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El presidente Gustavo Petro convocó una marcha nacional con el objetivo de expresar apoyo a la reforma pensional que actualmente se debate en la Corte Constitucional, así como para abordar otros temas nacionales como “los topes de su campaña”, que están siendo investigados por el Consejo Nacional Electoral, y el Día de las Víctimas.
La manifestación tenía como punto de encuentro la Plaza de Bolívar en Bogotá, donde se evidenció un intento de movilizar a la ciudadanía, pero las denuncias sobre la logística son preocupantes. Según informes, muchas personas fueron engañadas para asistir al evento, que contaba con sillas y carpas para simular un lleno que, según Caracol, no se dio. Se instalaron cinco carpas para la logística y una gran carpa blanca entre el Congreso y la Arquidiócesis de Bogotá, junto con más de 40 carpas medianas y pequeñas con mercados campesinos.
Además, hay acusaciones de que decenas de buses salieron con personal de Colpensiones para intentar llenar la Plaza de Bolívar, lo que implicó un gasto de 1,000 millones de pesos en la contratación de estos vehículos. Lo más curioso es que se montó una tarima más grande que en otras convocatorias, lo que sugiere un esfuerzo deliberado por ocultar el vacío de apoyo real.
Este tipo de situaciones pone en evidencia la brecha entre la intención del gobierno y la realidad de la aceptación popular. Las marchas deberían ser una expresión genuina del sentir ciudadano, no una simulación. La legitimidad de una administración se construye sobre el respaldo real de la población, y estas tácticas pueden generar más desconfianza y división en lugar de unidad y apoyo.
Es fundamental que el gobierno busque verdaderamente el diálogo con la ciudadanía, en lugar de tratar de llenar plazas a través de estrategias cuestionables. La política debe ser una plataforma para el intercambio auténtico de ideas, no un espectáculo diseñado para crear una ilusión de respaldo.