Por Roberto Romero Ospina
Más de un millar de pabellones, centenares de stands, metros y metros de salones y pasillos atiborrados de libros y cachivaches, atropellados por más de 300 mil visitantes. Pero un solo espacio, de menos de cuarenta metros cuadros y de contera, prestado, se robó no solo la mirada sino la ocupación de todos.
“Esto ha sido increíble, una romería de curiosos se han arremolinado los seis días que hicimos presencia en la Feria y han compartido con nosotros la experiencia de cómo hacer un libro con cartón reciclado”, anota orgullosa Marcela Ospina, una desplazada de la violencia que encontró un nuevo camino en esta empresa editorial.
Fue tan grande el éxito que los organizadores de la Feria destacaron que el stand lleno de cajas de cartón que en un santiamén se convertían en libros de lujo, pero fue el tercero en reunir más visitantes.
Cartongrafías de la memoria, un proyecto que aún no cumple dos años, integrado inicialmente por 41 personas, todas víctimas de la violencia, y que ahora se ha reducido a ocho que hacen de recolectores, recicladores, cortadores, impresores, encuadernadores y distribuidores de una lujosa obra de arte, ha nacido con fuerza.
Los ocho: Noris Castaño, Delfina Hernández, Rolando Paz, Marcela Ospina, José Arango, Jairo Torres, Alberto Centeno y Heinnis Marca, ya han impreso más de 1000 agendas de vida y cien cajas, unos novedosos cofres de cartón que contienen 19 historias escritas por niños de todas las regiones, cada una con no más de tres o cuatro sencillos párrafos.
“Para qué juguetes... sino ya no tengo a mi padre. Para qué juguetes si él ya no puede regresar a casa. Para qué juguetes si él ya no puede jugar conmigo... para qué querría juguetes si mi madre solo quiere llorar y ya olvidó cómo se juega”, narra la pequeña Yoli.
Al respaldo de estos cuentos verdaderos, trazados con la mejor literatura, un grabado que recorre el alma de quien lo observa. Con razón éstas pequeñas obras maestras ya están en varias bibliotecas norteamericanas como la de Princepton o la de San Francisco.
En la Feria del Libro estos artistas populares no tuvieron un instante de sosiego: “El viernes 1 de mayo no dimos abasto, sin exagerar hubo un momento en que se agolparon más de 500 personas en el stand y todas queriendo participar en la elaboración de una agenda”, anota orgullosa Delfina Mendoza, del equipo.
Es que no solamente los visitantes podían participar en un taller relámpago de cartongrafía sino combinarlo con una práctica viva de elaboración de un grabado. Gubia en mano, decenas de personas, la mayoría jóvenes, garrapateaban sus diseños en las plantillas de linóleo dispuestas.
Los resultados eran sorprendentes. Cuando pasaban la prueba del rodillo entintado y la prensa volaban escenas del campo o danzantes en una ciudad viva, soldados o guerrilleros, mujeres y niños, en fin, un caleidoscopio de alegrías. Se alcanzaron a crear más de 1300 grabados, muchos de los cuales servían como carátula de las agendas.
Era tal la simpatía de quienes tenían la suerte de presenciar este otro taller de Melquiades en plena Sabana que volvían pronto para dejar una que otra salvadora caja de cartón que multiplicaría las obras de arte como los pescaditos del alquimista de Macondo
Las piezas, no mayores a media carta, serán publicadas por el Centro de Memoria, Paz y Reconciliación, animador primero de este proyecto sin parangón en el país.
"Ahora somos ya una corporación y todo un proyecto editorial, pero una editorial con alma que recoge la memoria con la creación de todas las víctimas y llamado a permanecer”, subraya Mónica Ospina.
Cartongrafías, con sus dos joyas de papel corrugado, la agenda y las cajas de memoria de los niños, es una de las mejores apuestas por darle contenido de vida a la memoria. Para que perviva a través del arte.
