Sin duda, Colombia es el país de las tragedias permanentes. Esta tierra ha estado marcada por un frenesí de horror y fatalidad que poco se ha visto en otros lugares. Y es que de tal magnitud y tan recurrentes han sido las desgracias que la sociedad colombiana para no desfallecer ha debido desarrollar estrategias de evasión de la realidad. Dichas estrategias, por lo regular, han sido: la naturalización de la adversidad, el olvido, la indiferencia y, por supuesto, la comedia. Dentro de éstas, la comedia ha sobresalido por su carácter dramático y placentero. Es un género burlesco y popular que permite representar hasta el peor de los infortunios como un hecho gracioso, y es por eso que en Colombia esta estrategia ha tenido tanta acogida. No por nada el país cuenta con el programa televisivo de comedia más antiguo del mundo, es sede permanente del Festival Internacional de Humor, posee el Guinness World Records en cuentachistes e importa humoristas para distintos eventos de talla continental.
Reírse de las propias desgracias no tiene nada de malo, es más, es una terapia muy conveniente, sin embargo, en Colombia hemos llevado esta situación al extremo. El exceso de humor, sobre todo, de humor hueco y de ocurrencias ridículas, ha contribuido a disminuir la comprensión popular de las realidades profundas, ha banalizado la gravedad de las desventuras nacionales, ha impedido el surgimiento de estrategias de afrontamiento y, peor aún, ha normalizado la tragedia. Ese humor hueco no es otro que el humor de masas. Un humor vacío, trivial, estúpido, rebosante de chanzas predecibles, y de parodias sobreactuadas que manejan un mensaje anacrónico y absurdo. En Colombia esta comedia estéril, ya sea bajo la forma de chascarrillo, de cuento, de monólogo o de stand up comedy, siempre recurre al mismo chiste sexista y misógino, al trillado chiste de la suegra, al mismo chiste racista (del pastuso), al clásico doble sentido, al chiste xenófobo y homofóbico, etc. Solo basta con revisar la programación de los fines de semana de los canales privados para darse cuenta de ello.
Este país necesita con urgencia más humor con causa, más comedia-consciencia, más jocosidad crítica, más activismo burlesco, en definitiva, más arte que invite a pensar y a actuar sobre nuestros problemas. ¡Ya basta de tanto bufón de supermercado! Recuerden, señores humoristas, que “la mejor manera de hacer comedia es en serio”.