El uribismo es en sí mismo una paradoja. Se reclama guardián de la moral. De hecho, su jefe es incapaz de hablar abiertamente de sexo, quizá piensa que eso mancharía su sacrosanta boca. Incluso, les pedía a los jóvenes aplazar el gustico, así con eufemismos, sexo solo dentro del sagrado matrimonio. Sin embargo, al mismo tiempo se relaciona con personajes de dudosa reputación pero de cierto renombre.
El carácter paradójico, para no decir cínico, del uribismo ha sido reafirmado este veinte de julio con la elección por parte de la alianza del gobierno, controlada por el Centro Democrático, de dos figuras muy cuestionadas como presidentes de la Cámara de Representantes y del Senado de la Republica. En el Senado eligieron al conservador Juan Diego Gómez, quien es señalado de haber comprado predios en sociedad con narcotraficantes procesados y condenados, ha estado relacionado con los directivos de Odebrecht y es hijo de alias La Ballena, juzgado y condenado a 8 años de cárcel por varios delitos. El senador Gómez cuenta además con una denuncia por estafa. Sin duda tiene el prontuario requerido para ser aliado del uribismo.
En la Cámara se eligió como su presidente a la uribista, Centro Democrático, Jennifer Arias. La representante afirma que no se le puede limitar por tener familiares involucrados en irregularidades. Las irregularidades: su hermano fue capturado por narcotráfico en los Estados Unidos, su padre fue condenado por homicidio, y se le atribuyen relaciones con connotados pilotos al servicio del narcotráfico.
Sin embargo, ese carácter paradójico del uribismo no asombra. Se trata de una fuerza política que actúa como vocero y defensor de los intereses de la criminalidad organizada; en sus filas pululan los corruptos, y los operarios políticos del narcotráfico, y el paramilitarismo. No es sino pensar en el prontuario de Álvaro Uribe, el gran defensor de la más cínica moralina
Sin embargo, los niños de Uribe no le siguieron el consejo, no aplazaron el gustico, o quizá siguieron su ejemplo de cinismo. Tomaron todos los atajos posibles, deseosos de darse todos los gusticos, uno de ellos desde los tiempos de estudiante universitario. Uno de sus profesores lo pilló haciendo trampa en un examen, lo que lo llevó a enfrentar un proceso disciplinario que pudo haber terminado en la expulsión del joven estudiante. Pero el joven no estaba solo, uno de los abogados del presidente de la republica acudió en su defensa y rápidamente el asunto se solucionó. Un simple profesor universitario no puede enfrentarse al abogado del presidente, que no es enfrentarse solo al abogado, es hacerlo con el presidente y todos los poderes que están detrás de él, de Uribe, incluidos paramilitares y narcotraficantes. ¿Cuántos estudiantes universitarios han sido defendidos por el abogado del presidente de Colombia?
Terminada la universidad, Tomás y Jerónimo fueron bendecidos con un lote que Bavaria les “vendió” por un valor muy inferior al comercial, luego el uso de los terrenos fue cambiado de uso rural a industrial por el concejo y la alcaldía del municipio, y posteriormente se les entregó la autorización de zona franca. En cada paso de estos los niños afortunados redoblaron su condición de millonarios. Y en Colombia eso se logra mediante el trafico de influencias. Pero son gente decente.
Y doña Lina, alma bendita, la menos cuestionada de la familia, habría acudido a una leguleyada, trampa legal, para apropiarse de tierras que por ley solo pueden ser entregadas a los campesinos colombianos. Resulta que entre las extensas tierras de la hacienda El Ubérrimo, la que un Uribe veinteañero compró con su sueldito luego de salir de la Aerocivil, en donde entregó (¿vendió?) licencias a aviones y pistas, se incluyen terrenos baldíos, que no se pueden comprar y vender para ser acumulados en grandes predios, solo se pueden comprar y vender entre familias campesinas dueñas de pequeñas propiedades. Pues bien, doña Lina aspira a que, con una demanda de prescripción adquisitiva de dominio, el Estado le entregue a los Uribe la propiedad de esas tierritas que no se pueden transferir mediante una compraventa. Hay que extender la haciendita. Esa es la moral uribista.
Entonces, resulta claro que el uribismo se exhibe como una fuerza moralista, rodeada de pastores y rezos, y al tiempo se relaciona y sustenta su poder con cuanto delincuente prestante sea posible.