La miserable vida de Ányelo Palacios, el capitán que denunció la Comunidad del anillo

La miserable vida de Ányelo Palacios, el capitán que denunció la Comunidad del anillo

El capitán de la policía fue clave para destapar la red de prostitución en la policía, lo sacaron a las malas y lleva cuatro años escondido con temor de ser asesinado

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septiembre 19, 2020
La miserable vida de Ányelo Palacios, el capitán que denunció la Comunidad del anillo

Desde que fue retirado de la policía, Ányelo Palacios huye. Busca donde esconderse lleno de temor. Ha creído y sigue creyendo que en algún momento lo pueden matar. Le tiene miedo a la Policía. Cuando denunció la supuesta red de prostitución masculina al interior de la Policía Nacional, conocida como la comunidad del anillo, se convirtió en un dolor de cabeza para la institución en la que alcanzó el grado de capitán y en la que duró 13 años. Ingresó a la escuela de formación oficial de Bogotá en 2003.

Ányelo Palacios fue echado de la policía por la puerta de atrás. De su salida se enteró por casualidad. En noviembre de 2016 –hace cuatro años—el entonces capitán llegó hasta la dirección de sanidad de la policía a reclamar un medicamento para un tratamiento psiquiátrico y la señorita detrás del mostrador le dijo que él aparecía como retirado de la policía. –Me sacaron como a un perro, me dieron la espalda. La policía me dejó en la calle. Lograron lo que estaban buscando desde que denuncié lo que me hicieron y lo que pasaba al interior de la escuela—.

Luego de conocer su retiro, Ányelo, sin el uniforme de capitán, pero con la sombra de serlo, empezó a buscar trabajo. Nadie lo empleó. Salió con poco dinero de cesantías y estas no aguantaron más de un par de meses. Tiempo después el dueño de una cigarrería le dio trabajo, como mesero y mensajero. No ganaba mucho, pero tenía para comer y pagarse un techo.

Hace un año salió de Bogotá porque sintió que su vida y la de sus familiares cercanos corren peligro estando junto a él. Después de que dos hombres lo siguieran hasta su puesto de trabajo sabía que debía irse. Hoy está en un municipio de Antioquia. Trabaja en una empresa de comercio textil y calzado que por fin lo contrató luego de buscar con desespero y necesidad.

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Ányelo Palacios duró 13 años en la policía, en la que llegó al grado de Capitán. Fue destituido en 2016.

Ser policía nunca fue el sueño de Ányelo Palacios. Quería ser médico. Haber ingresado a la escuela de cadetes fue un sueño cumplido de su mamá que él fue haciendo suyo con el paso del tiempo, que se convirtió en la época más dolorosa de su vida, que –escuchándolo hablar—realmente no ha sido fácil.

Creció en medio de dificultades económicas en Toledo, un pueblo pequeño al sur del departamento de Norte de Santander. Junto con su madre y tres hermanos huyeron de la recia violencia de su papá Ubaldo Palacios que los llevó a vivir arrimados donde familiares y hasta en la calle un par de días. Ya siendo estudiante a oficial, a los 18 años, cuidó carros en el norte de Bogotá para tener algo de dinero con el cual ayudar a su mamá a pagar la costosa mensualidad en la escuela de policía.

En 2004, cursando tercer semestre de la escuela policial llegó lo peor. Estando en formación vio cuando lo señaló el entonces coronel Jair Castellanos, el oficial al que Palacios reconoce como cabeza de la red de prostitución gay dentro la policía. Ányelo y otros estudiantes fueron elegidos para trabajar en el congreso como figuritas decorativas junto a las banderas nacionales. Se llamaban los abanderados.

Ocho días después Ányelo Palacios, según él, fue emborrachado, drogado por Castellanos, y violado aún no sabe por quién o quienes dentro del club de oficiales de la policía. Ese fue el inicio del calvario del policía. Este mismo episodio se lo contó Palacios a la Fiscalía en 2013 –ocho años después de ocurrido el hecho—cuando denunció al coronel Jerson Jair Castellanos por abuso sexual con persona indefensa. El proceso fue archivado.

Desde ese momento –dice Palacios—le han hecho la vida imposible. Fue trasladado a lugares alejados de Bogotá y de su familia. Dice que no aceptar invitaciones por parte de otros altos oficiales.

Fue enviado a César, Cúcuta, Caquetá, Soacha. En todo lado a donde llegaba siempre encontraba trabas y problemas, que según él se le atravesaban por orden de Castellanos. Su vida dentro de la policía fue difícil. Al parecer el no aceptar ser uno de los gigolós del coronel, quien al parecer vendía a sus subalternos por buen dinero a políticos y altos oficiales fue su soga al cuello.

El expolicía cuenta que lo involucraron sin pruebas a hechos delictivos, como a extorsiones a un empresario cuando trabajaba en la dirección de Tránsito en 2013. La policía lo investigó disciplinariamente. Fue hallado culpable en primera instancia, destituido e inhabilitado por 12 años. La procuraduría tumbó el proceso y lo absolvió por no haber méritos en su contra.

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Su rostro se hizo reconocido luego de grabarse junto con el ex viceministro de Justicia, Carlos Ferro, en medio de una conversación explícitamente íntima.

En 2017 volvió a ser investigado por un hecho similar. Un comerciante de Florencia lo denunció por supuestamente pedirle y recibirle un soborno de tres millones de pesos. Palacios volvió a ser investigado por la institución y de nuevo el veredicto lo halló culpable. Volvió a ser destituido e inhabilitado por 12 años. Esta fue la razón oficial de su salida de la policía.

Pero para Ányelo, lo sacan por las denuncias penales y públicas que hizo sobre la comunidad del anillo y los altos oficiales. Dice él que todo lo malo que le ha pasado dentro y por fuera de la policía son consecuencias de no dejar la boca cerrada con respecto a la supuesta red de prostitución.

Ányelo no la ha pasado bien. La desgracia y la mala suerte han estado de su lado y arreciaron aún más cuando decidió meterse contra poderos para no dejar su violación sin justicia. Sigue creyendo que es un blanco fácil y que lo más seguro es que lo maten porque mientras pueda seguirá hablando y ratificando lo que sabe y lo que le hicieron.

Fue él quien mencionó en sus denuncias públicas al general Rodolfo Palomino, quien fue absuelto de las investigaciones en su contra. Fue él quien denunció al coronel Castellanos, pero el proceso se archivó. Y fue él quien para obtener pruebas se grabó en 2008 con el ex viceministro Carlos Ferro manteniendo una conversación sexualmente explícita, que no le sirvió de mucho. Porque el caso no avanzó en la justicia y solo quedó en la memoria de los colombianos.

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