La muerte de un toro es ir en defensa de lo estúpido

La muerte de un toro es ir en defensa de lo estúpido

No hay leyes y educación estatal sólida, mucho menos debates serios que reivindiquen y creen consciencia sobre las decisiones que afectan los derechos de los animales

Por: Alonso Rodríguez Pachón
enero 06, 2015
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La muerte de un toro es ir en defensa de lo estúpido

El pasado fin de semana y gracias a un video aficionado que captó la brutal masacre a un toro en las corralejas del municipio de Turbaco en el departamento de Bolívar, lo único que dejó son más preguntas sobre la manera en que se concibe la protección para los animales en los llamados “espectáculos taurinos”, o como lo definió la Corte Constitucional: “expresión artística”.

A comienzos del mes de septiembre de 2014, la Corte Constitucional mediante decisión en sala de revisión consideró que se reanudarían en Bogotá los espectáculos taurinos, ratificando una vez más su postura sobre el tema y dejando sin piso la resolución que había sido puesta en marcha por parte de la alcaldía de la Capital de la República. Por lo cual, la consecuencia de esta decisión tuvo que ser, de alguna manera, de alcance nacional, porque así haya sido tan solo un fallo de tutela, confirma y le da un vuelco jurídico a otras dos sentencias de constitucionalidad.

En aquella ocasión, la decisión dejó un sabor agridulce para aquellos defensores de los animales, al igual que dejó ver en este alto tribunal un perfil que apunta a decisiones puramente políticas que aplastan las jurídicas. En una parte del fallo, los magistrados debatieron si las corridas en la ciudad correspondieron a una tradición cultural e histórica, en la que las costumbres derriban los derechos en defensa de los animales. En el mismo sentido, más que debatir y declarar los derechos de los animales en su profundidad, se centraron en señalar que la fiesta brava corresponde más a una “forma de arte”.

Y no es para menos. Con lo que sucedió en Turbaco, pareciera que el historial que dejan estas prácticas hacia los animales abre cada vez más una grieta a nivel legal y, dicho sea de paso, deja en entredicho algunos conceptos jurídicos que la legitiman.

Lo anterior, sugiere que también es posible crear una tradición cultural e histórica diferente a la de los toros. Así pues, imaginemos lo siguiente: Por qué no nos encerramos en un salón, o mejor, por qué no en una plaza, y empezamos a patear perros, gatos y un par de aves hasta cuando revienten en sangre. Si es posible inventamos banderillas. Luego llamaremos a mucha gente y cobraremos la entrada con exclusivos palcos para nuestros amigos los procuradores, congresistas, alcaldes y ministros. Cuando terminemos, lo haremos de ahí en adelante, ininterrumpidamente tantas veces como se pueda. Cuando cumplamos 3, 15, o 70 años durante repetidas ocasiones en ese lapso de tiempo, podemos salir a gritar que ya tendremos una práctica cultural, lista para que cuando nos demanden se pueda defender como una “expresión artística”. Y eso es arte.

¿Pero estamos frente a un arte o frente a los derechos de los animales? Es abominable que un ser humano se ensañe caprichosamente contra un animal que viene a cumplir una función determinada en la naturaleza. Los toros no deben ser parte de un circo que se divierte, óigase bien, intencionalmente infligiendo el sufrimiento. Es como coger a patadas un perro, un gato, etc, y esperar con satisfacción su muerte. Es una actitud sádica y no deja de ser un trato cruel hacia los animales. ¿Y eso es arte? Arte es ver pintados un par de toros en un lienzo o un mural; es ver el toro de Wall Streed (Charging Bull), de Nueva York. ¿Acaso es arte un lugar donde algunos le dan rienda suelta a sus desenfrenados impulsos para torturar a los bovinos? Si es así, entonces ¡Vamos todos a coleccionar y colgar la cabeza de los perros y de los gatos en la sala de la casa! ¡También sus orejas!

Es irrisorio ver cómo la mayoría de gobernantes y defensores de derechos se ufanan de mencionar, en diferentes escenarios académicos, que somos un país en tener una constitución con un contenido enfocado a la defensa de los derechos. Varios de los magistrados que discutieron sobre la permanencia de las corridas de toros son académicos en varias universidades; imparten la enseñanza de derechos y, posiblemente, también alardean hablar de derechos. Al igual, varios de los congresistas a quienes se les delega, mediante el voto popular, la posibilidad de que legislen algunos de los anhelos de sus electores, también imparten educación de derechos en varias universidades. Lamentablemente en éste país, el ostentar un cargo público hace que sus decisiones sean permeadas por aspectos políticos para moldear los jurídicos y que sus pálpitos como servidores públicos obedezcan más a intereses particulares. ¿Dónde queda la protección especial a los animales? ¡Qué buen congreso! ¡Qué bonito país!

Pero apreciado lector, medite esto tan sencillo: en una “plaza taurina” el animal es sometido a una tortura; su única función es generar la satisfacción y el interés económico, tanto de sus expectantes como de su victimario. Lo que no es nada parecido a una expresión artística, tal y como lo equiparó Alberto Casas en la W Radio a un juego de futbol. ¡Por favor! Las diferencias saltan a la vista, sería teñir aspectos de deducción lógica con una pseumoral amañada, para tratar de encajar una justificación razonable en algo que no tiene sentido.

Un indefenso toro, es un animal que cumple con una cadena alimenticia natural de las especies. Y para quitar todo tipo de duda y confusión, en el “matadero”, lugar donde se le quita la vida a este animal, no se juega en corrillo tratando de buscar la satisfacción de unos palcos. Su muerte inminente no es con sevicia, es realizada con técnica y viene primero a la agonía del sufrimiento.

Por ahora, no hay leyes y educación estatal sólida, mucho menos debates serios que reivindiquen y creen consciencia sobre las decisiones que afectan los derechos de los animales. Pero con ese apoyo estatal y legislativo en Colombia, sugiere que la muerte de los animales es ir en defensa de lo estúpido. Así se hace más fácil, para los “amantes taurinos”, seguir matando toros.

Twitter: @Alonrop

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