Ahora que el país está pasando por una gran crisis económica, social y de salud, se presenta la Copa América para cambiar un poco la rutina y agitar emociones, tanto entre los hinchas del fútbol, como entre los ciudadanos del común.
Aunque no faltan los opositores que afirman a ultranza que esto del fútbol es solo el circo del que se vale el gobierno de turno para distraer la atención de los problemas importantes, o es una cortina de humo para tapar sus nefastos logros y sus cotidianos casos de corrupción, opino que esta Copa América ha ofrecido un poco de descanso del sufrimiento y las grandes tragedias que estamos soportando.
Y esto del fútbol no es lo mío, no soy de los que se pone camiseta de la selección, ni me reúno con los amigos, ni busco un lugar público o concurrido para ver partidos. Es más, ni siquiera reconozco los rostros de todos los jugadores de la selección, aunque lo entiendo y no puedo evitar embelesarme unos segundos ante una buena jugada.
No obstante, terminé viendo el partido de Colombia contra Argentina y terminé feliz, no por el hecho de que se perdiera la clasificación, sino porque me pareció el mejor partido que había visto en años. Esa Colombia que yo siempre reclamaba jugó ayer, una Colombia con claridad de estrategia y táctica, que le jugó de tú a tú a Argentina, que recibió un gol tempranero, pero al momento estaba llegando a la puerta del equipo rival, con fuerza y determinación.
Esa fortaleza mental y emocional que les ha impreso el técnico Rueda y que cada uno ha asumido como propia, dejó una gran huella en sus acciones, movimientos y jugadas. Se les veía a varios jugadores perseguir la pelota por todo el campo, jugarse el esférico con lealtad y juego bastante limpio, contrario a muchas ocasiones anteriores. Hubo orden y fortaleza y hasta compadecí a los argentinos, porque el equipo que los enfrentó los hizo sufrir.
Esos muchachos que estaban librando esa sana “batalla” en un campo de fútbol fueron el mejor ejemplo de lo que es ser un colombiano bueno y luchador. Esos jóvenes que tienen la misma edad que muchos de los que están en las calles protestando estaban dando cátedra de cómo se debe asumir la vida: no es con destrucción, ni con violencia, como se hace patria; es con trabajo, dedicación y sudor. Esos muchachos que perdieron en franca lid, dieron lo mejor de sí, corrieron y se entregaron, actuaron con disciplina y sentido de equipo, soportaron golpes y algunas injusticias con honor y valentía y no se salieron de sus cabales. Esos muchachos se comportaron a la altura de una final y para mí fueron y son campeones.
Esos muchachos hicieron patria e historia. Además, fueron los mejores colombianos que he visto en meses, gente guerrera, tenaz y equilibrada que se enfrentó al mejor jugador del mundo y a otros cracks y los empataron, y hubieran podido vencerlos. El marcador es lo de menos… soy feliz porque pude ver un ejemplo de colombianos buenos y triunfadores que dieron su mejor esfuerzo para ganar con juego limpio y fortaleza y para mí cuenta como una victoria de los principios y el honor que deben guiar nuestro trabajo día a día, con honestidad, sacrificio y amor. ¡Gracias, Selección Colombia!