La vida de la actriz Kate del Castillo cambió en enero del 2012 cuando escribió este trino: “Hoy creo más en el Chapo Guzmán que en los gobiernos que me esconden verdades aunque sean dolorosas”. Hija del legendario actor mexicano Eric del Castillo y famosa desde los 12 años, cuando protagonizó la telenovela Muchachitas, pasó de ser una de las consentidas de Televisa a una traidora de la patria. Solo una persona la aplaudió: el narco más buscado del mundo, Joaquin Guzmán, el Chapo.
Era la primera vez que una figura de la farándula lo respaldaba públicamente. Se obsesionó con conocerla. Sus asesores le aconsejaron tener calma. Cualquier movimiento en falso le podría costar la cárcel o la muerte. El Chapo cayó en enero de 2014, precisamente quince días después de que sus abogados hubieran contactado a Kate desde su escondite en Altiplano, en Almoloya de Juárez.
Su papel protagónico en La reina del sur, en donde interpretaba a una despiadada baronesa de la droga, le había dado portada de todas las revistas. Sin embargo, su sueño era consolidarse en Hollywood, lugar en el que vivía desde el 2010. A sus 42 años veía con preocupación cómo la oportunidad de protagonizar una gran película para un gran estudio empezaba a quedar atrás. Cuando los abogados del Chapo le dijeron en un restaurante en Juarez que el narco quería darle los derechos exclusivos para hacer una película sobre su vida, los ojos de la diva se iluminaron. Al regresar a Los Ángeles se contactó con el director ganador del Oscar Oliver Stone, quien llevaba años queriendo poder tener la oportunidad de filmar un biopic sobre el capo. La conversación entre los representantes del Chapo y la actriz era cada vez más fluida, pero con la espectacular fuga del Chapo por un túnel se frustró.
Kate debió resignarse a seguir protagonizando novelas para el público hispano y perfeccionando su tequila Honor, que patrocinaba desde el 2010. Cuando perdía la esperanza los emisarios del Chapo volvieron a aparecer. “Con el escape la historia no termina, al contrario, se pone mejor”. Y organizaron el encuentro. Estaba claro: El Chapo la quería conocer.
Fue entonces cuando la contactó también el actor Sean Penn. Además de estrella de Hollywood había sido esposo de Madonna y amigo de Hugo Chávez. Quería hacer un proyecto con ella alrededor de la vida del Chapo Guzmán. Se conocieron en agosto del 2015 y la atracción fue inmediata. La convenció de llevarlo a su encuentro con el Chapo. La aventura de ir en busca del capo comenzó con un encuentro en ciudad de México en octubre de ese mismo año; tomaron un vuelo chárter que la propia actriz pagó de su cuenta —más de USD$33 mil— hasta Mazatlan. De ahí los llevaron en un Cessna hasta un lugar indeterminado en las montañas de Sinaloa.
Era una noche cerrada. Apenas Kate se bajó del auto, en donde anduvo durante más de 9 horas, sintió el abrazo de un hombre pequeño y rechoncho: “Qué bueno conocerte amiga”. No tuvo necesidad de verle la cara para saber que era el Chapo Guzmán. Era un conjunto de cabañas, una especie de lugar de retiro para estudiantes de colegio en Sinaloa. Allí fue la reunión. El ambiente era tenso hasta que Del Castillo puso sobre la mesa una botella de su tequila Honor. Hablaron del proyecto de la película. El Chapo estaba dispuesto a poner más de USD$ 50 millones con tal de que fuera un producto digno y veraz.
Sean Penn guardaba silencio. Desde que llegaron a Mazatlan se había convertido en otra persona. Estaba callado y receloso, atado a un maletín que nunca soltó. El capo no lo tenía presente. Sin embargo, las cosas empezaron a complicarse cuando Sean Penn le preguntó a Kate si podía hacerle una entrevista para la revista Rolling Stone. Del Castillo se asustó. Se sembró la desconfianza, pero le trasladó la pregunta al Chapo, quien obviamente se negó. Le respondió cortante como un puñal:
—Dígale al mechudo este que lo acabo de conocer. Y, en primero, él no va a regresar solo, amiga, y si no vas a estar tú, no va a haber entrevista.
Se terminaron de tomar la botella de tequila y el Chapo cortó abruptamente la charla: “Yo creo amiga que lo mejor es que te vayas a dormir ya”. Cuando Kate se levantó y el Chapo no dudó en decirle: “Yo te acompaño”. Caminaron unos cinco minutos hasta otra cabaña sin que la actriz no dejara de pensar en las más de 70 mil muertes que le atribuían al Chapo y su capacidad d violencia reconocida. Pero no ocurrió nada. Le dio la mano y le dijo que estaba muy contento de poder estar en un proyecto juntos. Se perdió entre la noche.
El regreso a Mazatlan comenzó de mañana. Kate durmió entre los brazos de Penn en la parte de atrás de la camioneta. Se había enamorado. A partir de allí el ganador del Oscar empezó a presionarla. Quería volver a encontrarse con el capo y Del Castillo hizo lo que pudo para que el capo grabara un video dando una entrevista de diez minutos. Kate lo consiguió. En diciembre envió el video y diez días después la policía dio con el paradero del capo más buscado. La propia fiscalía mexicana reconoció que el encuentro de los actores con el capo había sido fundamental para su captura.
Apareció la entrevista en Rolling Stone en la que Kate quedaba mal parada. La mexicana lo resintió y supo entonces que algún día lo contaría todo. Y en efecto, este fin de semana se estrenó una serie de tres capítulos en Netflix donde cuenta su versión de los hechos. Allí el propio abogado del Chapo, el mexicano Andrés Granados, insinúa que el chapo está convencido de que Penn tuvo que ver con su captura, y que el mechudo nunca le generó confianza: “Tal vez Sean Penn sí tuvo algo que ver, tal vez filtró la ubicación, pero no lo puedo asegurar, después de que se supo que traicionó a Kate, y que no fueron las cosas como habían convenido...”, dijo.
El actor norteamericano brama de rabia y está preocupado por las retaliaciones que podría haber en su contra por parte del Mayo Zambada, el temible sucesor del Chapo Guzmán en el cartel de Sinaloa. En las calles mexicanas ya hay quienes dicen que la cabeza de Sean Penn tiene precio, una amenaza preocupante así viva lejos, protegido en Estados Unidos.