Entre las sonadas nominaciones colombianas a los premios Grammy Latinos hay dos casos que me llaman poderosamente la atención.
El de Maite Hontelé, trompetista holandesa radicada en Medellín y el de Marta Gómez, compositora y cantante valluna residente en España.
Ambas talentosas como pocos, ambas merecedoras de todos los reconocimientos y ambas con carreras producto del desarrollo exitoso de proyectos musicales independientes, por fuera de las estructuras de las grandes disqueras.
El punto al que voy es que tanto Maite como Marta representan la punta del iceberg de un movimiento musical independiente que desde hace años avanza en la conquista de públicos hasta el punto de adentrarse incluso, en los espacios más sagrados de la industria musical tradicional, como los Grammy.
Para explicar el asunto de los públicos, consigno algunos pocos ejemplos.
Puerto Candelaria, proyecto de Merlín Producciones, la misma casa independiente de Maite Hontelé, ha recorrido en exitosas giras el mundo entero: China, Europa, Brasil, Estados Unidos, Argentina, por mencionar solo algunas.
Tierradentro, proyecto musical enraizado en el folclor, ha visitado más de quince países en América, Europa y Asia.
Andrés Correa, cantautor bogotano y cabeza del colectivo Barrio Colombia, se ha presentado en el último año en España, Argentina, Chile, Uruguay y Perú.
La Montaña Gris, proyecto de música celta, recorrió no hace mucho la totalidad del continente.
Y la lista se hace inagotable: proyectos musicales independientes que han consolidado fieles nichos de público desde el desarrollo de estrategias directas de conexión basadas principalmente en las redes sociales.
¿Y qué papel ha desempeñado la radio colombiana en el desarrollo de estas propuestas?
Habría que dividir en dos la respuesta a esa pregunta.
Las emisoras culturales, universitarias e independientes, han estado siempre atentas al fenómeno del surgimiento de nuevas propuestas y se han convertido en aliados de los nuevos artistas.
A la cabeza de ese colectivo, por su tamaño y su postura siempre digna y respetuosa, están las emisoras de la radio pública: Señal Radiónica y Señal Radio Colombia.
Cualquier homenaje a este refrescante oasis de la independencia radial, se quedaría corto.
Pero en la otra punta del abanico está la radio comercial: ciega, sorda y muda.
¿Qué otra razón, diferente a una torpeza meridiana, puede explicar que Maite Hontelé no suene en todas las emisoras comerciales?
¿Que todos los independientes hacen música rara?
¡Maite hace salsa!
¿Que los independientes no tiene hits?
¡Maite tiene en su más reciente trabajo un tema a dúo con Oscar D'León!
¿Que los independientes no saben de marketing e imagen?
¡Maite es tan bella y maneja de un modo tan contundente su imagen que si no fuera trompetista podría estar presentando un show de E! Entertainment o concursando en Miss Holanda!
Claro. A raíz de su nominación a los Grammy escucharemos, ahora sí, la música de esta antioqueña por adopción en algunas emisoras comerciales. Esas que actúan como la Iglesia católica: tarde y cuando las evidencias se les vienen encima.
Si bien es un cáncer por resolver, no creo que la ceguera de las emisoras comerciales frente a los proyectos musicales independientes se deba por completo a la payola: esa vergonzosa e ilegal costumbre de cobrar a los músicos para programarlos. Conozco al interior de radios comerciales a programadores honestos y comprometidos.
Creo más bien que la culpable es una anquilosada visión al interior de las empresas radiales o bien todavía ancladas en el viejo modelo de las disqueras o bien concibiendo el mundo de la música exclusivamente desde el marketing. Lo anterior, sumado a un esquema jerárquico piramidal que impone programaciones desde otras ciudades (y en no pocos casos desde otros países), genera un velo que les impide ver cuán rápida y vigorosamente los artistas independientes se apoderan de los públicos que ellos han perdido.
Ni todos los programadores de emisoras son corruptos ni todos los músicos independientes son desorganizados hippies en alpargatas.
Pero uno de los dos grupos está haciendo muy bien su trabajo y el otro está asistiendo petrificado e inmóvil, al final inevitable de su reinado.