Hago referencia a algunos acontecimientos de índole nacional y que han hecho parte de la vida de los colombianos, los que de una u otra manera, han contribuido para que a todos se nos alboroten sentimientos, los que forzados aparecen en el comportamiento de los seres humanos, ante personas, hechos o situaciones que aparentemente, lo ameriten.
Muy de moda se ha puesto que en los distintos “realities” que se nos presentan a través de la televisión se destaquen, por encima de los talentos que se pretenden descubrir o mostrar en determinado programa: las penurias vividas por los protagonistas en sus luchas cotidianas; se destaque la “niña de los zapatos rotos”, por encima de sus capacidades vocales; se construyan panegíricos sobre el sufrimiento de determinada persona para llegar a la participación; y hasta se haga alarde de la pobreza, sí se ha leído bien, alarde de la pobreza en la cual se ha vivido.
Y no menos importantes, las interminables, consabidas y hasta malintencionadas menciones por parte del gobierno nacional, en todos sus órdenes, de los desposeídos, de los nadies y las nadias, de los violentados, de los pobres y empobrecidos y quién sabe cuántos calificativos más se nos vendrán encima, mientras el gobierno nacional monta todo su aparataje en estos discursos sombríos y llenos de dobles y oscuras intenciones, puesto que a la larga, no es que ellos sean defensores de aquellos desarraigados que me faltaban, sino que a la final, como es lo que ellos esperan, serán los únicos y válidos salvadores.
Pues si no, qué decimos de los “pobrecitos” criminales de la primera línea, pues hay que dejarlos obrar así, porque están enojados; “pobrecitos” los convictos de las cárceles, victimarios de todo tipo y en múltiples sentidos, porque están pagando sus condenas “injustas”, por culpa del estado, quien es verdaderamente el criminal.
“Pobrecitos” los de las FARC, porque aún no han podido culminar con éxitos sus crímenes de lesa humanidad ni cerrar algunos negocios pendientes del narcotráfico que les sostiene todas sus sinvergüenzerías; “pobrecitos” los de las distintas bandas criminales por la incomprensión que se les ha tenido sobre sus actuaciones y por la falta de comprensión sobre su enojo; “pobrecitos” Granda y otros mal reinsertados de la guerrilla, porque no se les han brindado las oportunidades que supuestamente se merecen.
Pobrecitos y pobrecitos y seguirán apareciendo muchos más pobrecitos, gracias a que al gobierno le interesa que pululen, que el país se llene de pobrecitos, pues ahí estarán ellos con su chipote chillón, prestos a salvarnos a todos de la pobreza y del empobrecimiento, sea de lo que sea y empezarán a brillar, no con luz propia, sino por el reflejo de toda la miseria que son capaces de crear.
A todas éstas, al menos yo, no he escuchado a nadie o a nadia del alto gobierno que se pronuncie con el mismo sentido de “pobrecitos” sobre las víctimas de tanto criminal que anda suelto y en aumento. ¿Esa es la coherencia de la cual tanto se habla?
Aproximémonos un poco al significado de aquellos sentimientos que se han querido despertar en los colombianos y que poco a poco nos están llevando a sentirnos, hasta que lo seamos de verdad, los más miserables y pobrecitos del mundo.
La condolencia es el sentimiento que garantiza la participación en el dolor, sufrimiento o pesadumbre de la persona que lo sufre, manifiesto en expresiones que hacen saber a alguien que se comparte el dolor que está sufriendo, como decirle: “pobrecito”, "no somos nadie", "le acompaño en el sentimiento", “lo lamento, veré cómo puedo ayudarle”.
Y ante esas expresiones, nada más cómodo que recostar nuestro compungido y empobrecido rostro en el hombro del condoliente, confiar en él, que no hará cosas distintas a pasar su mano suavemente sobre nuestra cabeza, mientras sus pocas neuronas chocan buscando la forma de deshacerse de quien despierta momentáneamente su condolencia.
La misericordia es la capacidad de sentir compasión por los que sufren y brindarles apoyo y se manifiesta de diversas formas, sea por medios materiales como dar albergue, dar de comer, dar de beber, vestir al que no tiene, entre otros y, por medios espirituales por ejemplo enseñar, dar buenos consejos, consolar al que esté triste.
Todos los colombianos, por lo miserables que somos y nos quiere hacer aparecer el gobierno actual y todos sus adeptos disfrazados de diferentes pelambres con un maquiavelismo ideológico impresionante, merecemos misericordia.
Pues ahí la tenemos: subsidios por todos lados, rebajas y perdones de toda clase, hasta de penas a los criminales, obsequios, regalos, paz como sea y más, pero la estupidez que nos acompaña no nos permite darnos cuenta que es la más clara manipulación que hace del pueblo, hasta verlo completamente destrozado, subyugado y arrodillado, donde la misericordia sólo sería posible, ni siquiera de Dios que es absolutamente misericordioso, sino de ellos, quienes son todopoderosos para resolver los mínimos problemas de los colombianos, a sabiendas de que los grandes capitales habrán de quedar en sus manos, una vez más, manchadas de cuanta podredumbre son capaces de acumular.
Y la empatía es la capacidad de comprender y compartir los sentimientos de los demás, lo que nos permite ver las cosas desde la perspectiva del otro en vez de la nuestra. Y esto es lo que hasta el momento nos han querido hacer creer, que se encuentran metidos en las penurias de todos y cada uno de los colombianos y que por tanto, esos derrames de empatía no se harán esperar sino que se juntarán con toda la condolencia y misericordia de que son capaces y nos salvarán a todos, en menos de lo que canta un gallo.
¿O será empatía gastar fuertes sumas de dineros del erario público en fiestas, edredones y plumas, mientras se nos siguen muriendo nuestros niños en el país, por física hambre y desnutrición? Otra pregunta que nos debemos hacer.
¿Siiiiiii?, ¡¡¡cómo nooooooo”!!! Estoy seguro que poco a poco los colombianos vamos despertando de ese adormecimiento que parece se nos inoculó desde el pasado mes de mayo e iremos descubriendo, más ligero que tarde, porque es absolutamente necesario, todas las marrullerías y componendas que ya se presentan a granel y que al quedar al descubierto, no podrán ser seguidos ni por su propia sombra.
¿Pues cómo vamos dejar pasar hechos tan significativos de mediocridad y bajeza que se han demostrado en actos de gobierno, que descobijan sus malas intenciones y tropelerías de las que han de ser capaces, si no obramos en consecuencia los colombianos de bien que tanto les chocan a ellos?
Por traer a la memoria algunos y no importa su reiteración: los nombramientos, no por méritos sino por amistad personal con el presidente de la República en la junta directiva de ECOPETROL, una de las compañías más queridas por los colombianos.
Los reclamos de señora resentida y en algo se parece, del senador Bolívar, sobre los éxitos que va obteniendo la bancada opositora en el congreso. Esos éxitos se llaman democracia y es que aunque no se crea, Colombia tiene una democracia, que aunque con errores, es fuerte en América y, eso no lo podemos menospreciar de ninguna manera.
Las directivas de ministerios, donde se asignan cargos y funciones, a simpatizantes del movimiento protagonista en estos momentos, más nunca por méritos, capacidades o competencias.
Dejemos ahí, pues no vale la pena ahondar más, cuando todos los días nos vienen apareciendo éstas esperpénticas joyas; pero lo que si no podemos dejar, es que ese sentimiento de pobrecitos, dignos de condolencia, misericordia y de las falsas empatías gubernamentales con los colombianos, desdibujen nuestra pujanza, altanería y rebeldía, para no ingresar o permanecer más en los lodazales en los que nos quieren ahogar, no sólo desde sus discursos, sino desde las hechuras ejecutivas, legislativas y judiciales del actual gobierno.