Alrededor del Helicoide sólo crece la maleza y los ranchos de invasión en las barriadas de San Agustín, en la zona centro sur de Caracas. Por ahí los familiares visitan, cada semana, a los 58 presos políticos que están en esa mole de concreto de 40.506 metros. Hubo una época en que este edificio iba a ser uno de los centros comerciales más modernos de Latinoamerica. Su diseño vanguardista hizo que hasta el mismo Salvador Dalí se ofreciera para adornarlo. Pablo Neruda dijo de él “uno de las creaciones más exquisitas que jamás nacieran de la mente de un arquitecto”. Era mediados de los cincuenta y Venezuela bajo la batuta del dictador Pérez Jiménez, quien disponía a su antojo de la gruesa chequera que le dejaba la bonanza petrolera transformó Caracas convirtiéndola en una de las metrópolis más modernas de Latinoamérica.
Sesenta años después el Helicoide ha pasado a ser la sede del Servicio de Inteligencia Nacional. Las nubes oscuras se han cernido sobre él. Allí habitan 338 personas recluidas y están los 58 nombres que han puesto a temblar a Maduro. Entre ellos se destacan Loren Saleh, líder estudiantil, miembro de la ONG Operación Libertad, quien fue deportado desde Colombia en el 2014 y desde ese año está preso en este temible penal. Desde que está encerrado su audiencia de imputación de cargos ha sido aplazada en 44 ocasiones. El 20 de abril de este año Saleh intentó ahorcarse en su celda. Las condiciones en el Helicoide son cada vez más infames. Muchas veces a los presos los someten a largos periodos sin alimentos. Las ratas y las cucarachas se pasean campantes por sus rincones oscuros. El otro gran enemigo de Maduro que se pudría en el Helicoide es Daniel Ceballos. A los 33 años el ex alcalde de San Cristobal fue detenido el 19 de marzo del 2014 según versiones de prensa de una manera arbitraria; fue amnistiado y cumple libertad condicional. Ha sido un hueso duro de roer para el chavismo. Hace un año se mantuvo en huelga de hambre durante 20 días. Vilca Fernández es el tercer recluso célebre del lugar. Estudiante, hijo de peruano, lo detuvieron en junio del 2017 sólo por publicar un trino contra Diosdado Cabello. Fernández se ha cosido la boca varias veces como símbolo de su protesta.
Empezó a construirse en 1950 y su primera parte se terminó de construir en 1960 e iba a ser uno de los Centros Comerciales más imponentes y modernos de América en donde se exhibiría toda la gloria venezolana, estaría lleno de galerías en donde estarían los vestigios de la floreciente industria venezolana como era el petróleo, el gas y el hierro. Eminentes arquitectos habían sido atraídos por la promesa de millonarios contratos por eso llegaron a vivir a Caracas Graziano Gasparini o Federico Beckhoff. Incluso el visionario Oscar Niemeyer pasaba largos periodos de tiempo en la ciudad. Ellos alcanzaron a pensar las salas de exposiciones automovilísticas, un gimnasio, una piscina, guarderías, discotecas, un cine gigante y un hotel de cinco estrellas que lucirían en el lugar. Incluso llegó a pensarse en un helipuerto para transportar directamente a los pasajeros del aeropuerto hasta el Centro Comercial. El monstruo costaría USD$10 millones de la época. Sin embargo, antes de ser abandonado en 1964, su costo ascendió a USD$24 millones. Su fachada estuvo expuesta en el Museo de Arte de Nueva York.
La democracia significaría un golpe devastador para el edificio. En veinte años se abandonó a su arbitrio. Los presidentes que se sucedieron empezaron a ver la mole como un vestigio de la dictadura de Pérez Jiménez. Los cinturones de pobreza empezaron a crecer en el lugar. En los años setenta y también en los ochenta se convertiría en un lugar propicio para consumir drogas y perpetrar atracos. A finales de esa década existió el plan de convertirlo en un museo de Antropología e Historia Natural. Pero nada resultó. En 1992, El Helicoide pasó a ser el lugar donde se movía la inteligencia policial del gobierno de Carlos Andrés Pérez y diez años después, ya con el régimen chavista montado, fue la sede del SEBIN. Según el informe de Represión del Estado Venezolano de enero del 2014 a junio del 2016 se reunieron 145 casos de torturas y tratos crueles. La mayoría dados a presos políticos, contradictorios del régimen de Maduro. A pesar de las amplias galerías existe un hacinamiento que llega al 300%. Uno de los presos que sobrevivió al suplicio describió las terroríficas condiciones de esta manera: “Las primeras 48 horas no me dejaron sentarme, ni acostarme. Siempre de pie, con los ojos abiertos y los brazos extendidos hacia delante. Luego me pasaron a la celda que llamaban “el infiernito”, que era súper pequeña, de unos 5 metros por 3 metros, y habían otras 22 personas. Allí comíamos, hacíamos nuestras necesidades y dormíamos. Además encendían unos focos blancos que era imposible tener bien abiertos los ojos”.
Las pocas veces que los presos pueden salir a un espacio libre por lo general sufren atracos, ataques y extorsiones. Cansados de esto los tres detenidos más celebres del penal protagonizaron un motín a finales de la semana pasada encabezada por Daniel Ceballos. La rebeldía solo duró unos cuantos días. Ahora, los más de 50 presos políticos que están allí, asustados y piojosos, tienen miedo de la venganza que les ha prometido el implacable Diosdado Cabello.
Ahora Aida Merlano, quien fue capturada por la fuerza venezolana después de su fuga en Colombia, tendrá prisión preventiva mientras un juez define su condena por los presuntos delitos de uso de documento falso, usurpación de identidad y asociación para delinquir. Estará acompañada por su novio, Yeico Manuel Vargas Silvera, quien estaba con ella al momento de la captura en un apartamento en la ciudad de Maracaibo. A la excongresista conservadora le queda esperar qué definen los presidentes de Venezuela, Nicolás Maduro, y de Colombia, Iván Duque, si deportarla a su país natal o esperar a que pase sus días pagando su pena en este centro de reclusión.