Cuando llueve sobre la montaña, el corazón de cientos de habitantes del barrio San Isidro, en los cerros orientales de Bogotá, se detiene temiendo la avalancha. Cuando llueve sobre la montaña, Rosa María Galindo, directora de la Escuela Pedagógica Experimental, un colegio de 400 estudiantes, reza a cualquier dios que este allá arriba, para que el agua pare y no se lleve con ella cuarenta años de historia de su Escuela.
Pero hablemos ante todo de la montaña. Porque claro, ¿a qué clase de monstruo tan cerca de la ciudad se le permite aterrorizar de esa manera?. Y es que, ante todo, no hablamos de montaña, por más que de lejos pareciera una más de los cerros de Bogotá. Pero cuando uno se acerca, en el kilómetro 4,5 de la vía a La Calera, ve los 45.000 metros cúbicos de escombros y desperdicios. Son 32 metros de alto sobre los que, después de 10 años de crecimiento, ya se han alzado numerosos árboles, y la hierba ya cubre las rocas dejadas por construcciones de toda la ciudad de Bogotá. Por eso ahora muchos la llaman montaña. pero no nos equivoquemos, es una escombrera, una ilegal.
Y es que el problema no es tan viejo. Si nos remontamos tan solo 10 años atrás, desde la EPE se veía con claridad la ciudad, y solo las montañas naturales adornaban el panorama. Sin embargo un día llego una volqueta llena de escombros, y los arrojo en el predio adyacente a la Escuela. Luego llego otra, y luego otra, y luego muchas. Para el 2009, la EPE ya había iniciado el proceso administrativo correspondiente. Desde entonces, se han presentado ya 17 derechos de petición, e innumerables denuncias ante las diferentes instituciones, que alegan problemas de jurisdicción entre ellas, o en otras palabras, se están pasando la pelota. Para la prevención, las alcaldías locales se reparten como quieren los límites, ya que la escombrera se ubica en la localidad de Usaquén y el CAI más cercano en Chapinero. La policía alega que solo puede capturar cuando los conductores de las volquetas son agarrados en flagrancia, lo que es verdad. El problema es que no investigan adecuadamente las denuncias, y cuando se les llama mientras ocurre el acto, no hacen nada; ni siquiera se dignan a llegar. Y eso es solo al hablar de la policía. Así sigue rodando la papa caliente entre institución e institución.
Y si el lector se preocupa por la vida de los estudiantes y los habitantes que viven montaña abajo, no se afane, porque se pone peor. No mucho más arriba, en Las Moyas, un territorio arqueológico que se ubica sobre el barrio San Luis, se arrojan desechos, también creando una nueva escombrera, que se cierne sobre otros 17.000 habitantes. Ni qué hablar de la respuesta institucional.
Pero, ¿es una gran sorpresa para alguien esta negligencia? No, no en el país de Armero, Gramalote y Mocoa. Todos sitios pequeños, todos insignificantes para el gobierno, tanto regional como Nacional. Insignificantes también los barrios ilegales de los cerros de la ciudad, no tienen importancia para ellos 400 estudiantes, ni una pequeña casa del ICBF que queda junto al monstruo. Pero escuchen bien, señor de la CAR, señor Alcalde. Esperamos que actúen, porque cuando el agua caiga sobre la montaña, y cuando la montaña baje veloz, también caerá sobre las casas estrato alto, en el norte, donde me imagino, viven la mayoría de sus familiares.