Un 11 de octubre de 2011, más de 100 mil estudiantes se volcaron a las calles para defender la educación pública. Después de un mes de marchas, tumbaron el proyecto de ley que el entonces presidente Juan Manuel Santos había propuesto para reformar la ley 30. Hoy, siete años después, los estudiantes volvieron a las calles.
El cielo se cerró con una nube que amenazaba boicotear la marcha, pero en la Universidad Nacional jóvenes, profesores y uno que otro curioso no estaban dispuestos a abandonar el río de gente que se extendió por toda la carrera 30 hasta la calle 19. Casi 20.000 estudiantes soltaron los lápices y salieron a las calles de Bogotá.
Pancartas, botas marchantes y megáfonos electrizantes animaban el ambiente. Desde una construcción sobre la 30, varios obreros sacaron sus banderas para ondearlas, dándoles la bendición y sintiendo suya la marcha en defensa de la educación, que tiene un déficit de por lo menos $15 billones, según las cuentas que han hecho rectores y representantes estudiantiles como Angie Delgado, quien con 20 años se puso al frente de la Facultad de Humanidades de la Nacional para exigirle al gobierno Duque que le ponga el hombro a la educación pública.
Con rabia y cansancio por tener que repetir los mismos gritos y obligados a arengar las mismas exigencias que se repiten año tras año, los jóvenes fueron llegando a la plaza de Bolívar. La Universidad Distrital y la de Cundinamarca recogieron en la Plaza de la Mariposa a los aprendices del Sena, quienes han visto durante estos años cómo la plata se ha esfumado. Según Óscar Acuña, representante estudiantil de la entidad, el gobierno solo destina $400.000 por estudiante al año. Y el panorama para las universidades tampoco es el mejor. En 1992 se destinaban $ 10,8 millones al año por estudiante, hoy solo son un poco más de $ 4 millones.
Como si siempre hubiese esperado este momento, la Plaza de Bolívar recibió con el cielo abierto a los estudiantes que soportaron en la mañana la lluvia que no logró dispersarlos. "Para el pueblo lo que es del pueblo, porque el pueblo se lo ganó […] Estudiar era un pecado, clandestino era saber, porque cuando el pueblo sabe no lo engaña un brigadier". La legendaria y recordada canción de Piero retumbó frente al Congreso, mientras las banderas de la CUT, FECODE y la Organización Nacional Indígena de Colombia se apoderaban de la tarima dispuesta junto a la estatua de Simón Bolívar. Sin embargo, las antiguas y sordas arengas tuvieron que subirse al bus de la nueva música. Al ritmo del reguetón, la gente de la Universidad Distrital presentó su nuevo grito de resistencia.
Las exigencias a los congresistas eran claras y los jóvenes querían recordarles que ellos también son responsables y provocadores de la rabia desatada. María José Pizarro, Ángela María Robledo, David Racero y Feliciano Valencia entraron a la plaza para acompañar la manifestación. "Tenemos la responsabilidad de apoyar la marcha estudiantil acá en la calle y allá adentro en el Congreso defendiendo el presupuesto para la educación" repetían una y otra vez a cada persona que les pedía fotos.
El río de gente se hizo interminable. En la Casa del Florero se represaron cientos y cientos de personas intentando buscar un lugar para hacer parte de un espectáculo que se repetirá hasta que la educación pública deje de vivir asfixiada y haciendo maromas para sobrevivir.
El reto es grande. Feliciano Valencia anunció un acuerdo entre la organización indígena y los estudiantes para tener más fuerza y presionar para tener resultados. Pero como los mismos jóvenes reconocen, de nada sirve el trabajo y las marchas si no hay un relevo generacional. Los estudiantes cargan con un cansancio histórico después de más de 50 años en las calles, y siempre serán vulnerables al olvido de sus dirigentes cuando por fin obtienen el cartón que los lanza a un mundo laboral que no tiene piedad.
Una vez más, los estudiantes entran en paro nacional, y mientras el presidente Duque asegura que la educación nunca había tenido un presupuesto tan alto, las organizaciones ya se preparan para tomarse la plaza desde el próximo 16 de octubre, cuando instalen un campamento que no levantarán hasta cumplir con su objetivo.