El panorama de la movilidad en Bogotá es crítico y lamentable. El retraso de más de 50 años en infraestructura vial se refleja en la inexistencia de una política pública de largo plazo en la materia, además de la falta de compromiso de las últimas administraciones con el desarrollo de este sector.
El plan de desarrollo "Bogotá Mejor para todos", presentado por el alcalde Enrique Peñalosa, es el más ambicioso que se le haya aprobado a administración alguna. Cuenta con un presupuesto que supera los $43 billones de pesos para reparación y construcción de la malla vial, de ciclorutas, ampliación de la red troncal de TransMilenio, ejecución del 30% de la obra civil de la primera línea del Metro, optimización del Sistema Integrado de Transporte Público, entre otras acciones que buscan mejorar la movilidad de peatones, ciclistas, usuarios del transporte público, colectivo e individual, así como del transporte privado.
Esta gran apuesta contrasta con una de las peores crisis —si no la peor— en materia de movilidad urbana en toda su historia. Hay colapsos por doquier, muchos de ellos causados por factores relativamente circunstanciales y otros derivados de problemas que provienen de tiempo atrás, de la expansión acelerada de Bogotá y de una falta de planeación en el crecimiento y visión de ciudad.
Así mismo, hace falta reconocer que los antecedentes de la malla vial bogotana no son los mejores; esta en su mayor parte fue mal planeada y construida. Sumado a esto, en la última década, los contratistas perfeccionaron las trampas para obtener mayores ganancias en la ejecución de las obras, con reducciones de las especificaciones técnicas estipuladas en los contratos, retrasos que dilatan e incrementan los valores iniciales representados en adiciones y mayores valores de obra.
Otro aspecto que ha incidido en el deterioro actual de gran parte de la malla vial ha sido el descuido en su mantenimiento y reparación, especialmente en las administraciones anteriores que invirtieron poco o nada en ella, además de las malas prácticas administrativas por competencias de los fondos de desarrollo local, la UMV y el IDU, que hasta hoy, no muestran capacidad de articular los proyectos necesarios en las diferentes localidades para el mejoramiento de la movilidad.
La crisis del Sistema de Transporte Público es evidente y será determinante su solución en los dos próximos años que le quedan a esta administración. Las demoras en la implementación integral del sistema, el sostenimiento de los "provisionales" que permiten el desangre tarifario, la asidua accidentalidad de los buses por falta de pertenencia y responsabilidad de los conductores, son algunos problemas que no han sido superados. Además, esto aunado a la liquidación de las empresas Egobus y Coobus que estaban encargadas de una gran parte de la oferta de rutas de Suba, Fontibón y Ciudad Bolívar, pueden llevar a un problema de índole social sin precedentes y mucho más si tenemos en cuenta que no se logra concretar un plan de contingencia a corto y mediano plazo.
Ahora bien, no entiendo por qué no se da prioridad a TransMilenio por la Avenida Boyacá, la cual cuenta con diseños desde el año 2015, en lugar de hacerlo por una vía que ya cuenta con una buena oferta de transporte en Bogotá como es la carrera Séptima, que funciona muy bien con las rutas del SITP y que debido a su corto espacio a lo ancho en la mayoría de las zonas por donde pasa dificulta la construcción de una troncal, como la administración ha proyectado.
El futuro de la movilidad en Bogotá no es alentador, falta celeridad en la ejecución de las obras; después de casi dos años de administración ya no hay excusa. No se vislumbran los grandes proyectos viales, la avenida Longitudinal de Occidente ALO se enreda en los difíciles procesos de las alianzas público-privadas, la ampliación y prolongación de la avenida Boyacá, la prolongación de la avenida Ciudad de Cali, la ampliación de la calle 13, aún no están financiadas y dependen en gran medida del proceso de democratización accionaria de la Empresa de Energía de Bogotá. Por su parte, la Avenida Alsacia - Tintal, tan importante para descongestionar el suroccidente de Bogotá que se encuentra financiada por cupo de endeudamiento, se encuentra aún en diseños y se espera comienzo de ejecución de obra a finales del 2018.
Así mismo, la administración ahora tendrá que apresurar el paso para satisfacer los requerimientos del gobierno nacional y abrir la licitación del metro, con el fin de que su ejecución comience antes del 7 de agosto del 2018 y mostrarlo como otro logro adicional del Gobierno Santos. Sin embargo, aunque es una buena noticia para la ciudad, también es cierto que no se han preparado las vías alternas, con el fin de evitar el colapso que se pueda presentar por los respectivos cierres que se deben hacerse en procura de la ejecución de esta obra.
Estamos ante un problema que merece atención y urgente intervención, porque de seguir así, no veo un panorama halagüeño para la ciudad —sin ánimo de ser portador de malos augurios—, espero que esta administración rectifique el camino con obras y proyectos eficientes, de calidad, para mejorar el bienestar de todos los bogotanos.