Entre las columnas casi dóricas del Museo de la Tertulia, cuerpos secos vestidos de telas extravagantes desfilan con un paso firme y la mirada perdida hacia el horizonte de las cámaras y luces que iluminan a uno de los lugares culturales más emblemáticos de Cali. Es la primera vez que asisto a un desfile de moda y me siento transportado por el ambiente del momento. Cómo cuando un pintor toma unos pasos atrás para saborear el instante en el cual su obra está terminada, los asistentes a un desfile de moda pasan de oscuridad a luz en unos segundos, y frente a sus ojos es una verdadera creación que empieza a desenrollarse como un hilo de tela.
La moda como industria comercial ha sido el blanco de duras críticas en los últimos años, por el trato que reciben los modelos y por sus estados de salud al borde de la anorexia, sin embargo la esencia profunda de la moda no puede ser negada. Una gran cantidad de personas reprenden la futilidad de la creación de vestidos a precios exorbitantes que tienen como único propósito generar consumo y lucro para sus vendedores y el argumento tiene validez. Pese a eso, es indudable que el uniforme que uno decida revestir a diario, cualquier sea, no haya nacido en el mundo de la moda y eventualmente en la alta costura y sus extravagantes desfiles.
Para las mujeres, la falda de Christian Dior y luego la minifalda de André Courrèges abrieron una era de liberación de la feminidad en los años 1950-60, y luego es la diseñadora Isabel Marant quien popularizó el “jean skinny” en el mundo. En cuanto a moda masculina, no hay ejemplo más obvio que el famoso “polo” Lacoste, del cual los innumerables derivados están en posesión de cada hombre del planeta.
La moda debe ser considerada como un arte porque es un proceso creativo real y complejo que da luz a un objeto materialmente palpable. La creación exige una reflexión larga e intensa previa a la realización del objeto pensado, y en el caso de la moda tiene la irrefutable ventaja de influenciar de forma directa el ser humano hasta en sus más íntimas interacciones. Además, imprime durablemente una forma de ser y de comportarse sobre el individuo que el mismo no percibe pero que se manifiesta en todos los aspectos de su vida.
Como arte e influencia que sobrevive al tiempo a la manera de la arquitectura de la Grecia antigua, la moda merece la atención y el reconocimiento de todos. En medio de las columnas caleñas de la Tertulia anoche, el dicho de Yves Saint Laurent revistió todo su simbolismo: la moda pasa, el estilo es eterno.