Cuando en los hogares se solía preparar las masas para meterlas al horno se le pedía ayuda a la empleada, a quien se le decía: “Procure mezclar bien la masas, labor que consistía en agregarle a la harina de trigo o de maíz una dosis adecuada de mantequilla, huevos, azúcar, leche y otros ingredientes para que el pan quedara bien sazonado”.
Con el tiempo se empezó a conocer que a los trabajadores rusos se les trataba con el mismo término y con ellas se presagiaba dialécticamente el triunfo de la revolución o de las “masas”. Rusia era además un gran productor de trigo.
En las clases de física también fuimos aprendiendo acerca de las propiedades de la materia, las de la inercia y la resistencia, la aceleración y hasta de los conocimientos entorno a la fusión nuclear, que nos remitía a “las masas”.
Posteriormente, inducidos por el concepto de “revolución de las masas”, descubrimos que había desaparecido el “individuo soberano” de Rousseau, para situarnos en un estadio superior; en una oleada incontenible, arrolladora y humana, capaz de transformar las condiciones políticas del Estado vigente.
La nueva categoría fue utilizada por los partidos de izquierda, influenciados por la revolución bolchevique y operó como una respuesta política a los sectores elitistas que, para denigrar de sus contradictores, calificaban al pueblo como chusma o gentuza portadora de la irracionalidad.
Se recordará que Ortega y Gasset, en La revolución de las masas, se pronunció contra la revolución y el fascismo, desde una vertiente puramente liberal.
El vocablo adquiría fama y se repetía con cierta pretensión de poder en los círculos de izquierda. “Hay que aprender de las masas” era la consigna, mientras las grandes concentraciones fabriles fomentaban la creación de sindicatos para presionar mejoras laborales.
Pero “las masas”, en apariencia autónomas, fueron perdiendo importancia política por la caída de la Unión Soviética y, con motivo de la desregulación laboral inducida por la globalización, se redujo la masiva afiliación de los trabajadores a las federaciones obreras, descendiendo el volumen de las masas”.
Disminuido históricamente el concepto de masas, hicieron las “tribus urbanas”, de la mano del filósofo Maffesoli, empujadas por estímulos massmediaticos, sin vínculos laborales orgánicos en calidad de muchedumbres, que comenzaron a deambular por los centros comerciales adorando el shopping center.
La cultura política “de masas” había dado un vuelco histórico regresivo y el cliente, la marca y el entretenimiento, glorificado por el mercantilismo, se tomaban los espacios urbanos con el nacimiento de los centros comerciales.
Sin embargo, no hay duda de que “las masas” fueron un valioso acontecimiento político, hoy reducido a la categoría de clases sociales, metáfora política utilizada como supremo instrumento para designar el dominio ordenador del Estado benefactor, que entró en decadencia, con el advenimiento del mercado, que ha hipnotizado tanto a productores como trabajadores .
Lo que sí queda claro es que con la conquistas de las clases subordinadas, relacionadas con la protección económica, social y cultural, fueron logradas en el mundo por formidables movilizaciones de “masas” , traducida das en huelgas, revoluciones, motines y dolorosos levantamientos obreros que arrancaros reivindicaciones como derechos de los trabajadores a una vida más digna, tales como “las ocho horas para el trabajo, ocho horas para la familia y ocho horas para dormir”.
Chicago, Filadelfia, Baltimore, Londres, Ottawa y Barcelona fueron grandes escenarios de reivindicaciones obreras. Conquistas que no fueron dádivas, obsequios ni regalos. Tampoco nacieron por generación espontánea de la economía.
Gracias a la lucha de los trabajadores en el mundo, usted, si es empleado o trabajador, puede disfrutar de ocho horas diarias de sueño.
Salam aleikum.