La única arma en que creemos los demócratas y más aquellos que tenemos la posibilidad de dar la opinión, gracias a la generosidad de espacio en los medios de comunicación, son nuestras palabras. La expresión libre de nuestras ideas, luego de haberlas pasado por el discernimiento y el matiz de la razón.
Por ello, me atrevo a decir que un Gobierno Nacional que en vez de sumarse e ir en sintonía con lo que hicieron gobernadores y alcaldes de Colombia en busca de preservar la vida y la salud de los ciudadanos, lo que hace es amenazar y tratar de desautorizarlos, no merece consideración alguna. Antepone las formas y protocolos a lo importante y vital: la salud y vida de la gente.
La Alcaldesa de Bogotá, mandatarios del país y gobernadores, lo pusieron al desnudo frente a todos los colombianos, pues le dieron una lección contundente de gobernar y de gobernanza, de acción pública y tomar decisiones a tiempo por el bien común y no al parecer pensando en la ganancia de sector económico alguno; y ante este hecho evidente, de público conocimiento, y sin el más mínimo decoro, reacciona el Presidente, su Ministra del Interior y sus áulicos como un niño malcriado con pataleta, al que solo le importa ganar y no la vida de los demás.
Generar un choque inútil, desgastante con los poderes regionales para tratar de anularlos, es recurrir a una oscura arma del poder de la cual solo echan mano por desespero gobiernos mentecatos cuando la fuerza de la razón, los argumentos y los hechos de los demás los sobrepasaron.
No le importa si los propios mandatarios en su autonomía siguieron los lineamientos públicos establecidos por la Organización Mundial de la Salud o por su filial panamericana, los mismos que le impartieron el sábado anterior en la Casa de Nariño; solo busca obediencia ciega e irracional, de que tienen que hacer caso porque sí. No pueden salir ahora con el cuento de que es “poner en cintura a mandatarios por el bien institucional”, pero es que no es la vida de las instituciones la que está en juego si no la de los ciudadanos que es mucho más importante.
Este momento histórico en Colombia, esta coyuntura del orbe, con la expedición del decreto 418 del 18 de marzo de 2020, con el que se intimida y se trata de inmovilizar la acción de los gobernantes regionales, me hace recordar la cátedra de la profesora e investigadora española Adela Cortina con su libro Educación en Valores y Responsabilidad Cívica.
En este momento somos los colombianos los llamados a elevar el listón moral, a ejercer un “republicanismo moral” porque a nuestras instituciones, especialmente a la Presidencia, ello al parecer le quedó grande en plena pandemia global. “Es decir, que son los ciudadanos los que tienen que elevar el listón moral de sus sociedades, desde su capacidad de juzgar y de actuar, desde los distintos lugares que ocupan en la sociedad. Nadie puede hacerlo por ellos: son los protagonistas del mundo moral” (Cortina. 2011. pag, 11).
Y esto, ni más ni menos, porque en una sociedad que no tiene un solo código moral como la nuestra, nos encontramos con el hecho de establecer qué personas o instituciones son legítimas para indicar qué es lo moralmente correcto. Y en el tema que nos ocupa hoy, ya nos dimos cuenta que todo indicaría no es el Presidente ni algunos de sus Ministros los que dan la legitimidad moral. Claro, podrán tener el establecimiento, la formalidad, la institucionalidad, la fuerza coercitiva, pero sin peso moral real y verdadero en su actuar, y con el decreto quedó absolutamente claro para todos. No es la gente del país lo que le interesa, es la estructura que sostiene a unos pocos lo que al parecer les transnocha. Y ante la rápida reacción de los mandatarios de las regiones, dado la paquidermia y frialdad centralista para enfrentar este momento histórico, no pudieron más que acudir al chantaje y la amenaza disfrazado de respeto a la norma, la institucionalidad y el bien común.
Su concepción de lo bueno y lo correcto para todos –la del Gobierno Nacional- pareciera va en total contravía con lo que dictan los cánones del sentido común, de los expertos del mundo que se han expresado frente a cómo actuar para detener y mitigar la pandemia. Lo positivo es que los mandatarios, al igual que los ciudadanos, ya sabemos que una cosa es lo que dice públicamente y promete el Ejecutivo central y otra la que está dispuesto a hacer y permitir. No hay derecho a tanta mezquindad con el pueblo.