Si bien entre la izquierda y la social democracia de América Latina hay un consenso sobre el fracaso del modelo de la libertad de mercados, la desregulación y la privatización como estímulo para el desarrollo social, la tarea de construir su reemplazo sigue en el aire. La dificultades para encontrar una ruta consistente se debe en parte a la polarización, a las heridas abiertas de la globalización, a la hiperconcentración de la riqueza y a la profundización de las desigualdades. Aunque parezca absurdo, el auge del conflicto entre chinos y norteamericanos que se expresa en la guerra por Ucrania también afecta la búsqueda del modelo que permita un desarrollo con mayor equilibrio social.
A la rabia y la desesperación de la población -estancada, empobrecida y desesperada- se suma la decadencia y fragmentación de los partidos políticos, desplazados del liderazgo de las sociedades y convertidos en organizaciones para apropiarse de riquezas colectivas con base en su capital electoral. Son partidos que carecen de centros de estudio y de pensamiento, que hace décadas no producen conocimiento para administrar mejor el estado y que ni siquiera tienen mecanismos para formar y escoger dirigentes capaces de gobernar. Se convirtieron en parásitos para chupar de los presupuestos públicos a costa de deteriorar los servicios a la población, que complementan sus ingresos cobrando por sus servicios a grupos de intereses especiales por regulaciones y normas que los favorezcan. El bienestar de la comunidad, consideran ellos, es un asunto de mamertos.
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Mientras las potencias dirimen sus diferencias, la población se distrae eligiendo entre los falsos mesías, los neopopulistas o rescoldos de viejos fanatismos
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Mientras las potencias dirimen sus diferencias, la población se distrae eligiendo entre los falsos mesías, los neopopulistas o rescoldos de viejos fanatismos. Es fácil, gracias a las redes sociales que se expanden sin reglamentaciones a lo largo de las sociedades convirtiendo la tecnología en una herramienta de dominación y atraso, de mero entretenimiento o para estimular las bajas pasiones humanas que aumentan la adicción a redes y plataformas. Día a día las bondades de la democracia incompleta se esfuman. El razonamiento se sustituye por el apasionamiento y la posibilidad de buscar soluciones para la complejidad de los problemas se aleja.
Las nubes impiden ver que la inflación, la devaluación, la escasez de productos básicos, la disrupción de las cadenas logísticas o el sobre endeudamiento que sufre la región, son resultado -hoy- de la confrontación global del modelo chino y del norteamericano en el que América Latina debe encontrar su horizonte y su acomodo. El camino a seguir para ajustar las instituciones de manera que la sociedad produzca más y reparta mejor sus riquezas, requiere superar esos partidos y entender las implicaciones locales de episodios como la guerra de Ucrania y los bloqueos comerciales.
Corresponde a los nuevos dirigentes del cambio emprender estudios, hacer investigaciones, analizar cifras, enfrentar discusiones y elaborar modelos y propuestas consistentes. Improvisar reformas desconociendo el impacto de treinta años de neoliberalismo en la estructura productiva del país y en la arquitectura del estado puede destruir una riqueza que sería mejor repartir para lograr mayor bienestar. La sostenibilidad de las instituciones reformadas es fundamental para que la población edifique en el mediano y largo plazo.
De poco serviría bajar las tarifas de servicios, si a la vuelta de pocos años se acaban los recursos para mantener el déficit que les impedirá a las empresas proveedoras de energía, agua o gas, sobrevivir. Los recursos públicos para subsidiar servicios o costear desarrollos, provienen de préstamos que se deben pagar o de quitarle ingresos a los sectores productivos a través de los impuestos. El modelo del cambio debe buscar con tranquilidad, debate y consenso el balance entre lo que debe invertir para mejorar la calidad de vida de la población y lo que debe invertir para estimular el sector productivo.