Los corruptos y una muy buena parte de nuestros políticos leen poco, prefieren cultivar con esmero su ignorancia.
Los políticos colombianos no necesitan leer El Príncipe de Maquiavelo, el Breviario de los políticos del cardenal Mazarino, La democracia en América de Tocqueville, El contrato social de Rousseau y menos El espíritu de las leyes de Montesquieu . Su fuente de inspiración es la viveza y las marrullas que a diario han utilizado para acrecentar su chequera o su electorado
Tampoco los corruptos necesitan leer Mi confesión de Carlos Castaño o Pablo Escobar, Mi Padre, escrita por su hijo, a los hermanos Moreno Rojas, Como nos robamos a Bogotá, el tratado sobre Como construir una refinería y enriquecerse en dos patadas, o el clásico de Jorge 40 Como nos tomamos la salud y la contratación pública a sangre y fuego.
Pero unos y otros tienen como libro de cabecera un corto y agudo texto del gran escritor Gianni Rodari, titulado, Pinocho el astuto. La razón es muy simple: el pequeño cuento de Rodari describe con lujo de detalles y maestría asombrosa el arte de enriquecerse y tener poder diciendo mentiras.
Cuenta Rodari que desde que Pinocho tuvo uso de razón descubrió que cada vez que decía una mentira su nariz de madera crecía. Con gran pragmatismo se dedicó a fabricar mentiras, tantas que muy pronto pudo construir todos los muebles de su casa. Su ambición no se detuvo y decidió convertirse en empresario.
“Venderé madera y me haré rico”.
“Y, en efecto, era tan rápido para decir mentiras que en poco tiempo era dueño de un gran almacén con cien obreros trabajando y doce contables haciendo las cuentas. Se compró cuatro automóviles y dos autovías. Las autovías no le servían para ir de paseo sino para transportar la madera. La enviaba incluso al extranjero.
Y mentira va y mentira viene, la nariz no se cansaba de crecer. Pinocho cada vez se hacía más rico.
En su almacén ya trabajaban tres mil quinientos obreros y cuatrocientos veinte contables haciendo las cuentas.
Pero a fuerza de decir mentiras se le agotaba la fantasía. Para encontrar una nueva tenía que irse por ahí a escuchar las mentiras de los demás y copiarlas: las de los grandes y las de los chicos. Pero eran mentiras de poca monta y sólo hacían crecer la nariz unos cuantos centímetros de cada vez.
Entonces Pinocho se decidió a contratar a un «sugeridor» por un tanto al mes. El «sugeridor» pasaba ocho horas al día en su oficina pensando mentiras y escribiéndolas en hojas que luego entregaba al jefe:
—Diga que usted ha construido la cúpula de San Pedro.
—Diga que la ciudad de Forlimpopoli tiene ruedas y puede pasearse por el campo.
—Diga que ha ido al Polo Norte, ha hecho un agujero y ha salido en el Polo Sur.
—Que los elefantes no duermen ni tumbados ni de pie, sino apoyados sobre la trompa”.
Políticos y corruptos desde siempre han seguido los pasos de Pinocho el Astuto. La historia así lo confirma:
—Si no me reeligen me obligarían a ganarme la vida honradamente, lo que a mi edad es una infamia. Gilberto Moreno, T., senador 1944.
—No es conveniente que un presidente se perpetúe en el poder. Reelección, solo si hay una hecatombe. No quisiera la amargura de que las nuevas generaciones me vean como alguien apegado al poder. Álvaro Uribe Vélez.
—Debemos defender, continuar y mejorar la inmensa obra y el legado de nuestro presidente Uribe. Vamos a animar esto: ¡viva el Presidente Uribe! Juan Manuel Santos durante su primera campaña presidencial.
—Uno le es leal a las ideas y sobre todo al país (…) Yo no he cambiado mis posiciones. Yo respondo al interés nacional. Roy Barreras.
—Agro Ingreso Seguro fue diseñado con paredes de cristal. Lo que algunos no soportan es que los campesinos nos quieran. Andrés Felipe Arias.
—Miguel Nule, tras de ladrón, bufón. Samuel Moreno.
—La plata que deja una alcaldía no la deja un embarque. Juan Carlos Martínez, senador condenado por corrupción.
—Hay que linchar a los corruptos, nada de pañitos tibios. Compatriotas: linchemos a los corruptos. Álvaro Uribe Vélez
—Desacreditar el Senado es desacreditar la democracia. Cesar Pérez García, senador condenado en 2013 a 30 años de cárcel por la masacre de Segovia.
—El salario en Colombia es ridículamente alto. Alberto Carrasquilla, exministro de Hacienda de Álvaro Uribe, 2008.
Y los ineludibles tres clásicos de nuestra historia de la mentira: Todo fue a mis espaldas (Samper), Ni una gota más de sangre (Belisario), Reducir la corrupción a sus justas proporciones (Turbay Ayala).
La mentira es el camino obligado de todo aquel que quiere llegar al poder. El más actual y vivo ejemplo es Néstor Humberto Martínez, quien hace un año sostenía: “Ha sido una leyenda decir que mi interés permanente, mi obsesión es llegar a la Fiscalía General de la Nación”. Hoy es el candidato con mayor opción y palancas para ser el próximo fiscal general.
Los políticos y los corruptos nunca podrán decir la verdad pues conocen muy bien la sentencia del cuento de Rodari: el día que digan la más mínima verdad todo lo que tienen, todo su poder y toda se riqueza se convertirá en aserrín y un vendaval se llevará todo, y como le ocurrió a Pinocho se quedarán solos y pobres. Serán barridos de la historia.