Las calles se encuentran invadidas de personas vendiendo sillas, baldes y materiales de plástico. En los semáforos de Riohacha decenas de personas esparcidas por toda la ciudad venden mandarinas, fresas, semillas de marañón y toda variedad de frutas. Los prostíbulos de todo el departamento están llenos de jóvenes y bellas mujeres (que aquí despectivamente les llaman “las placa blanca”). El afamado pan es repartido por unos pocos pesos en todas las entradas y salidas de los municipios del sur del departamento. Los salones de belleza repletos de nuevas y extrovertidas estilistas y peluqueras. Miles de albañiles, cocineros, meseros, cubren los puestos de trabajo. Decenas de familias recorren las calles de los municipios pidiendo un par de monedas.
Todos estas personas a quienes de manera general mencioné en el párrafo anterior tienen dos puntos en común: el primero, son personas de clase baja y escasos recursos y el segundo, son de nacionalidad venezolana.
La Guajira, uno de los departamentos como mayor índice de pobreza nacional, está lleno de venezolanos y la presencia de nuestros vecinos cada día es más alta. Con cada una de las maduradas del presidente de Venezuela, se incrementa la migración de nuestros vecinos fronterizos. Entran y entran venezolanos, sin que ningún tipo de control por parte de las autoridades migratorias se tome. Nada. La semana pasada estuve por Riohacha y en la plaza que queda en todo el frente de la Policía Nacional había más de 200 personas procedentes de Venezuela. Ahí al frente, sin que ningún miembro de la Policía les pidiera documento, visa, pasaporte o algún documento de identificación.
El asunto es altamente preocupante y sin duda puede conducir a una grave crisis social y humanitaria en la ya crítica situación de La Guajira. Los vecinos que ahora nos visitan con ánimo de permanencia son personas que vienen con hambre, asfixiadas por la grave crisis económica que enfrenta su país. A nosotros nos visitan los venezolanos de a pie, los limpios, como aquí criollamente decimos. Los venezolanos pudientes y los que vienen a invertir se van para las grandes capitales del país. Los que vienen aquí buscan trabajo en pro del rebusque. Eso es comprensible y hasta cierto punto tolerable. La mano de obra que ofrecen estas personas es más barata. A ellos (los venezolanos) les rinden más (por el cambio) los pocos pesos que pagan los empleadores aquí. Pero, me cuestiono yo, ¿y qué pasa con la mano de obra guajira?, ¿qué pasa con aquellos paisanos que ahora no trabajan porque en su antiguo puesto de trabajo hoy día está un venezolano?, ¿qué pasa con aquellos o aquellas que hoy acuden ante una vacante laboral y que se ven reemplazados por aquella mano de obra más económica?
Ahora bien, me dirán algunos, que hace mucho tiempo el caso era contrario, es decir, fueron muchos los colombianos o guajiros que emigraron a Venezuela a superar la crisis económica que vivían aquí en Colombia; y yo les respondo, eso no es comparable y no es comparable porque en la década de los 70 y 80, cuando se dieron la mayor parte de esas migraciones, Venezuela era un país poderoso y rico, con falta de mano de obra calificada, con vacantes laborales por doquier, con la capacidad económica y social para acoger al número de extranjeros que llegara. En nuestro caso no pasa lo mismo, porque aquí, o por lo menos en La Guajira, estamos en una crisis igual o peor a la venezolana, aquí los índices de desnutrición, pobreza, analfabetismo y desempleo son de los màs altos del país y es esto lo que me llena de angustia y preocupación.
Grave la situación y no veo solución a mediano plazo. Creo a que nuestra maltrecha dirigencia política, poco le importa semejante tragedia social. Algún organismo de carácter internacional tendrá que intervenir y a ayudar a soportar esta enorme crisis humanitaria bilateral. Estamos a víspera de enfrentarnos a un estallido social. Los índices de criminalidad aumentaran sin lugar a dudas, el desempleo, la falta de oportunidades y de recursos también.
Ha sido triste el pasado, es triste el presente y se ve aún más triste el futuro del departamento ante semejante e inmanejable crisis.