La plaza de la Mariposa: la zona más depravada de Bogotá

La plaza de la Mariposa: la zona más depravada de Bogotá

La plaza de San Victorino, una de las puertas del centro de Bogotá, esta convertida en un lugar oscuro donde el hampa y la prostitución infantil dominan el paisaje

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noviembre 02, 2022
La plaza de la Mariposa: la zona más depravada de Bogotá

Caminar por el centro de Bogotá es y ha sido desde siempre encontrar la verdadera cara de la ciudad. Es allí donde en unas pocas cuadras confluyen los más altos poderes políticos y la peligrosa sordidez de la ciudad, la cual, aunque los políticos de turno han intentado ocultarla con obras y recuperaciones que no han funcionado, ahí está mostrando sus depravaciones más extremas.

 | Vea también: Así viven los pobres más pobres de Bogotá

Nunca se ha podido andar con tranquilidad en San Victorino y sus alrededores sin que peligre hasta la integridad del transeúnte. Sin importar la hora los ladrones, comandados por los mismos capos de la delincuencia, cabezas invisibles, siempre están prestos a atacar. Sola basta una señal para que, en manada, como aves de rapiña, frente a la vista de todos quienes no ven nada, despojan al cristiano de lo poco o mucho que lleva encima. Así es el centro. Así es la plaza de la Mariposa, como le dicen a la plaza de San Victorino, que es una de las zonas más peligrosas de Bogotá.

En la Mariposa, la gran plazoleta que en 1999 fue recuperada en la primera alcaldía de Enrique Peñalosa con un costo de 30 mil millones de pesos, se puede encontrar todo lo ilegal y sórdido. Los varios jíbaros que nunca dejan de merodear y controlar el lugar se encargan de atender las necesidades de sus clientes que van desde habitantes de calle hasta hombres que esconden sus vicios detrás de corbatas y buenas ropas.

En la plaza de la Mariposa, a la luz del día, se negocian los diplomas y documentos falsos y el cargamento de ropa chiviada. También es allí donde después de cometer el hurto los bandidos se reparten el botín. La Mariposa es también un lugar que, tanto de día como de noche, es testigo de la prostitución infantil. Los proxenetas se camuflan, al igual que los jíbaros, entre los vendedores ambulantes que también son vigilantes peligrosos ante la llegada de algún extraño o de la policía, que poco o nada puede hacer para contenerlos.

Ni siquiera la escultura metálica pintada de azul, la “La gran mariposa”, del maestro Edgar Negret, que quiere engalanar la plaza de San Victorino, se ha salvado de ser un baño público de habitantes de calle y vendedores ambulantes, como lo ha sido desde su recuperación la hoy deteriorada plaza de San Victorino, que es hoy en día un lugar donde confluyen, se mezclan y se confunden todos los delitos de aquella Bogotá peligrosamente oscura.

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