La manipulación mediática bloquea la reflexión pausada, anticipa prejuicios y condenas, desvía la atención e influye la agenda y decisiones públicas.
Noticias, memes y tik-tok, reproducen modelos del habla, palabras, gestos, miradas, tonalidades en escenas cuidadosamente planeadas para llegar a un extenso “nicho” de población a la que se espera atrapar, desinformar, desesperanzar y alinear en contra del gobierno popular.
La ética periodística, de la que se requiere precisión, veracidad, independencia, humanidad, sensibilidad, responsabilidad y pluralismo, muestra sesgos de parcialidad.
Los medios están cumpliendo una misión estratégica y dentro de ellos hay periodistas que parecen replicantes, presentan informes y noticias que constituyen ponencias para reforzar las “tesis” salidas del “pabellón de la ira” por la “oposición”, antireflexiva, irrespetuosa, rencorosa y malintencionada, que poco lee, no argumenta y levanta ante todo anuncio un No resaltado.
Los grandes medios responden ipso facto para reducir los avances del gobierno y dimensionar sus lunares, evadiendo su papel de educadores de públicos informados que enriquezcan el debate crítico y constructivo. Los medios parecen clubes privados e ideologizados.
Orientan sus actividades hacia la consecución de resultados ajenos al triunfo del pensamiento sobre la ignorancia o de la paz sobre la guerra. Repudian los avances de la sociedad hacia su modernización y reconocimiento de derechos y se presentan como adoradores del mercado.
Obedecen a la mecánica de guerra contra un enemigo creado (el gobierno popular) contra quien ejercitan unas tácticas de combate continuo, aferrados al objetivo de provocarle agotamiento, mantenerlo a la defensiva, mermar su voluntad de poder, socavar aún más la confianza en las instituciones sus líderes y presidente e impedirle gobernar.
Los medios de comunicación tradicionales y sus algoritmos de redes sociales afines a la causa de defenestrar al presidente, crean desconfianza ante los cambios necesarios, reformas e innovaciones sociales.
Se empeñan en impedir la formación y fortalecimiento de los movimientos sociales y propenden por alejarlos de su agenda común de dignidad, a la vez que promueven la separación del partido de gobierno de su programa de poder y jalonan hacia el divorcio del gobierno y las masas populares con las que tienen contacto y en cuyo nombre hablan. El objetivo de adelantar acciones de lucha contra el gobierno, en calles, recintos y medios, sigue la línea estratégica trazada por los dueños del capital y del poder político de clanes y casas regionales de poder, que son los mismos propietarios de los medios de mayor audiencia, que con perseverancia tratan de impedirle todo al poder popular.
La agenda de medios diseña día a día de las noticias, que parecen calcadas, reducidas a hechos seleccionados de réplica constante. Los dueños de medios y encuestadoras aparecen relacionados dentro del espectro de no más de 50 familias de las 500 que controlan el poder y la riqueza en Colombia. La revista Semana, Dinero, el Heraldo, el País, son de Gilinski; el Tiempo y City TV de Luis Carlos Sarmiento, dueño de Corficolombiana (relacionada con la corrupción en Odebrecht), grupo bancario aval, telecomunicaciones, inmobiliarias; RCN Radio y T.V, Mundo Fox, Win sports, NTN 24, La República de Ardila Lulle; Caracol Televisión, Blu Radio, cine Colombia, cromos, el espectador, La Kalle de Santo Domingo; Caracol Radio, Amber continental, ADN radio, GLR networks, prisa radio, W Radio, Amber Capital y otras del Grupo Prisa (España-Colombia); Red+, Claro TV, telesites, FCC de Carlos Slim (México-Colombia); sin dueño canal uno (Bahamon, CMI).
Estas conductas de presión para impedir el gobierno popular son complementadas por un reducido número de las 188 encuestadoras registradas en el CNE, de las que solo cuatro son casi siempre las “grandes invitadas” a hablar y hacer análisis de tendencias en los grandes medios. En origen y consecuencias se revelan alianzas y sesgos de empresas “neutrales” que prolongan los ataques al gobierno con mediciones de opinión y participan de la matriz mediática de desgaste y desesperanza. Los nombres relevantes de sus “empresarios” resultan muy cercanos o tuvieron cargos en la seguridad democrática del presidente AUV. Datos y conceptos (Cesar Caballero, exdirector de la DIAN), Datexco, fundada por un asesor y un exministro de AUV (Miguel Ceballos, Roberto Arango); Invamer (J. Londoño, exgerente de EPM); Guarumo (exregistrador A. Sánchez). Usualmente las encuestadoras son contratadas por medios de comunicación distintos, pero del mismo dueño y alianza.
Estos “grandes” medios y encuestadoras, invalidan la voz de otros actores sociales y políticos, intelectuales, artistas, trabajadores, jóvenes, excluidos, e imponen análisis socioeconómicos sobre los socioculturales en detrimento del pensamiento crítico y de la oportunidad de avanzar en la formación de la sociedad los derechos y la razón, antes que mantenerla hundida en la tecnocracia, la fuerza bruta y los sistemas de corrupción enquistados en instituciones, partidos, linajes y peligrosas bandas.
La eficacia de la estrategia de medios, está en concentrar esfuerzos en torno al fin establecido de derrotar al gobierno, inmovilizarlo, liquidarlo y obtener la “gran victoria” promovida por la doctrina de élites, de que el poder solo puede ser de ellos y para ellos. Salvadas las excepciones, que las hay, los grandes medios tienden a cumplir la misión de alentar prejuicios y antipatías, emitir verdades a medias, afirmaciones morbosas, noticias falsas o de poca verificación y lecciones de moral que provoquen desinformación, confusión, ira y rabia, como técnica para atacar por todos los flancos a un mismo tiempo, hasta romperle al gobierno sus alianzas o dejarlas inoperantes. La matriz mediática, construye la noticia, la dimensiona o reduce, diseña una realidad, que necesita ser refutada por la intervención pública de la inteligencia del país, sus académicos, científicos, universitarios, trabajadores, personalidades democráticas, comunidades y movimientos sociales al mismo tiempo.
P.D. Es momento para que las universidades, centros de investigación, intelectuales, movimientos sociales traten públicamente por todos los demás medios independientes y alternativos sobre las amenazas que plantea la desinformación y la política basada en verdades a medias y noticias falsas que desafían la integridad democrática. Hay que volver a llamar a la promoción de la alfabetización mediática, la verificación de hechos y la ética en la comunicación como medidas para contrarrestar sus sesgos e impedir el paso firme de la “oposición” y los defenestradores arropados en la matriz mediática. Abogar por políticas y regulaciones que promuevan la integridad de los medios de comunicación y eliminen la desinformación de manera efectiva es tarea prioritaria.