Increíble, parece mentira, es como si hubiéramos despertado de un sueño de pesadilla y estuviéramos viendo la perspectiva de un horizonte mejor, como si estuviéramos respirando un aire más puro, como si volviera a renacer la esperanza, no para nosotros que estamos a punto de colgar las botas, sino para nuestros nietos y, en general, para las nuevas generaciones.
La dejación de las armas por parte de las Farc a los delegados de la ONU, el día martes 27 de Junio, en el Municipio de Mesetas, departamento del Meta, constituye un acontecimiento histórico. Aunque la palabra “histórico” está más desvalorizada que el salario mínimo de los trabajadores colombianos, tenemos que decir con toda propiedad que nunca éste término había tenido tanta significación histórica, tanto sentido común, y tanta resonancia para el desarrollo político, económico, social y cultural en éste país.
Salir con vida después de 53 años de guerra es todo un canto a la libertad. Suena romántico, pero así fue la tragedia muy poco vivida en las grandes ciudades colombianas, donde solo vieron la guerra sentados en la casa, cómodamente viendo los noticieros de televisión.
¿Será que la clase dirigente de este país está preparada para asumir el compromiso de la paz? Es una pregunta pertinente, porque la historia de Colombia ha sido un camino de buenas intenciones que en la realidad ha conducido al precipicio de los infiernos.
Pero bueno, ahora la cosa se pone color de hormiga. Resulta y sucede que los que siempre dijeron que las Farc no entregarían las armas, acuden, desconcertados, a la mentira: “las farc tienen cinco millones de dólares en balas compradas al ministro del presidente Fujimori del Perú, que no han declarado ante los delegados de la ONU”. Están desesperados con sus “Balas perdidas”. No tienen argumento distinto a la mentira, al miedo, al odio y a la desesperación que les producen las reformas económicas, políticas y sociales que afectan sus privilegios. Como decía Borges: “no los une el amor sino el espanto”
La construcción de la paz y de la democracia en este país es toda una novela llena de intrigas y de pasiones, como toda novela tropical; eso sí, dirigida desde los centros de poder de las multinacionales del imperialismo que, aunque no les guste mucho el acuerdo de paz, les conviene para sus inversiones en las agroindustrias, en la minería, en el agua, y en los grandes centros de la biodiversidad.
Este capítulo de la entrega de armas por parte de las Farc es como la consumación del matrimonio: tomar posesión del objeto amado, las armas. Pero después del idilio embriagador de la pareja enamorada, viene, con los años, la rutina demoledora. Este es el peligro inminente para la causa democrática y progresista: que cada cual coja por su lado en una feria de vanidades, y que este gran avance de convertir a un movimiento político armado en un partido político legal, no termine en una nueva frustración, porque, como decía García Márquez, las nuevas generaciones no tendrán otra oportunidad sobre la tierra.
