Mientras caminaba a mis perros me encontré con los horribles edificios del arquitecto Cure. Son una ofensa a la arquitectura contemporánea que, desgraciadamente, me ha tocado sobrevivir. Vidrio y aluminio de baño barato. Cuando se estaba pasando de pisos en una de sus edificaciones, me visitó para regalarme un libro sobre su trabajo. Yo creo que se voló tres pisos. ¿Dos en los que no vive nadie? En último vive él.
Llegué a la Galería Cometa que tiene en exposición Ai Weiwei. Artista interesante chino que ahora vive en Portugal y por intermedio de no sé quién, con costos de y seguros y pago de aduanas que no sé dónde salen y del galerista Esteban Jaramillo que consiguió una exposición de la noche a la mañana. Una serie que es más cara que interesante porque es un proyecto que realizan mil chinos encajando las fichas del juego Lego en un dibujo para producir imágenes del zodiaco chino, entre otros cuentos. También hay ratas viajando en Paris. Y por si fuera una exposición de calibre que tiene, no hay cátalogo, el expediente más importante de una muestra tan costosa. Ese el registro universal de los acontecimientos de una galería. Pero nadie sabe mucho de nada. Y todo es demasiado informal.
Lo que más me gustó de la exposición fueron las abuelas llevando a sus nietos. La fiesta de Disney y el mundo Lego.
Y lo digo por experiencia propia. Cuando hice su exposición en Washington sobre su muralla de televisores con los canales informativos que, en tiempos diferentes nos mostraban la mala información y sus intereses privados, supe que era un artista que podía canalizar la opinión desmembrada en las oportunidades de los dueños. Eso ya lo sabemos.
Pero, si se lanza uno a una maravillosa costosa oportunidad, tampoco tiene catálogo. No hay registro formal. El libro de Tachen está agotado y, en el segundo piso no existen siquiera fichas técnicas para identificar a los artistas colombianos… Eso sí, la galería es una fiesta de salas y cocinas a lo Andrés Carne de Res. Que es el hermano del galerista.
Pero, yo iba a ver la exposición de Patricia Tavera en el Museo El Chicó, donde está una artista que se perdió del panorama colombiano y que muestra horrores en una pintura espesa sin argumentos o en unos dibujos que vienen desde los ochenta. Este exabrupto tiene nombre propio y son relaciones públicas. Es más, la exposición empieza con fotos de cuando vino el rey de España a Colombia. Después, un video que habla de su presencia internacional que fue de esa magnitud porque todas las embajadas colombianas tuvieron como trabajo, exponer “ el grupo de París” durante el mandato de Belisario Betancur. Nada más y nunca más existió.
Hay espacio suficiente en el museo para hacer una exposición contemporánea. Pero como “la ambición rompe el saco” o como sea, el refrán colgó sus pinturas en medio de bellas reliquias coloniales, con candelabros franceses, con vajillas de Simón Bolívar y de Tomas Obando, con exquisitos jarrones chinos, con tallas coloniales. Su obra no ha tenido nunca sentido.
Su trabajo es espeso y tiene un manejo de la pintura, donde psicoanalíticamente, tiene algo que resolver. Residuos de luz sin salida. Composiciones que atentan contra la discreción de los sabios.
Por otro lado, los temas tienen la brújula perdida en su mente internacional. Pinta lamento en Paris, o desplazados en Madrid. No creo que ella sepa de la grave situación que vive el país. Pobre de ella que habla de gente triste que son todos los seres humanos en el mundo. Los lejanos, los hermanos. Todos somos seres de este mundo.