Vi la entrevista que Juan Manuel Ospina le hizo a Simón Borrero, director ejecutivo de Rappi, y que se publicó en este portal. Nada que objetarle al negocio como negocio, pues, como dice el dicho, nadie hace pan para vender pan, además muchos sueñan con “pegarle” a un negocio exitoso como este. La controversia sí tiene cabida en las posturas o afirmaciones que este director ejecutivo lanza en el entramado de la entrevista y que hay que resaltar para poderlas debatir.
La primera de ellas es que se niega a aceptar que sí son una empresa de intermediación laboral, no importa el medio que utilice, en este caso se hace mediante una aplicación, pues sí es evidente que sirven como intermediario para que un consumidor reciba del productor un bien o servicio por parte de una persona que está disponible a llevar ese bien y servicio al consumidor; es decir, el “rappitendero” está disponible para trabajar cuando se solicite su fuerza laboral. El señor Simón Borrero esquiva aceptar que sí son intermediarios laborales al decir que “Rappi son unas páginas amarillas que son hipereficientes, gracias a tecnología”. No, señor, si sencillamente fuera unas “páginas amarillas”, Rappi sería entonces un directorio telefónico en el cual usted llama a tal o cual empresa o negocio para que le envie tal o cual producto… ¡directamente la empresa o el negocio! Pero no, el consumidor se comunica con la empresa o negocio mediante Rappi y este, Rappi, hace que se mueva una fuerza laboral que tiene conectada (“rappitenderos”) y que se encarga de entregar el pedido solicitado. Sin “rappitenderos” sencillamente Rappi no existiría, ni las empresas o negocios tendrían más volumen de ventas.
La segunda de ellas es que afirma que “lo único que realmente nos va a ayudar a solucionar los problemas, que es crecer económicamente (…)”. Y bueno, sí, eso lo dicen todos los economistas y empresarios, esa es la gran preocupación, y es válida, pues tal como nos han “diseñado” nuestras vidas sin dinero no hay nada, ni siquiera vida digna. Todo gira en torno al dinero, hasta la misma fe. Pero no, no creo, creo que lo único, pues atendiendo a la afirmación del señor Simón Borrero de que haya “un solo elemento de crecimiento”, lo único que nos va a ayudar a solucionar muchos problemas es que crezcamos como personas y ciudadanos éticos, morales. ¡Es que estamos en Colombia! Uno de los países más corruptos del mundo. Ustedes se imaginan si aquí no se robaran la plata pública; que aquí las instituciones públicas no se las repartieran entre esa politiquería y corrupción, para que les funcione perfectamente a esa cultura mafiosa y no les funcione a todos los ciudadanos; que acá haya empleo digno y de calidad, con salarios justos, sin “intermediación”, en donde la “clase dirigente” deje de vivir como rey y el pueblo no viva como mendigo; que acá se pagarán impuestos justos, pero que se paguen, no se evadan de varias maneras, incluso escondiendo fortunas en paraísos fiscales; que acá se les devuelva la tierra robada a sus dueños originales, que se disminuya esa concentración de la tierra y que haya tierra para que un mundo de gente la pueda trabajar; que acá haya seguridad alimentaria, con desarrollo de energías alternativas… Eso, lo ético, lo moral, nos daría, por contera, crecimiento económico sostenible y sustentable. Porque Colombia sí ha tenido crecimientos de más del 4%, de más del 6%... pero la corrupción y la concentración de la riqueza, en todas sus formas posibles, se ha tragado, y se seguirá tragando, cualquier crecimiento económico. No es “crezcamos (económicamente) para generar equidad”. Es seamos éticos, morales (no nos robemos la plata pública y privada), para generar ese crecimiento con equidad
La tercera es que “deberíamos salir en televisión y decirle a todos los papá de niños de 16 años, que se van a graduar en contabilidad, que el país no necesita más contadores, ni abogados (…)”. Para algunos, como el señor Simón Borrero, el país necesita son programadores, pues según ellos lo que quiere el mundo son ¡programadores! ¡Plop! Pues si, se va uno de para atrás con esta “sentencia” de Simón Borrero, de “ser o no ser”. Mejor dicho, como en la película Matrix, el señor Borrero nos extiende las dos manos para que escojamos “el destino” de nuestros hijos: la pastilla para “ser programadores y vivir” o la pastilla para “no serlo y morir”. Qué pena con el señor Borrero, que quiere “un mundo de programadores”, incubados, alimentados, desarrollados para ser “eso” y nada más, “su destino”. No, tengo tres hijas, y esos cantos de sirena del señor Borrero no me seducen, ni me ilusionan, me aterra tener que decirles a mis hijas que, sí o sí, tienen que ser programadoras, que se tienen que enchufar a esa matrix o “no serán”. Les propongo mejor a los padres que no escuchen ese determinismo estúpido del señor Borrero, que dejen ser a sus hijos lo que buenamente les nazca, lo que los apasione de buena manera; que todos los días, se levanten con las ganas y la felicidad de ser lo que quieren ser der verdad. Por eso hay que exigir es que este país sea un mundo de oportunidades para desarrollar los sueños y la felicidad de nuestros hijos. Que quieren ser futbolistas, ciclistas, nadadores, luchadores, ajedrecistas… ¡que lo sean!; que quieren ser bomberos, panaderos, estilistas, modistas… ¡que lo sean!; que quieren ser ingenieros, abogados, empresarios, arquitectos, médicos…¡que lo sean!; que quieren ser matemáticos, lingüistas, biólogos, filósofos… ¡Qué lo sean!; que quieren ser pintores, escritores, dibujantes, actores, humoristas… ¡que lo sean! Dejen ser a sus hijos lo que ellos desean, que vayan y persigan sus sueños, y que no sean el sueño de los demás.
Miren el ejemplo: Luís Alberto Sánchez es un concursante del programa Yo me llam y participa imitando al gran cantante Roberto Carlos. Este muchacho trabajó en Rappi, pero nunca abandonó el sueño de niño, ganarse la vida y ser feliz con la música. Sí, trabajó como rappitendero por necesidad, pero sueño no era eso o ser “programador”…su sueño era y es la música…su felicidad. Y lo está logrando.
No dejen que sus hijos sean el sueño de otros. El sueño del señor Borrero es que sus hijos sean lo que él diga, ¡programadores!, y que se enchufen a la matrix de las aplicaciones como Rappi. No. Dejen que sus hijos persigan sus propios sueños, que persigan su propia felicidad.