La mayor contradicción de los cristianos colombianos: declararse de derecha

La mayor contradicción de los cristianos colombianos: declararse de derecha

"Perdieron el rumbo al pensar que imponiendo la fe cristiana van a lograr ‘hacer discípulos’ de Jesucristo, eliminar el homosexualismo o acabar con el aborto"

Por: Paula Barbosa Ardila
noviembre 17, 2016
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La mayor contradicción de los cristianos colombianos: declararse de derecha

Muy preocupante se ven las declaraciones y posiciones dadas por algunos pastores y políticos cristianos en las que pretenden redefinir el cristianismo evangélico en términos políticos como “la derecha evangélica”. Al mismo tiempo han declarado una guerra mediática y religiosa en contra de la izquierda a la que algunos pastores llaman el partido de “los malditos” y otros el de “los resentidos”. Peor aun, se les ve coqueteando con la idea de la re unión de la Iglesia y el Estado en su intención de “cristianizar” el país por medio de la imposición política. Digo preocupante, porque la obvia re derechización del mundo que está retomando el discurso religioso con mucha fuerza no nos puede tomar a Colombia por sorpresa. Actualmente ninguna idea o personaje político puede ser subestimado.

Gracias a la participación en la política de dichos pastores y el uso propagandista de la ultra derecha, la polarización vivida en la época de la Violencia se quiere revivir desde el discurso religioso ahora cristiano evangélico. No obstante, en nuestro contexto colombiano, es como si estos pastores no hubieran comprendido que viven en un país en donde la mayoría de la población no comparte su fe. También perdieron el rumbo al pensar que imponiendo la fe cristiana van a lograr “hacer discípulos” de Jesucristo, o van a lograr eliminar el homosexualismo o acabar con el aborto. O como si la historia no nos hubiera mostrado que la unión entre la Iglesia y el Estado no logra jamás la cristianización de la sociedad, al contrario, politiza y corrompe el cristianismo. Yo como cristiana, defiendo con fuerza la laicidad del estado colombiano en gran parte por cuestiones de salud política, pero también y quizá con más fervor, por el temor de ver a la fe que se basa en la gracia divina y la libertad, convertida en herramienta barata de los sedientos de poder, fama y dinero.

 

Volviendo al tema ideológico y haciendo un gran esfuerzo, podría llegar a entender como en algunos momentos la derecha pueda tener cosas en las que el cristianismo pueda hallar similitud. Quizá el mantenimiento de la moral y el modelo de familia tradicional conformada por papá y mamá sean puntos atractivos para el sector cristiano. Pero para llegar a afirmar que sea “la derecha” la ideología del cristianismo evangélico, y que este mismo busque nuevamente la unión entre la Iglesia (ahora cristiana) y el Estado, solo sería posible en el caso de que Colombia tuviera una historia completamente diferente. Pero teniendo una historia tan dolorosa y trágica, en donde la derecha colombiana haciendo uso de su herencia contra reformista católica y fascista, ha justificado la pobreza y desigualdad como algo inherente a ciertos seres humanos dado por un “orden establecido por Dios” concepto que de hecho ellos inventaron, y que llama “resentidos” a aquellos que no están conformes con su situación de pobreza u opresión, y que precisamente ha trabajado incansablemente para que esa desigualdad que los mantiene en el lado privilegiado no cambie. Una derecha que buscó y sigue buscando la eliminación violenta de aquellos considerados enemigos como única vía para la “paz”, que mantuvo la educación como privilegio de pocos y sigue usando la ignorancia y la propaganda como estrategia política. Una derecha que mediante esa unión macabra entre la Iglesia y el Estado también buscó la eliminación de los cristianos evangélicos hasta no hace más de 50 años. Si consideramos que esta ideología política nos define, estamos en seria crisis de identidad.

 

Por otro lado, también lograría entender el rechazo de estos pastores a la izquierda, ya que en experiencia histórica en los regímenes de izquierda la religión fue prohibida y hecha delito. Muchos cristianos fueron torturados, encarcelados y asesinados bajo estos gobiernos por causa de su fe. También ha sido la izquierda la que ha tomado la bandera del lobby LGTBI y la despenalización del aborto, cosas que los cristianos no apoyan. A eso también se añade la baja popularidad del modelo económico socialista, y con las experiencias vistas en países vecinos, no es para menos. No obstante, me gustaría ir un poco más atrás en la historia y cuestionar lo siguiente: ¿Acaso el origen de la izquierda no fue precisamente por la tenacidad con que la derecha o clase dominante, quiso mantener el status quo que tenía a la mayoría de la población empobrecida y que lo justificaba de la mano de la religión como orden natural y dado por Dios? ¿Acaso no fue precisamente el uso de la religión y de la fe como herramienta de dominación, lo que llevó a la izquierda a declararse atea? ¿no fue la izquierda quien retomó la lucha de los LGTBI por ser minoría, de la misma manera que en Colombia tomó la representación de los cristianos evangélicos hace más de 50 años, cuando éramos nosotros los excluidos y rechazados? Peor aún, ¿acaso no fue la izquierda la que re tomo la lucha y la voz de los desposeídos, de los asalariados, de los campesinos, de las víctimas de gobiernos totalitarios, y las minorías, tarea que desde siempre debió haber sido tomada por los cristianos si estos fueran consecuentes con sus creencias? Definitivamente nuestra crisis de identidad es algo serio.

 

Sin embargo, cabe aclarar que como cristianos e individuos es completamente válido que simpaticemos con algún partido o ideología política y que de hecho cambiemos de un lado a otro, dependiendo quien en nuestra opinión y criterio representa mejor lo que creemos es el mejor camino para el país. Es válido que determinemos individualmente apoyar a la derecha o a la izquierda porque precisamente de eso se trata la democracia y el libre pensamiento. Sin embargo, satanizar la izquierda es tan peligroso como santificar o cristianizar la derecha porque elimina valores fundamentales del cristianismo, al tiempo que justifica atrocidades contrarias a este. También representa un riesgo mortal a la democracia ya que genera polarizaciones y justifica el odio, la intolerancia y la violencia hacia aquellos que piensan distinto. Más allá, esta politización de la religión hace que el nombre de Dios sea usado como herramienta, y su mensaje sea comprometido y sometido a intereses políticos. Como mi abuelo decía, la Iglesia politizada es la prostitución del evangelio, y la manera como este pierda su validez en lugar de tomar su lugar transformador y pacificador en la sociedad.

 

Porque precisamente si los cristianos conociéramos mejor nuestra propia esencia y doctrina, si aprendiéramos a leer la Biblia completa y a estudiarla concienzudamente, nos daríamos cuenta que a nuestra principal tarea después de conocer a Dios, es dar a conocer a otros su corazón y su carácter. Y si realmente conocemos a Dios sabríamos que a Él sí le importan y de gran manera los desposeídos, los oprimidos, las viudas, los huérfanos, los desplazados (Deuteronomio 10:17-19, Jeremías 22:16, Zacarías 7:9-10).

 

Entenderíamos que, si bien Dios no condena la riqueza, si condena grandemente su acumulación a costa del empobrecimiento de otros (Proverbios 22:22-23, 23:10-11) y que jamás en su plan original para la humanidad hubo pobreza (Deuteronomio 15:4). Sabríamos que el aliarnos con aquellos que oprimen al necesitado, y hacen leyes injustas para robarles sus derechos va completamente en contra de Dios mismo (Isaías 10:1-2). Comprenderíamos que la moral es fruto de la presencia de Dios en la vida de un individuo, por tanto no tiene lógica pedírsela a aquellos que no lo conocen (Gálatas 5:22-23). Entenderíamos que Dios no nos pide palabras, sino que nos demanda que hagamos justicia (Salmo 82:3-4, Isaías 1:17, Jeremías 21:12, 22:16, Miqueas 6:8) que significa: “romper las cadenas de injusticia, poner en libertad a los oprimidos, compartir nuestro pan con el hambriento, dar refugio a los pobres sin techo, vestir al desnudo, no descuidar a nuestros semejantes” (Isaías 58:1-10), y que nos convirtamos en la voz de quienes no tienen voz (Prov. 31:10). Que amemos a nuestro prójimo como a nosotros mismos (Lucas 10:27), porque son precisamente ese amor y buenas obras las que hablarán más fuerte que nuestras palabras y abrirán la puerta para que muchos (voluntariamente) crean lo que nosotros creemos.

 

Desde la teología cristiana protestante, el verdadero evangelio sucede por una decisión completamente voluntaria que viene de una convicción intima e individual. Como resultado, logra la transformación radical del interior de la persona y esa transformación necesariamente trae consecuencias en lo social y en lo político. Esas consecuencias, contrarias a lo que muestran muchos llamados “cristianos”, son precisamente la perdida de deseo de poder personal (resultado del amor y sometimiento a Dios) y el completo sacrificio y deseo de servir a los demás (amor al prójimo). Por esa misma razón el verdadero evangelio, en contraste con muchos pastores aliados con políticos corruptos, y enriquecidos a costa del diezmo de los más pobres, es contrario al deseo humano de poder y de dinero y cuando se trata de usar su mensaje para conseguir poder político, pierde su esencia y su veracidad y se convierte en una baratija religiosa que puede sonar bien, pero que es completamente vacía.

 

El verdadero cristianismo puesto en práctica, no compromete la base fundamental de la fe a cambio del poder político. Todo lo contrario. Logra transformar la sociedad y con esta el poder mismo sin politizar la fe. Casos como el de Martin Lutero, líder de la Reforma protestante en Alemania del siglo XVI quien, sin querer tocar la parte política de Europa, contribuyo a la caída del Oscurantismo medieval y del poder político de la iglesia Católica solo por hablar con valentía la verdad. Casos como el reconocido predicador Juan Wesley en Inglaterra, quien a través del púlpito y de la predica del verdadero evangelio que como fruto da la paz y reconciliación, logró calmar los ánimos de la Inglaterra de Isabel I, evitando la más sangrienta guerra civil entre protestantes y católicos que se avecinaba. Nelson Mandela, quien, siendo creyente en su intimidad, lideró a Sur África hacia una transformación que dio el inicio a una casi imposible reconciliación entre dos grupos de personas, que su mayor diferencia era el color de piel. Un Martin Luther King que a través de la aplicación de la no violencia enseñada por Jesucristo, logró reivindicar los derechos de los norteamericanos de color y en su momento transformar un país sumido en el racismo y el odio.

 

Todos estos líderes políticos y religiosos transformaron con ideas y principios cristianos la sociedad, sin cristianizarla políticamente. Ninguno de ellos buscaba el poder o enriquecimiento personal, tampoco pidieron la unión de la Iglesia con el Estado, y mucho menos buscaron imponer su fe o la Biblia. Al contrario, la vivieron ellos mismos de manera que a través de su vida muchos vieran como se ve en práctica el verdadero cristianismo. Gran diferencia.

 

Los cristianos en Colombia entonces no solo tenemos que comenzar por una revisión profunda de la imagen de Dios que tenemos, sino que debemos dejar que esa misma imagen nos transforme a su imagen y semejanza. Tenemos que retomar el camino de la gracia que de hecho es el eje fundamental del evangelio, que nos recuerda que no somos mejores ni peores que nadie, que como todos los demás hemos fallado y que sólo a través de lo inmerecido recibimos perdón. Ese reconocimiento humilde nos va a permitir dejar de mirar a los otros con arrogancia y odio y nos va a ayudar a vernos a nosotros mismos en los demás, haciendo posible nuestro camino de amar al prójimo como a nosotros mismos. Cuando eso suceda, entonces tendremos la autoridad moral y credibilidad para ser escuchados, y podremos participar activamente en la construcción de paz estructural que Colombia nunca ha experimentado.

 

 

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