Carolina Rubio, su mamá, llegó a Italia el martes. Le había prometido a Esteban visitarlo en plena competencia si todavía podría aguantar la temible tercera semana de la competencia ciclística más dura del mundo. Ese día Cháves se escapó muy temprano en una etapa montañosa: Terminaban los difíciles Alpes para entrar a los más escarpados Dolomitas, un lugar donde pedalistas como Chepe Gonzalez o Luis Herrera fueron grandes.
Esteban quería ganar como fuera para entrar en meta y abrazar a su mamá. No lo pudo hacer. Un francés Se le interpuso en su camino. Respiró tranquilo, vio el recorrido que quedaba de Giro y sabía que podía tener desquite. Nada le había salido desde el 2017, cuando era el líder de su equipo y había salido en una misma temporada segundo del Giro y tercero en la Vuelta a España, además de ser el primer colombiano en ganar un monumento como el Giro de Lombardía. El objetivo para ese año era ganarlo todo ese año. El Tour era su logro esperado. Todo naufragó. Su preocupación lo llevó a sobreexigirse: una tendinitis en sus rodillas le cambió su carrera.
Si existe un corredor dispuesto a llegar muy lejos en el dolor ese es Esteban Cháves. Cuando recién arrancaba en el profesionalismo Esteban sufrió un accidente terrible donde casi se arranca el hombro. Subirse a una bicicleta era una tortura. Igual lo revirtió y llegó a ser, a sus 26 años, todo lo que se había esperado de él. Sin embargo la rodilla no respondió y esa recuperación le costó mucho esfuerzo.
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En el 2018 parecía que las cosas se encaminaban. En el Giro ganó una etapa, la 10 e iba tercero en la general cuando, súbitamente, se sintió mal de su rodilla y perdió veinticinco minutos en una etapa. Después se borró por completo de la élite del ciclismo mundial. Los últimos meses del año pasado los pasó en plena terapia para recuperar su rodilla. En el equipo australiano al que pertenece perdió el liderazgo, al frente de él está Simon Yates, británico campeón de la Vuelta a España del año pasado. Tenía todas las dudas, todos los miedos. Podía quedar, a sus 29 años, como un paria dentro del ciclismo. Empezó mal, solo respaldando a su jefe Samuel Yates. Cuando este perdió las opciones de llegar a vestirse de rosa Chaves tuvo mayor libertad.
Llegó el 31 de mayo, día esplendoroso entre los riscos nevados de las Dolomitas. Desde el kilómetro 1 tomó la fuga que era, la fuga que llegaría a la meta. En el pelotón principal los gallos jugaban a no hacerse daño. Cuando quedaban los últimos diez kilómetros de un extenso puerto Cháves lo intentó una y cien veces, quiso romper las piernas de sus rivales pero no lo conseguía. Siempre agresivo, siempre atacante, logró descomponer el grupo de la fuga y conseguir hacer brecha hasta llegar solo a meta donde lo esperaban sus papás que se fundieron en un abrazo.
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La buena noticia no es sólo que Esteban Chávez ganará su tercera etapa en un Giro de Italia, sino que está de vuelta y que seguro podrá pelear en la Vuelta a España en septiembre por conseguir su primera gran vuelta.