Recientemente muchos se han acercado a preguntar por mi experiencia con el “Charlie Charlie Challenge”. Basado en explicaciones físicas, suelo refutar el ya conocido jueguito. La pregunta que siempre se me hacía entonces era: ¿cómo sabes que no es real, si no lo has practicado? Como el conocimiento empírico parece ser requisito para debatir sobre el tema de moda, decidí sacar mi hoja de papel, escribir los correspondientes “sí” y “no” en ella, y poner mis lápices en cruz. Invité a un amigo veterano en el juego, quien accedió encantado a sacarme de mi incredulidad. La primera pregunta que debí hacer, según las reglas del juego, me pareció algo tautológica:
-Charlie Charlie, ¿estás ahí?
De repente, los lápices se movieron, señalando el sí. Pregunté entonces a mi acompañante:
-¿Qué pasa si responde que no está aquí?
Pero mi iniciador en lo paranormal me exigió concentración, y me instó a realizar la siguiente pregunta. Con algo de pánico ante el movimiento paranormal de los lápices, y maravillado ante la presencia de una entidad todosapiente, lancé mi siguiente pregunta:
-¿Ganará Pachito las elecciones a la alcaldía?
La respuesta de los lápices fue nuevamente el sí. Fue en ese momento cuando, preso del terror, decidí abandonar la sesión y persistir en mi explicación científica al acontecimiento. Algo que me asustara menos.
Recordé entonces cómo, el 30 de octubre de 1938, el joven Orson Welles realizó una versión radiofónica de “la guerra de los mundos”; a través de la radio los estadounidenses escucharon que invasores de marte se habían tomado el país. A pesar de que cada 15 minutos se informaba que se trataba de una dramatización, cientos de personas salieron de sus casas para escapar de la invasión. Muchas personas se presentaron como voluntarios para defender a la nación de los invasores. Aquel día quedó patente –además de la increíble recursividad y creatividad del gran Welles- el poder de los medios de comunicación para convertir una mentira en un fenómeno de masas. Cambiando de escenario, en Macondo sucedió algo similar cuando las personas no pudieron distinguir la fantasía de la realidad: Cien años de soledad trae para nosotros el relato de cómo el teatro de Bruno Crespi fue destrozado por los asistentes a las primeras transmisiones cinematográficas, quienes no pudieron tolerar que “un personaje muerto y sepultado en una película, y por cuya desgracia derramaron lágrimas de aflicción, reapareció vivo y convertido en árabe en la película siguiente” relata nuestro bien amado García Márquez.
Algo parecido ha venido sucediendo en estos días, cuando la productora Warner Bros hizo viral el juego 'Charlie Charlie' para promocionar su más reciente producción en el ámbito del cine de terror. Al igual que lo acontecido con la radiotransmisión de Welles, muchas personas consideraron la presencia del juguetón espíritu como real, persistiendo en el engaño incluso cuando se ha informado que se trata de una campaña publicitaria. Hubo pánico generalizado, e incluso los servicios médicos tuvieron que atender a algunas personas afectadas por el juego. Los servicios religiosos también tuvieron que intervenir, al observarse casos de supuesta posesión tras la invocación del espíritu. Y al igual que lo acontecido en Macondo, las personas no distinguen la fantasía de la realidad, y se indignan cuando se anuncia que lo observado hace parte de la primera y no de la segunda. Tal engaño a nuestros sentidos se hace intolerable para algunos, que prefieren creer en el fantasma.
El juego ha tomado tal popularidad que se han tomado medidas para que los niños no lo practiquen, se ha incitado a los docentes a estar pendientes de que tal práctica no se adelante, y los encargados de los servicios religiosos han debido hacer anuncios públicos sobre el mismo, moviéndose en el terreno ambiguo de refutar la presencia del espíritu, pero a la vez afirmando la existencia de un intocable mundo espiritual. Los médiums también han procedido a intervenir, aconsejando no molestar a quienes están quietos, pues “lo que está quieto se deja quieto”. La explicación a tal juego no puede ser más sencilla y ya ha sido fácilmente refutada la teoría espiritual del hecho; sin embargo, hay quienes insisten en la presencia del espíritu, y para aumentar la expectación se habla de presencias, visiones, helados vientos que se pueden sentir durante el desarrollo del mismo. Pero no, es física elemental; lo raro sería que el lápiz no se moviera. Ya Spinoza advertía sobre la facilidad de creer en lo supersticioso, al decir “si a los hombres constantemente les favoreciera la fortuna tendrían el alma libre de supersticiones. Mas como la desgracia les acecha, su espíritu está expuesto a la más exagerada credulidad”. Superstición, desgracia y credulidad parecen ser la cotidianidad de la sociedad, la cual cree en espíritus invocados con un par de lápices, sufre las políticas de los gobernantes de turno, y está dispuesta a votar por Pachito, como Charlie me lo aseguró.