Aunque la muerte es algo muy asociado a nuestro país, desgraciadamente, donde al parecer es uno de esos lugares donde más se amaña, no me enfocaré en este corto ensayo sobre la muerte a este caso específico, sino a darle una mirada a esta fase que significa el final de la vida o de lo que está vivo, donde lo que se mueve, respira y siente termina definitivamente, al menos en el estado en que los seres humanos lo conocemos o creemos saber.
La muerte siempre es y seguirá siendo un tabú o un tema “prohibido”, por lo menos en todo lo que se conoce como Occidente, que no es más que esa porción de territorio mental que se encuentra al otro extremo del pensar y creer sobre ese asunto en otras civilizaciones y culturas, donde sus religiones que distan entre sí, la ven de otro modo.
Tabú porque nunca la hacemos tema de conversaciones familiares en un almuerzo, o porque siempre queremos que permanezca oculta de nuestra vista emocional y la de nuestros seres queridos, dado que mencionarla invoca angustia y negación.
Claro, nada de lo dicho hasta aquí no es algo que ya sepamos todos, solo que cuando se quiere abordar el tema de la muerte hay que hacerlo con malicia porque es como caminar sobre un piso encerado.
Quizá algo que despierte la morbosidad en la psiquis de la gente en nuestras latitudes, es la muerte misma. La rechazamos conscientemente pero nos atrae cuando es el “otro” quien la padece. O sino ¿Cómo explicamos que las multitudes se aglomeran frente a personas fallecidas en accidentes o asesinatos?, donde vemos toda clase de muecas faciales de los curiosos-morbosos como si estuvieran frente a un espectáculo.
A la muerte le tememos pero nos despierta fascinación y nos dispara la adrenalina “necrofílica”.
El eternismo o inmortalidad siempre nos arropa con una gruesa y mullida piel cuando somos niños o estamos jóvenes, la muerte es algo tan imposible como una quimera, por eso es tan devastador cuando sucede. De hecho frente a la muerte el peor error es ser jóven, pues este la desafía irracionalmente, y aquella toma esa vida como si se tratara de un reto. Como leí alguna vez por ahí “morir jóven es un naufrágio, morir viejo es llegar a puerto seguro”.
En nuestra cultura occidental, los jóvenes parecen menospreciar su propia vida tomando arrojos descabellados con acciones conscientes, mientras en muchas culturas y religiones orientales, los niños y jóvenes se inmolan bajo creencias sembradas en donde la gracia divina los premiará, siendo sus acciones manipuladas y sin derecho a decidirlas. ¡Qué gran diferencia!
La pregunta que todos los seres humanos nos hemos hecho desde que somos especie pensante es qué hay más allá de la muerte. La única respuesta cierta que siempre aparece es que “nunca nadie ha regresado para contarnos”. Y ante el gran dilema aparecen los creyentes en Dios, los científicos, los ateos o agnósticos, cada uno interpretando a su manera el misterio de la muerte, porque eso ha sido siempre, un misterio, el que más sobrecoge y desconcierta a los seres humanos.
Pero si a lo largo de la existencia humana ha habido gente que casi que han estado en las puertas mismas del reino de la muerte, han sido los filósofos, como para decirlo de forma metafórica, ellos sí que “le han tocado una puntica”, de hecho, y a pesar de mis creencias y espiritualidad, me encanta coger esos caminos que llevan hacia los laberintos de estos señores, aunque me pierda eternamente.
Y cuando uno lee a estos grandes sabios y pensadores se deduce que son como los biógrafos de la muerte; han llegado a conocer sus defectos, virtudes y “ventajas” incluso.
Obvio sin generalizar porque hubo algunos en la antigüedad y los han habido más recientemente, que difieren en sus conceptos, pero como sea ha existido una gran corriente de pensadores unánimes en sus “pensadurías”.
Para unos el ser humano existe simplemente para morir, su misión como ser viviente no tiene ningún sentido, es un fracaso. Para otros la muerte es la forma ventajosa y perfecta en que el ser humano “vivirá por siempre, logrará la inmortalidad”. Algunos le dieron la importancia de que con esta “el hombre realmente podrá se libre de la Naturaleza que lo tiene encerrado”, aunque la verdad personalmente quisiera que esta me encarcelará de por vida.
Sartre dijo que el ser humano solo alcanza su plenitud y autenticidad con la muerte. Aunque Aquino se acerca más a lo que pensamos los “occidentales” cuando decía que “la muerte es la peor desgracia humana”. Se encuentra también que varios pensadores creían que la filosofía era como un manual para prepararse a morir, lo de manual es mío pero esa es la idea.
La muerte también llega a ser el mejor paliativo ante el sufrimiento intenso de un ser amado que está llegando al final de su vida, cuando incluso a veces la invocamos por misericordia, pero como jamás hemos estado preparados y listos para el momento que llega, no la queremos ver de frente, porque una cosa es llamar al diablo y otra es verla llegar, algo más o menos así.
Muchas cosas en la forma en que vivimos marcan o dicen quiénes somos o cómo somos. Es una sentencia social. Y una frase muy famosa es “dime con quién andas y te diré quién eres”, pero en este ensayo preguntaré mejor “dime cómo vives y te diré cómo morirás”. Aunque los hechos a veces dan la razón, no siempre la muerte es justa a cómo se vivió. Por ejemplo el violento, agresivo, bandido o criminal tendría una muerte más acorde a cómo vivió, pero personas que han vivido de forma tranquila y pacífica han tenido muertes crueles o dolorosas; aquí valdría preguntarse si se trata de suerte, una mala suerte a la forma de morir.
Pero un tema de discusión entre las personas es cuando unos dicen que “todos tenemos una hora y día para morir, nadie muere en la víspera” y que “ese es el destino”. La contra parte refuta eso y no acepta ese designio como algo determinado por el destino o por la vida o por Dios.
Y aquí vale preguntarse si realmente esto es así o no lo es. Porque algo que sí es cierto es que las personas toman riesgos o son irresponsables o temerarias sin medir consecuencias. Entonces, el muchacho que se sube a un edificio a hacer parkour exponiéndose a grande alturas y peligros y se mata, ¿Se lo buscó “porque así lo quiso” o fue un designio del destino, era su hora y día? Pienso que el chico tuvo una oportunidad para decidir.
O la persona que conduce juicioso su vehículo pero que un irresponsable o borracho lo choca de frente y solo muere el juicioso en el accidente, ¿Era su hora y día? Pienso que el conductor responsable no tuvo oportunidad de decidir por el irresponsable o el borracho. Vemos pues que la vida o la muerte o las dos juntas, actuaron con justicia en el primer caso y de forma mezquina en el segundo. ¿La muerte no es justa y sí arrogante y la vida solapada y frágil?
Y por último nos quedan los que deciden irse a destiempo. La ciencia siempre ha catalogado a los que se quitan la vida de cobardes, creo que son lo contrario, muy valientes.
¿Cree alguien que es fácil apuntarse con un arma en la cabeza y dispararse? ¿O subir a la terraza de un alto edificio o a un piso cuarenta y lanzarse? ¿No se requiere de fortaleza, mucha voluntad y valentía?
No sé realmente lo que ocupa la mente de un suicida, debe ser algo verdaderamente terrible; pero es un acto de consciencia total casi siempre bien elaborado, por lo tanto la decisión de quitarse la vida debería ser reivindicada como algo valiente y no cobarde.
Algo que debería la gente hacer ante un suicida es nunca juzgarlo, pues como decimos “nadie sabe la cruz que carga el otro”. No es una apología y voz de aliento para quien consideren quitarse la vida, pues con sus imperfecciones la vida es lo único que conocemos y ella siempre nos ofrece oportunidades para solucionar las cosas que nos agobian, de hecho la vida es algo hermoso; en cambio la muerte es desconocida, intangible mientras exista vida, y seguirá significando el misterio más incomprendido y temido de los seres humanos.
Además, ¿por qué temerle a la muerte si ella simplemente no existe mientras usted que lee y yo estemos vivos? Seguirá siendo una entidad encerrada en una caja con cerradura muy liviana, esperando ser abierto, no sabemos por quién o por qué, un día y una hora.
Pero siendo optimistas, a veces creo que la muerte nos da la opción de retrasarla o esquivarla, ¿usted lo cree así?