Hace un par de semanas, el concejal y vicepresidente del concejo de Santa Rosa de Cabal, Ramón Cardona, nos insultó públicamente a todas las mujeres durante la plenaria del concejo. El concejal, dejando clara no solo su misoginia sino también su dudosa posición ante las leyes, afirmó que “las mujeres son como las leyes, para violarlas”, causando polémica de manera inmediata y que duró un par de días. Sin embargo, como las cosas usualmente terminan en Colombia: no sucedió nada.
En los días posteriores al evento, el Procurador General de la Nación, Fernando Carrillo, rechazó la frase del concejal y la calificó de “inadmisible”. El director del Partido Conservador, Hernán Andrade le solicitó a su veedor, investigar al concejal. Sin embargo, y a pesar de pedir disculpas a todas las mujeres, el Partido Conservador no retiró su apoyo al concejal y lo “inadmisible”, terminó admitiéndose. Finalmente Ramón Cardona se disculpó públicamente y dejó claro que no iba a renunciar, apeló a una “laguna mental” (bastante profunda para mi gusto) y dejó claro que iba a seguir con su cargo teniendo más cuidado en sesiones posteriores.
Mientras en Colombia, una nación que para el 2015 tenía más de 24 millones de mujeres, un hombre en un cargo de poder nos insulta públicamente y no recibe ningún tipo de castigo al respecto, hay otros países donde el panorama no es ni siquiera similar. La misma semana en la que el concejal nos insultó a todas, en Kosovo, una nación de la península balcánica con reconocimiento internacional limitado y con una población total de menos de 2 millones de personas, Hajdar Beqa, uno de los miembros del parlamento, insultó a Mimoza Kusari-Lila, la alcaldesa de Gjakova diciéndole “prostituta política”. De manera inmediata, el Partido Democrático de Kosovo, pidió disculpas por el incidente y además de eso lo suspendió temporalmente de sus funciones y lo expulsó temporalmente del partido, retirando de esa manera su apoyo político al parlamentario..
Para nadie es un secreto que ser mujer en Colombia es una labor ardua y extenuante. No solamente somos constantemente violentadas (y con esto no me refiero únicamente a que un hombre nos viole y nos asesine, sino también a las miles de mujeres que día a día son golpeadas, insultadas, morboseadas, tocadas sin consentimiento y denigradas en sus casas, en sus trabajos y en las calles), sino además es más difícil para nosotras conseguir trabajo, somos menos remuneradas cuando lo conseguimos y es más difícil ascender en una carrera profesional. Sumado a toda esta violencia, las colombianas nos enfrentamos contra la permisividad y la tolerancia de la sociedad (incluso de nosotras mismas) hacia el irrespeto con nosotras.
Ahora bien, en cualquier país del mundo el comentario del concejal hubiera sido suficiente para causar además de indignación, castigo político. Pero en Colombia, somos permisivos con los políticos y las figuras públicas. Somos presos de la desinformación, de las mentiras, del incumplimiento y del insulto de los políticos. No obstante, seguimos confiando en los mismos periódicos y noticieros, seguimos votando por los mismos políticos y lo más importante: no exigimos que haya ningún tipo de sanción.
A falta de una reacción de los políticos y del Partido Conservador hacia el menosprecio del concejal hacia las mujeres (y las leyes), se propusieron pequeñas iniciativas que tampoco fueron tomadas en cuenta. Algunos colectivos de mujeres pidieron la renuncia del concejal, algunos esfuerzos individuales intentaron recolectar firmas para el mismo fin, sin embargo, Ramón Cardona fue claro al decir que no va a renunciar y el Partido Conservador también fue claro al decir que no lo va a expulsar. Entonces, ¿qué nos queda a los colombianos para exigir respeto? Evidentemente, la primera respuesta es organizarnos. Idealmente la iniciativa de exigir la renuncia del concejal debería venir de un colectivo de mujeres risaraldenses, a la cual nos sumemos al resto de las Colombianas (Y sí, esto es un llamado a que las risaraldenses se manifiesten), pero por otro lado, es un llamado a que cada uno de nosotros como individuos, dejemos la permisividad frente a los políticos. El hecho de que el Partico Conservador y el Concejo de Risaralda dejen pasar de largo una falta grave como la de Ramón Cardona a pesar de la inconformidad de las personas, deja expuesto que hay razones más allá de la democracia para que el concejal ocupe el puesto que tiene, es por esto que los risaraldenses y en general todos los colombianos debemos exigir que las elecciones vuelvan a ser representativas de la voluntad de los ciudadanos (y en este caso de la inconformidad) y no del clientelismo y los favores políticos que tanto daño le hacen a nuestro país. Los risaraldenses se deben acordar que Ramón Cardona es un irrespetuoso que merece una sanción que no ha tenido y que el Partido Conservador es responsable de permitir que el concejal cometa un error grave y siga con poder.
Ahora bien, ¿qué significa para las mujeres que no exista una sanción frente a este tipo de comentarios? El hecho de que el concejal siga con su cargo a pesar de su premisa misógina hecha en público, invalida el trabajo de miles de mujeres hacia la equidad. El hecho de que la violencia de género sea tolerada en un alto cargo, como el que tiene el concejal, envía un mensaje a su vez sobre impunidad a la violencia a cualquier escala menor. Si el concejal no es sancionado siendo una figura pública y representante a su vez de las personas en Risaralda, ¿Cómo podemos pensar que los abusos a pequeña escala si lo van a ser? La impunidad del concejal y el silencio del Concejo de Risaralda y el Partido Democrático, desautoriza a las miles de mujeres y hombres que hemos trabajado para que la igualdad de género y el respeto hacia las mujeres en Colombia, sea una realidad.
¿Hasta cuándo vamos a tolerar el irrespeto? ¿Hasta cuándo Colombia va a permitir la irreverencia por parte de las mismas personas en el poder? Escribo yo desde mi singularidad de mujer colombiana que se sintió irrespetada y no está satisfecha con la resolución de la “laguna mental” del concejal risaraldense. Sin embargo, esto no es una discusión personal, es un llamado a la colectividad, hoy a la colectividad de mujeres (si, a cada una de los 24 millones de mujeres colombianas que fuimos irrespetadas y que nos quedamos calladas) pero también a la colectividad general, que sigue permitiendo que los insultos y la política mediocre siga siendo regla en nuestro país. Ante falta de una reacción de los partidos políticos en Colombia, a los colombianos no se nos puede olvidar que el país no es de ellos, sino de todos.