidad. En las sagradas escrituras, quedó plasmada suficiente información sobre su significado, su finalidad, su funcionamiento, su papel social, eclesial y espiritual. Tomemos algunos versículos que dan fe de ello:
Génesis 2:18, “Y el SEÑOR Dios dijo: No es bueno que el hombre esté solo; le haré una ayuda idónea”.

Mateo 19:5-6, “el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne. Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre".
Efesios 5:25-28, "Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella. Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama".
1 Pedro 3:7, "Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo".
Efesios 5:22-24, "Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador. Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo".
Colosenses 3:19, "Maridos, amad a vuestras mujeres, y no seáis ásperos con ellas".
Hebreos 13:4, "Honroso sea en todos el matrimonio, y el lecho sin mancilla; pero a los fornicarios y a los adúlteros los juzgará Dios"
Éxodo 20:14, 17, "No cometerás adulterio", y "No codiciarás la mujer de tu prójimo".
Mateo 5:32, "Pero yo os digo que el que repudia a su mujer, a no ser por causa de fornicación, hace que ella adultere; y el que se casa con la repudiada, comete adulterio".
Romanos 7:2, "Porque la mujer casada está sujeta por la ley al marido mientras éste vive; pero si el marido muere, ella queda libre de la ley del marido".
II Corintios 6:14, "No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas?
Proverbios 5:18-19, "Sea bendito tu manantial, y alégrate con la mujer de tu juventud, como cierva amada y graciosa gacela. Sus caricias te satisfagan en todo tiempo, y en su amor recréate siempre".
Sin embargo la biblia no se ocupó de reglamentar la ceremonia matrimonial como tal, ni siquiera de describirla. Se sabe por escritos hebreos antiguos, distintos de la biblia, que datan de la época mosaica e inclusive antes de ella, que en ese entonces el compromiso lo adquirían los padres de los cónyuges y después de un tiempo, la novia era entregada por sus padres en la casa del novio y se hacía una gran fiesta que incluía la entrega de las dotes correspondientes con asistencia de ambas familias. No se hacían votos ni se intercambiaban argollas. Durante el proceso cada familia proporcionaba un “agente” que velaba por que las promesas hechas por las partes se cumplieran a cabalidad. Estas personas, a quienes podríamos llamar testigos, se hacían presente en los actos de compromiso y luego en la fiesta o boda. No había un rito ni ceremonia religiosa. Todo acontecía sin la presencia de un sacerdote. Entre otras cosas porque Dios aún no había instituido la función del sacerdocio. Esta costumbre se mantuvo por siglos, aun en el tiempo en el que ya existían los sacerdotes del templo (levitas), los cuales no intervenían para dar bendición alguna, ni como garantes del casamiento. La unión de la pareja en estos términos, tenía el aval de Dios (capítulo 16 del libro de Ezequiel), y el de Jesús con su asistencia a las bodas de Caná (juan capítulo 2).
Los llamados “agentes” en la antigüedad hebrea, arriba descritos, son el equivalente al notario de hoy. Lo que nos lleva a concluir con total certeza, que más validez tiene, ante los ojos de Dios, un matrimonio realizado en una notaría, que en una iglesia.

Consecuente con lo anterior, el hecho de la no presencia sacerdotal en el rito matrimonial de la época bíblica, no eximía a la unión marital de ser un pacto a los ojos de Dios.
La expresión “la mujer de tu juventud” se encuentra varias veces en la biblia, para referirse a la primera mujer en la vida de un hombre y a la que las sagradas escrituras considera la mujer con el cual el hombre hizo pacto de matrimonio. Veamos algunos ejemplos:
Proverbios 2:17
“la cual deja al compañero de su juventud, y olvida el pacto de su Dios”;

Proverbios 5:18,19
“Sea bendita tu fuente, y regocíjate con la mujer de tu juventud”,…

Isaías 54:6
“Porque como a mujer abandonada y afligida de espíritu, te ha llamado el SEÑOR, y como a esposa de la juventud que es repudiada --dice tu Dios”.

Malaquías 2:14
“Y vosotros decís: ``¿Por qué? Porque el SEÑOR ha sido testigo entre tú y la mujer de tu juventud, contra la cual has obrado deslealmente, aunque ella es tu compañera y la mujer de tu pacto”.

Las ceremonias matrimoniales actuales, con rito religioso incluido, son herencia pagana de los romanos, introducidas inicialmente por los católicos y copiado por muchas organizaciones religiosas, como por ejemplo la iglesia ortodoxa griega, anglicana inglesa, y hasta la protestante evangélica, entre otras. Vamos a ocuparnos de esta última por ser la que nos atañe como cristianos reformados:
La ceremonia matrimonial en una iglesia cristiana y dirigida por un pastor, no debería ser en sí misma una herejía, o un procedimiento equivocado, a pesar de su origen pagano; como no lo es, por ejemplo, la presentación de un niño recién nacido en el culto dominical. Que de malo puede haber en que los padres deseen los mejores deseos para su bebe en oraciones a cargo de sus hermanos eclesiales y del pastor. Con este mismo prisma podríamos mirar el matrimonio. Que de pecado puede haber en el deseo de los novios de presentar su unión ante sus hermanos de la iglesia y recibir oraciones de ellos y de su pastor? Todos podríamos contestar, sin temor a equivocarnos, que no hay pecado. El rito fue instituido, se oficializó en algún momento del desarrollo histórico del culto dominical protestante y se llenó de actos ceremoniosos iguales a los del catolicismo: novios e invitados ataviados con sus mejores galas, fotos, videos, brindis, argollas, etc. Inclusive con todo y esto podríamos seguir diciendo que es inofensivo, siempre y cuando el espíritu con el que se haga sea el de presentar la unión ante los ojos de Dios y no como requisito eclesial para ser miembro de la congregación, por ejemplo.
En esencia, lo que Dios ordena en su palabra, es la fidelidad al pacto hecho ante él con la primera mujer con la que se convivió (la mujer de tu juventud), haya sido en unión libre, matrimonio civil o religioso (Mateo 19:6 “Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre”). La exigencia que hacen las sagradas escrituras, y que debe ser motivo de celo por parte del pastor con sus creyentes, es la de que el hombre preserve el pacto que hizo con la mujer de su juventud y no falte a él.
Pero no es de esta manera que se maneja el tema del matrimonio en la mayoría de las iglesias protestantes de hoy. Y en cambio vemos como los pastores de acuerdo a su necesidad y los mismos creyentes de acuerdo a su caso personal le dan su propia interpretación a conveniencia, generando re-casamientos y divorcios que van en contra de las sagradas escrituras.

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