Una palabra de esta mujer puede hacer subir o bajar el dólar. Aunque cueste trabajo creerlo. Neoyorquina, 68 años, economista rotulada en el nuevo keynesianismo, casada con un premio nobel de economía, cauta, metódica, meticulosa, liberal y amante de los consensos. Janet Yellen es desde el 1 de febrero de 2014 la presidenta de la Reserva Federal (Fed) —el poderoso banco central de Estados Unidos—, y como tal tiene en sus manos todas las herramientas de la política monetaria, entre ellas las tasas de interés, una de las principales fuerzas que mueven hoy el mercado de divisas en el mundo. Lo que decida Yellen puede causar un torbellino en las grandes plazas de Europa y los mercados emergentes, hacer más prósperas unas empresas y empobrecer a otras, poner a tambalear a ministros de finanzas y hasta modificar el destino de las vacaciones y elevar el precio del pan de cada día.
El 18 de marzo hubo una prueba de ello cuando, tras la reunión del Comité Federal de Mercado Abierto de la Fed, Yellen anunció que retiraría la palabra paciente del comunicado final sobre la hora de subir las tasas de interés después de seis años de estar entre 0 % y 0,25 % para impulsar la economía. Y aunque los nerviosos mercados esperaban algo como eso, la palabra fue suficiente para darle alas a las expectativas de un euro en barrena, a la devaluación de las divisas de los países emergentes —como el peso—, y dejar a todos haciendo cábalas sobre lo que pueda suceder en la reunión de junio.
No obstante el descomunal impacto de sus decisiones, Janet Yellen es una mujer de bajo perfil cuyo poder es bien conocido en el mundo de la economía y las finanzas, pero menos fuera de ellos. Nació en el neoyorquino barrio de Brooklyn, en el seno una familia de origen judío como sus tres antecesores en la presidencia de la Fed: Paul Volcker, Alan Greenspan y Ben Bernanke. Su padre, el médico Julius Yellen, su madre Anna, de soltera Blumental, reconocieron en ella las muestras de una inteligencia superior desde muy pequeña. Janet estudió en el instituto de Ford Hamilton en Bay Ridge, Brooklyn, y economía en la Universidad de Brown, donde se graduó summa cum laude en 1967. Años más tarde, en 1971, llegaría el doctorado en la Universidad de Yale. Y la cátedra en universidades tan prestigiosas como Harvard, London School of Economics y Berkeley donde comenzó en 1980 y ahora es profesora emérita.
“Ha sido una de mis mejores alumnas, en casi medio siglo de enseñanza”, dijo con seguridad el nobel Joseph Stiglitz al respaldar su candidatura a la presidencia de la Fed. Palabras como estas son frecuentes para su carrera de economista que se mueve entre premios nobel, candidatos a Premio Nobel o futuros premios nobel. Su esposo, George Akerlof lo recibió en el 2001 y desde esa fecha es profesor emérito de Berkeley. Su hijo Robert Akerlof es profesor en la Universidad de Warwick.
Reconocida como una experta en macroeconomía de muchos kilates, —es autora del libro La década fabulosa: macroeconomía. Lecciones de 1990—
su afinidad y cercanía personal está con los llamados neokeynesianos, cuya representación actual va desde Joseph Stiglitz y Paul Krugman a James Tobin, Robert Solow, y Walter Heller. Contrario a lo que dicen los críticos conservadores, ellos no son una camada de izquierda. Como John Maynard Keynes buscan preservar el sistema, más que arrasarlo. Pero para hacerlo, se apoyan en un programa de manejo de la economía usando modelos para ayudar al proceso. Si el mercado no es capaz de solucionar las crisis, se echa mano de políticas monetarias y fiscales anticíclicas para procurar el crecimiento.
La carrera laboral de Yellen está totalmente marcada por la Fed. Janet Yellen es una mujer de la Fed. En 1977 tuvo su primer contacto con la Reserva Federal, como economista del Consejo de Gobernadores. En esos años solía comer en la cafetería con el resto del personal, algo insólito en un organismo tan jerarquizado. “Es una manera muy buena de saber qué está pensando la gente", justificaba Yellen por aquella época, en entrevista con una revista de Minneapolis. Ella disfrutaba de las conversaciones, claro está. Después de todo, en esa cafetería conoció a su marido cuando los dos trabajaban como economistas de a pie. Fue un amor sustentado en un “acuerdo perfecto en macroeconomía”, reconoció Akerlof en su biografía.
La carrera siguió como miembro del Consejo de Gobierno desde 1994 hasta 1997, cuando renunció para ser asesora de Bill Clinton por dos años. Posteriormente pasaría seis como presidenta de la Reserva Federal de San Francisco antes de que Barack Obama la nombrara vicepresidenta del banco central en 2010, bajo la presidencia de Ben Bernanke.
Sus partidarios siempre dicen que Yellen ha querido hacer más transparente a la Fed y ha buscado que sea entendida por el gran público. Por eso no se extrañaron cuando, siendo vicepresidenta, lideró una comisión para explicar mejor la toma de decisiones, y el año pasado consiguió que el banco central publicara por primera vez sus objetivos de inflación y desempleo.
Porque el desempleo es la gran obsesión de Janet Yellen. Por eso se ha ganado el rótulo de “paloma”, lo que en la jerga de los bancos centrales significa que está especialmente preocupada por el desempleo, frente a los "halcones", más concentrados en controlar la inflación. Sí, Janet Yellen tiene bien justificado su título de “paloma”. El desempleo es su leitmotiv. Desde que estaba en Yale la marcó James Tobin. Y después afianzó aún más sus ideas sobre el mercado laboral al lado de su marido con quien escribió un documento sobre la teoría de la “eficiencia de los salarios” sosteniendo que contrario al modelo de mercado libre, los bajos salarios pueden conducir a mayor desempleo.
Desde que se convirtió en vicepresidenta de la Fed, Yellen sustentó sus políticas expansionistas mostrando descarnadamente el costo humano de la recesión y especialmente en los altos niveles de desempleo. Sobre los desempleados ha dicho:
No son solo estadísticas para mí. Sabemos que el desempleo a largo plazo es devastador para los trabajadores y sus familias… Cuando llevas seis meses o un año sin trabajo, es difícil firmar un contrato de alquiler, así que incluso la opción de mudarse para buscar empleo no es posible. El precio es terrible para la salud mental y física de los trabajadores, sus matrimonios y sus hijos.
Pero no se queda solo en la parte humanitaria del problema. Hace poco escribió: “El desempleo de largo plazo es un gran problema porque tiene el potencial de constreñir la economía… Las personas sin trabajo por un periodo largo se vuelven menos empleables aún después de que la economía se fortalece”.
Quizá por estas posiciones es que sus detractores se han atrevido a decir que es “más paloma que Bernanke” y más propensa a intervenir en la economía. "Un cliente me dijo hace unas semanas que si Karl Marx digiriera el mundo, elegiría a Janet Yellen como su gobernadora del banco central, comentaba el año pasado un analista de Nomura, la firma financiera que compró lo que quedaba de Lehman Brothers en octubre de 2008.
Una exageración, quizá. Pero quizá por eso, por su persistencia en bajar la tasa de desempleo, fue que confió en ella Barack Obama para presidir la Fed, no solo como la primera mujer en toda su historia, sino para no perder la gran oportunidad política de escoger el primer demócrata desde 1979. “Yellen no tiene una bola de cristal, pero tiene un profundo conocimiento acerca de cómo funcionan los mercados y la economía, no solo en la teoría, sino también en el mundo real”, dijo cuando propuso su candidatura.
La batalla por la presidencia fue una dura batalla. En el camino quedó el exsecretario del Tesoro Larry Summers, mientras recibía apoyo desde las dos orillas: Krugman desde el New York Times y el conservador The Economist. Al final 56 votos a favor y 26 en contra en el Senado le dieron la sucesión de Bernanke.
La pluma de los caricaturistas se afila en el poder sobre el dólar y la "paloma" del banco central
La aliada de Bernanke para poner en marcha las medidas extraordinarias para enfrentar la crisis, —el pinchazo de la burbuja inmobiliaria que Yellen previó en el 2007, como consta en los documentos revelados el año pasado—, ha seguido su ruta. La gran inyección de dinero barato empezó a dar resultado y Yellen decidió comenzar a reversar el proceso, y cortó el chorro a desde octubre pasado.
Menos dólares y expectativas de mejores tasas de interés han hecho lo suyo: fortalecer el dólar frente a gran cantidad de divisas incluyendo el peso colombiano y el euro que hoy está influenciado además por la misma medicina de liquidez que Estados Unidos ha utilizado para reanimar la economía. Habrá que traer una bola de cristal para predecir a qué niveles llegarán peso y euro porque ningún analista se arriesga a casarse con una cifra. El peso va por encima de los 3000 por dólar, aguantando también la embestida de la caída en los precios del petróleo. Y el euro… hace unos meses Goldman situaba el tipo de cambio en 2016 en 0,85 dólares, mientras que ING, ABN Amro y Ebury hablaban de 0,95 dólares. Otros se unían a estimaciones del euro por debajo de la paridad, como Deutsche Bank o Citi, que esperan hasta 0,9 y 0,97 dólares respectivamente.
Las expectativas fueron muy grandes en junio y septiembre. Janet Yellen se mantuvo silente. Fue ayer 17 de diciembre cuando incrementó la tasa de fondos federales a un rango de 0.25 a 0.50 por ciento, enviando un mensaje de que el ritmo de alzas a futuro será gradual y cauteloso. La economía ya estaba preparada desde hace tiempo para un incremento en las tasas (las previsiones de crecimiento económico están entre 2,3 % y 2,7 % y el desempleo ha caído a un más manejable 5,5 %) pero algunos acontecimientos mundiales retrasaron la decisión. Otra muestra del enorme poder de esta mujer que Forbes sitúa de séptima entre los poderosos del mundo, solo superada por Vladimir Putin, Ángela Merkel, Barack Obama, el papa Francisco, Xi Jinping, y Bill Gates.
Lo que sus cercanos aseguran es que la dificultad de tales decisiones no hacen mella en su personalidad extrovertida y su fino sentido del humor. Como recuerdan quienes fueron a la fiesta de despedida de Bernanke y Yellen los sorprendió al mencionar en su discurso que había soñado que Bernanke era Obi-Wan Kenobi, el veterano héroe de Star Wars y ella era su protegido, el joven Luke Skywalker. Lo que no se sabe hoy es cuántos en el mundo mantendrán la sonrisa de aquella noche.