"Las compras son legales y no constituyen acumulación ilegal de tierras", eso fue lo que dijo Álvaro Uribe. Pero, qué tal si a esa misma frase le cambiamos una palabra y la dejamos así: "las compras son legales y no constituyen acumulación ilegal de esclavos". Lo anterior muestra que nuestros gamonales continúan reproduciendo los mismos argumentos de antaño. La pregunta sería, usted Señor Uribe que es tan conocedor de las tierras que habita, ¿no sabía que esos eran terrenos baldíos? Ahora, entonces, ¿el Estado debe actuar en función de la buena fe de acaparadores de tierras como usted? No está lejos que el argumento siguiente sea la indemnización por las posibles mejoras de esas tierras. Sino estoy mal, los dueños de esclavos también pidieron esa indemnización, porque ellos habían actuado de buena fe como usted.
Como si fueran los tiempos de la abolición de la esclavitud, Uribe se resiste a perder las tierras que adquirió ilegalmente. Se llama a sí mismo, como uno de esos amos benignos de antaño: "empresario honorable del campo". No son sino puros auto-eufemismos retóricos de quien, al parecer, se comió el cuentito de Paloma Valencia cuando le dijo la semana pasada que ya lo ve disecado en bronce, tan solo unos centímetros abajo del mismísimo Dios. Es una tristeza, ahora ya no podremos decir popularmente "que Dios nos agarre confesados" porque se corre el riesgo de que sea este señor el que le dé tres vueltas a uno.
Es muy verdad que usted, como cualquier otro ciudadano, tiene derecho a la propiedad privada, pero enumérenos, ¿en que países del mundo medianamente sensatos, un presidente o primer ministro, se adjudica desde su buena fe, terrenos baldíos de la nación?; y más aún, en los que luego se dan ciertas sospechas de patrocinio de grupos paramilitares que aduciéndose falsas funciones de estado se asociaron con otros “honorables empresarios del campo” para apoderarse de tierras no baldías.
Pero lo cierto es que Álvaro Uribe no tiene ni la culpa, su fuerza política se ampara en la ignorancia de nuestro pueblo, quien no logra hacer la más mínima regla de tres en el análisis político del país. Esto ha sido aprovechado –y lo continuará siendo en el futuro cercano– por sus mandos medios.
También es cierto que el círculo cercano del "honorable paramilitar" no es, para nada, una variante dinástica de los filósofos atenienses, sino la consecuencia lógica del mismo arribismo de Uribe, en el que el pobre no encuentra a quien mirar. Ahí está Jose Obdulio, una de la más bajas consecuencias lógicas de un proceso político insulso y traquetero, donde la idea de la palabra argumentada no se basa en principios, sino en intereses, ¡y vaya que los tienen! A Uribe se le debieron hacer las tripas corazón Fernando Londoño –su Joseph Goebbels– pronunció sin tapujos la ironía del nombre del partido: "Centro Democrático es todo menos de centro, es de derecha". Lo "payasístico" del caso es que tampoco la palabra "democrático" se le puede acuñar... por ahí a duras penas lo catalogaríamos como "dedocrático".
Uribe es Dios y Señor en su partido, como en las ocasiones anteriores se tomará la displicencia de escoger su títere de turno. Por eso, una vez aprendida la lección con Santos, Uribe no busca al más inteligente ni locuaz, –porque dicho sea de paso, en el Centro Democrático la inteligencia brilla por su ausencia– sino a quien le sea totalmente fiel. Tal vez Zuluaga fuera el más indicado, pero Uribe lo deja a un lado, no solo por los escándalos de Odebrecht, sino porque Oscar Iván es realmente feo para una campaña publicitaria, lo cual muy difícilmente se le perdona en este país donde los reinados de belleza acaparan todas las miradas, mientras los corruptos acaparan las tierras, despojando a millones de campesinos, obstaculizándoles así el camino para una vida digna.