La muerte como fin de la vida, es simplemente la perdida de la capacidad del organismo para su funcionalidad, que puede devenir en forma natural (enfermedades, procesos degenerativos - vejez), por violencia (homicidios, suicidios, accidentes de cualquier orden) o por situaciones indeterminadas, inesperadas, que pueden proceder de actos criminales.
Para determinar jurídicamente cómo fue que la víctima perdió la vida, se requiere calificar los rasgos físicos de la persona o victimario, su rol, sus motivaciones, los procedimientos y circunstancias de tiempo, modo y lugar; vulnerabilidades psicológicas y sociales, de la víctima; relaciones sociales, instrumentos o elementos utilizados, como las políticas o relaciones existentes entre la víctima y victimario; y los beneficios, asociados a la muerte. En consecuencia, los pueden llamar asesinatos u homicidios.
Desde esa perspectiva, lo que se quiere significar, es que el asesinato es una forma agravada del homicidio.
El asesinato es calificado como tal, siempre y cuando la victima se encuentre en estado de indefensión, intensifique el sufrimiento de la víctima y las consecuencias de este comportamiento traiga consigo una recompensa de orden económico, presión política, guerra psicológica (buscar la humillación, doblegar y disminuir la moral de su contendor) y mostrar su territorialidad.
Si a lo anterior le involucramos una cantidad de personas, a esto se le debe llamar masacre (matanza conjunta de varias personas indefensas) y no como lo han querido calificar de “homicidios colectivos”, tratando de disminuir el valor semántico de la palabra.
Es una búsqueda de dominar el pensamiento colectivo, para evitar las reacciones emocionales, que estos hechos despiertan en cada uno de nosotros.
Las muertes “no naturales” tienen una finalidad, sus niveles de acción van desde lo individual (intrapersonal), pasa a, entre personas (interpersonal) y termina en lo grupal (colectiva) y sus escenarios son la persona en sí misma, la familia, las amistades, los espacios locales, regionales, y los estados.
La finalidad u objetivo de cegar la vida, se puede expresar como: violencia impulsiva, que es reactiva, afectiva, en la que actúa el pensamiento emocional; violencia premeditada o instrumental, es elaborada, obedece a unos planes estratégicos establecidos, y allí actúa el pensamiento racional; violencia pasiva, se caracteriza por fomentar las vulnerabilidades, asociada a la ausencia de acciones que pueden evitar daños.
Popularmente a este tipo de comportamiento se le dice “ojos que no ven, corazón que no siente”. Es posible que aquí es donde surge, o es el escenario de la impunidad.
Las formas de su materialización, son atentados terroristas, masacres, guerras, violencia intrafamiliar, riñas, protestas, enfrentamientos callejeros, dominación territorial, suicidios, accidentalidad (natural o artificial), desnutrición, falsos positivos, paseo de la muerte, ausencia de servicio médico, negación de medicamentos, ausencia de estado, alianzas entre el crimen y la política, etc.
Si llegamos a una muerte natural y que debería ser así, donde nuestros hijos son los que nos deben enterrar (aceptación de la separación) y no al contrario. Esa meta u objetivo debe estar presidida de una existencia digna. Cuando hablamos de digna, se refiere, a que todas las personas sin discriminación, no han sufrido carencias como educación, alimento, salud, vivienda, trabajo, seguridad, acceso a los servicios públicos, etc.
Cuando la muerte no cumple su ciclo normal, sentimos que allí existe una injusticia y da rabia. Y para que no pase desapercibida, de manera pública, los medios de comunicación los dan a conocer, como noticias principales, obituarios o como condolencias.
A los muertos se les califica, o se le da mucha importancia de perdida a su fallecimiento, dependiendo, si es un actor, cantante, deportista, político, estudiante, sacerdote, militar, policía, campesino, habitante de la calle, médico, indígena, comerciante, taxista, autobusero, ciudadano, hijo, familiar, delincuente, etc.
Para visibilizarlos, como estrategia política, se hace uso de conceptos cargados de afecto, para movilizar la meditación de la comunidad, insertando en ella, actitudes, representaciones y deseos, con el fin de persuadir, manipular. En otras palabras, es sembrar odios, ira, rabia, repulsión, los cuales están por encima de la misma muerte.
La muerte es igual para todos, sin ningún tipo de discriminación o calificativo que se le asigne para darle importancia. No existe diferencia, entre las víctimas, por homicidio o asesinato, son simplemente unos cadáveres.
A esta altura, surge la pregunta, ¿si la muerte tiene valor? y si lo tiene ¿Qué tipo de valor se le asigna? y ¿Quién o quiénes son los beneficiarios?
En otras palabras, la imagen que genera, es la que se relaciona o se asocia con el afecto, producto de una relación cercana, al valor que le asignamos a los momentos de interacción (coexistencia), su genética (genealogía) y las formas de relación social (convivencia)
Morir o que lo maten, para convertirse en un cadáver, conlleva a que la percepción de ese evento o resultado, desde la órbita cultural, para nuestras familias, amigos, y población en general, es sacar a la luz pública, lo bueno que fuimos y que nadie en vida (muy pocos) no lo evidenciaron. Nos dicen que fuimos buenos, comprensivos, empáticos, héroes, creativos, altruistas, disciplinados, etc.
Elaborando unas estadísticas muy superficiales y obtenidas de algunas fuentes, el número de muertos es de 466.116, que sin lugar a dudas esa cifra es mucho mayor.
Me disculparan, por no establecer un mismo período para el registro de muertes. Lo que quiero, es que podamos ver las muertes per se y su contexto
Los asesinatos de Policías, son 65, de ellos, 35 en servicio (El colombiano 26 de julio de 2022).
La muerte de lideres sociales, y firmantes de paz 1.327. (infobae 18 marzo de 2022).
Venezolanos 367 (6 de julio de 2022, Canal1)
Los homicidios, que no son otra cosa que, también asesinatos, como lo hemos dicho más arriba; en sólo Bogotá, se registran de enero a junio de 2022 una cantidad de 467 (datos secretaria distrital de seguridad, convivencia y justicia -SIEDCO).
De acuerdo con la fuente: Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses-INMLCF/ Grupo Centro de Referencia Nacional sobre Violencia-GCRNV. Las muertes violentas (homicidio, eventos de transporte, accidental y suicidio a junio del año en curso suma una cantidad de 13.224
No se deben olvidar los falsos positivos 6.402 (JEP: 2002 -2008).
La comisión de la verdad revela una cantidad de 450.666 muertos (el espectador 28 junio de 2022).
A esta altura, sin tener otras fuentes y fechas, surge otra inquietud. La cantidad de muertos ¿qué tipo de valor social tiene para todos nosotros o cómo lo interpretamos? Estos valores sociales, ¿garantizan nuestra convivencia o por lo contrario nos divide?
Dentro de estas muertes (registros) no se encuentran cuerpos de los poderosos, ni de alguno de sus familiares. Es el pueblo que se está matando.
En las narraciones, de las muertes, únicamente se centran en motivos políticos y sociales y en los valores que se les asigna a las actitudes de ellos asociadas, correlacionadas o establecidas con su rol social y laboral.
Si a la narración se le alimenta con un gran sabor dramático, el grado e importancia asignado al personaje, como el contexto, donde se orienta la mentalidad de la ciudadanía, se da a entender que se avecina una destrucción. Con ello se busca, dividir aún más la sociedad (polarizarla), y ubicarla en dos posiciones: “estás conmigo o estás contra mí”. Lo anterior significa alinear la opinión pública en alguno de esos extremos.
Fomentar el conflicto es más clave por cuanto nos lleva a enfrentamos, justificando culturalmente estos hechos, por encima de la propia personalidad, su ética y moral.
Esta situación que ha vivido Colombia y que sigue viviendo, por mas de 50 años, se asemeja a la historia de la literatura griega, construida alrededor de la muerte de sus protagonistas (personajes, no pueblo). Sus decesos se dieron luchando, otros por traición de sus familiares, otros por sus enemigos, otros por accidentalidad y otros por su ancianidad. La muerte de ellos, como tal, era más importante que su propia vida. Esto no esta lejano a lo que nos sucede. Nuestros muertos son más importantes por el rol que juegan en la sociedad, más que por su proyección de vida familiar y social.
Para darle valor y empoderamiento a sus muertes, hemos creado y aceptado escenarios de batalla, guerra, y así declararlos héroes. Adicionalmente, el valor asignado como héroe, se intensifica si la ceremonia de entierro y exequias se ejecuta bajo un rito colectivo, dando a entender que su sacrificio fue por la patria.
Venga de donde venga la muerte, lo que matan es a la persona a un ser humano. Y detrás de esta muerte, lo que se quiere, en última instancia, es doblegar, subordinar, intimidar, acomodar, a través de esos seres, lo que ellos representan socialmente (estereotipos).
Para finalizar, la violencia en su manifestación más extrema es la guerra.
La violencia física, sexual, verbal, psicológica, negligencia-omisión, asociada con su frecuencia, intensidad, como duración en el tiempo, es un problema de salud pública (mental, física, social),
En consecuencia, el comportamiento violento, lo debemos interpretar o entender como un problema que afecta la salud social, contaminando los contextos.
En otras palabras, la violencia es un problema de salud mental. Se tiene que diagnosticar, determinar sus formas de tratamiento y planificar su prevención.
Es decir, debemos apuntar a tener escenarios psicosociales agradables. La responsabilidad individual y de hecho colectiva, es una forma de tratar, neutralizar y por qué no, eliminar sus causas.
Estamos viviendo, en escenarios tóxicos (ausencia de estado, desesperanza aprendida, grupos de criminales, zonas de comercio del narcotráfico, minería ilegal, contrabando, pobreza, desempleo, desplazamientos, familias disfuncionales, etc.), que sumados a los escenarios internos laborales (salarios, rotación laboral, falsa meritocracia, ausencia de lideres auténticos, perdida de legitimidad, acoso laboral, etc.), son caldo de cultivo, para la enfermedad social, llamada violencia, que se adicionada a la paranoia social y pérdida de credibilidad institucional. Todo lo anterior nos lleva a que existan comportamientos, anómicos, y otros que quitan vidas.
En una relación social, donde este influenciada por la fuerza, esta relación se convierte o transforma en una relación física, de fuerza, de dominio, de posición.
Por lo anterior, la construcción de la vida parte de las contradicciones, diferencias. No deben partir de los antagonismos. Los intereses, se pueden conciliar y se ubican muy por encima de las posiciones.
Debemos dirigir todos nuestros esfuerzos individuales, como colectivos; a disminuir el sufrimiento, acabar con la desesperanza aprendida, tener mejores modelos de vida. El remedio es la cooperación y una lucha común, de crecimiento colectivo.
No olvidemos que hay mortalidad evitable y no evitable. Todos nuestros muertos por violencia, deben ser tratados dignamente. Pero este ritual no debe existir. Eso es justificar que estamos acabando con la esperanza de vida.
Con honrar la muerte, se quita un peso de encima, el estado, el gobierno, la sociedad. Únicamente los seres cercanos a la víctima, son los que elaboran el proceso de duelo (negación, ira, negociación, depresión, aceptación).
Los privilegios de las elites, no deben crecer con la socialización o construcción de un yo, una personalidad, del ciudadano, a partir de sus propios intereses y en consecuencia, ellos valorar los sacrificios de vida de la comunidad.