Mucho se ha hablado en estos días del Plan de Desarrollo del Posconflicto, anotando que tiene más billones que los otros.
Hay quienes no creemos que exista algo llamado posconflicto, porque los conflictos no terminan con una negociación. Los conflictos son parte de la vida y requerimos construir las transformaciones culturales que nos permitan resolverlos sin utilizar violencias, exterminar contradictores, o asimilarlos a guerras.
Proponemos entonces otros términos, como posacuerdo, por ejemplo. Aun con esta discusión conceptual, sabemos que es definitivo soñarse cómo será la etapa en la que Colombia empiece a pensarse maneras diferentes para dirimir los conflictos políticos, la redistribución de la riquezas y el poder, la representación de intereses diversos en la toma de decisiones, los contenidos de la educación, la narración de la historia, las voces e imágenes que la cuenten y recreen, que analicen los factores y dimensiones de nuestro devenir.
Entonces, cualquiera se imagina que este Plan de Desarrollo, además de más billones, debe tener como novedad la representación de muchos intereses diferentes a las “locomotoras del desarrollo” del anterior cuatrienio, que no consultaron para nada a la naturaleza, ni a las poblaciones y su futuro.
El Plan, que ha salido de la Dirección Nacional de Planeación a discusión en el Congreso, contiene señales interesantes y otras francamente preocupantes, como ésta: después de la participación activa, propositiva y juiciosa de las mujeres en la construcción del Plan de Desarrollo, tanto las delegadas al Consejo Nacional de Planeación como en las consultas sectoriales y regionales, se logró estructurar un artículo, el XXX, muy tímido, que habla de consolidar lo que ya hay: la Política Nacional de Equidad de Género y la Política de protección a mujeres víctimas. Esto, porque como lo reconocen los Comités Internacionales de avances o adelantos en los derechos de las mujeres, en Colombia hay una generosa disposición a formular políticas públicas, pero muy poca disposición a implementarlas y evaluarlas. Sin embargo, hemos experimentado “la sorpresa de siempre”: El artículo 30 ha desaparecido del articulado, quedando enunciado sólo en las bases del Plan. Otro himno a la bandera, otra formulación protocolaria y sin trascendencia.
Durante décadas las mujeres fuimos invisibles a los ojos de los planificadores del desarrollo, luego, de manera oportunista, fuimos incluidas para incorporarnos a un modelo de desarrollo basado en alcanzar los indicadores que cumplían mandatos ante el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional.
De manera que la oportunidad de que el desarrollo se planifique teniendo en cuenta a los sujetos del mismo, más de la mitad de los cuales somos mujeres, se ha desaprovechado. Por supuesto que hay mujeres neoliberales, que no hacen ninguna diferencia en los planes a favor de la acumulación de capital. Aun así, la gran mayoría de propuestas de las mujeres tienen una clara tendencia a resolver urgencias que son los retos del país del posacuerdo: Producir riquezas en equilibrio con la naturaleza, mercados justos y conscientes, consumos responsables y austeros, relaciones de convivencia no cruzadas por violencias, bienes y servicios con acceso equitativo: nada que no necesite el llamado país del “posconflicto”.
Así que hoy tienen la oportunidad Simón Gaviria, como director de Planeación, y el grupo de congresistas de este período histórico, de reivindicarse con las mujeres, incluyendo el artículo sobre políticas de equidad. Como bien dicen las compañeras de Sisma Mujer: Sólo una sociedad igualitaria puede construir una paz sostenible.
Creo quetenemosque hacer todos los esfuerzos, a ver si este período llamado post conflicto lo aprovechamos para hacer además, un país pospatriarcal, posmezquino, poscorrupto, posinjusto, posmachista, posracista, posclasista, poshomofóbico. Toca inventarnos nuevas maneras de ser, decir y hacer, porque con las “sorpresas de siempre”, no se construye nada diferente a la exclusión y la injusticia.
Les invitamos a hacer parte de este esfuerzo, escribiendo preguntas a Simón Gaviria y a los y las congresistas acerca del nuevo Plan de Desarrollo. Desde la Red Nacional de Mujeres ya se han planteado algunas:
- ¿Cómo se logra desarrollo económico, social, una paz sólida y estable, mayor equidad e inclusión, si las propuestas de más de la mitad de la población no son tenidas en cuenta?
- ¿Para qué se consulta a las mujeres si sus propuestas y argumentaciones se omiten en el articulado del Plan de Desarrollo Nacional?
- ¿Por qué las propuestas de las mujeres son incluidas en las bases del Plan pero no en el articulado?
- ¿Paz, equidad y educación sin diversidad? ¿Dónde están los enfoques diferenciales en el Plan de Desarrollo del Posconflicto?
- ¿Cómo se piensa construir la paz y la reparación cuando las propuestas de miles de mujeres no se ven reflejadas en el Plan de Desarrollo?