El Departamento del Cauca se encuentra ubicado en el suroccidente de Colombia, entre las regiones andina y pacífica. Tiene 42 municipios en un territorio de 3.050.900 hectáreas, de las cuales, más de un millón corresponde a bosques, 150 kilómetros de costa, tres regiones naturales, todos los pisos térmicos, tres valles y cinco cuencas hidrográficas.
En ese privilegiado espacio se encuentran fabulosos recursos zoológicos, botánicos y minerales. Su población es el resultado de un complejo y extenso proceso de mixturas de etnias en unos casos y, en otros, de preservación de las mismas, con sus culturas.
Todas esas potencialidades pareciese que, paradójicamente, jugaran en contra de dicho departamento.
Pues el mismo se ubica entre las regiones con menor conectividad, mayor precariedad en su infraestructura vial, altos índices de criminalidad y violencias de todo género, inatajable degradación del ambiente desde lesivos modelos extractivos, galopante corrupción en todos los niveles y estructuras del acontecer político y administrativo, pésima calidad de la educación, deficiente servicio de salud, crónico déficit habitacional, elevados indicadores de necesidades básicas insatisfechas, altas tasas de desempleo, latente zozobra y un ambiente generalizado de incredulidad, desconfianza, incertidumbre y un protuberante cinismo político.
Los responsables de tan sombrío panorama no son únicamente los dirigentes políticos, gremiales, ni las autoridades del orden nacional.
Quienes más están comprometidos con la situación descrita, son sus habitantes cuyo comportamiento cínico en materia política explica el atraso estructural e histórico del Departamento del Cauca en su totalidad.
Reiteradamente con su voto eligen a sus propios verdugos como concejales, alcaldes, diputados, gobernadores, parlamentarios y presidentes, la mayoría de ellos, miembros de partidos de derecha (Partido Liberal, Partido Conservador, Cambio Radical, Partido de la U, Centro Democrático y MIRA, entre otros).
Es claro que las ideologías son las instancias desde las cuales toman decisiones quienes, circunstancialmente, se encuentran en posiciones de poder. Desde lo anterior se infiere la importancia de las ideologías que, instrumentalizadas en partidos políticos, le indican al elegido cómo actuar.
Las consecuencias de lo anterior para el Departamento del Cauca han sido desastrosas. Se trata de un juego de complicidades, el elector decide desde su miseria y mezquindad, mientras el elegido ejecuta una especie de privatización de la política y desde esa lógica actúa. Tiene lugar una especie de captura del poder, al cual se llega no como vocación de servicio, sino como botín.
Cada quien busca perpetuarse en el poder ascendiendo o a través de la figura de una puerta giratoria. Así, las tradicionales y emergentes castas que han hecho de la política un ejercicio de lucro personal y familiar, representan cabalmente a esa masa ignara que como marea van tras el espejismo de un minúsculo favor enterrando su futuro y el de las jóvenes generaciones.
Esa morralla con mentalidad traqueta (que se reclama como mártir), no son víctimas de la denominada “clase política”, son cómplices al perpetuarla en el poder y, por ende, responsables de su miserable existencia.
*Profesor de la Universidad del Cauca
