Al igual que la polarización no permite tener no ya un diálogo constructivo sino ni siquiera una simple conversación, la dimensión que está teniendo la distancia entre la realidad y lo que se evidencia como ataques sistemáticos de la oposición impide analizar correctamente hasta dónde las críticas pueden tomarse constructivamente y hasta dónde no tienen otro propósito que el saboteo a un proceso en el que Colombia para bien o para mal se encuentra e inevitablemente debe transitar.
No estamos ante el cuento de Pedrito y el lobo, del niño que solo por divertirse jugaba a asustar a los pastores avisando falsamente que venía el lobo, y que cuando resultó ser de verdad nadie le creyó.
Aunque ésta sería la peor consecuencia de lo que estamos viviendo si llega a cumplirse la predicción de los opositores según la cual Petro se va a convertir en un segundo Maduro, no parece que esto pueda darse.
Lo que sí estamos es ante una gran incertidumbre, pues si bien sabemos que el grito de ‘el lobo! ¡El lobo!’ no es cierto (Ni Colombia es Venezuela, ni Petro es Maduro, ni Maduro es Chávez), la persistencia y la abrumadora actividad opositora no permiten saber hasta dónde pueden ser fundado algo o fundados algunos de los cuestionamientos al gobierno y al presidente.
Tan cierto es que no es suficientemente claro el camino que se está tomando (no existen manuales sobre cómo hacer un cambio de las proporciones que se propone y que el país necesita) como que los que pierden posiciones privilegiadas exageran tanto en la selección como en la gravedad de los efectos cuestionables que lo pueden acompañar.
Ni el país está cayendo en la catástrofe que presentan los antigobiernistas, como lo que divulga el gobierno es una selección que no refleja toda la realidad del momento
Igualmente, claro es que ni el país está cayendo en la catástrofe que presentan los antigobiernistas, como que lo que divulga el gobierno como resultados positivos o como situaciones indeseables venidas del pasado es una selección que no refleja toda la realidad del momento. Bajo un simple enfoque socioeconómico, el pobre aumento del PIB muestra que el país poco prospera, pero el deterioro de los indicadores de concentración Gini de riqueza o de ingreso muestran que al mismo tiempo un numeroso sector si mejora (un país que moviliza 4 millones de automóviles y da albergue a cerca de 20 millones de turistas en vacaciones de Semana Santa no parece estar al borde de la catástrofe).
Aplicar el ‘miente, miente que de la mentira algo queda’ ha sido siempre en alguna forma validado porque la reacción o efecto que como consecuencia se produce convierte en algo como una realidad parcial o virtual el motivo de la mentira.
Pero lo que vivimos ahora es la plena guerra de la desinformación. La caótica de las ‘redes sociales’ y la manipulada en un sentido u otro (más a favor de la oposición) en los medios establecidos o del establecimiento.
Aplica lo que dijo Hanna Arendt refiriéndose al tema de la manipulación de la verdad y la diseminación de la mentira en la esfera pública y política: “Si todo el mundo siempre te miente, la consecuencia no es que tú creas las mentiras, sino que ya nadie cree nada”.
Si entre el 2001 y el 2019 son 107 EPS las que han tenido que liquidarse (13 en los últimos 4 años) ¿a quién se le ocurre que toca defender ese mecanismo sin hacerle cambios? O ¿a quién se le ocurre que la reforma al sistema de salud sea un pretexto para atacar a las EPS y no la necesidad de reorganizar esa parte del sistema de salud que ha fallado la que trae como consecuencia la necesidad de modificar sus funciones?, ¿en qué contribuyó a entender el problema o a. Uscanga una solución el mentir atribuyendo al propósito de ‘acabar las EPS’ a la propuesta de Reforma a la Salud? ¿Qué se gana con no hacer dicha reforma?