“La condición humana” viene siendo el principio de la pintura de René Magritte. Encontrar la contradicción en imágenes de la realidad y entender que, en esa diferencia, el mundo cotidiano nos devuelve otra manera de observar y entender el mundo que el hombre ha creado con una coraza con la intención de obviar la ambivalencia. Reconsiderar la verdad y encontrar que no existe la transparencia de lo predecible.
En estos momentos el Museo Thyssen Bornemisza en Madrid y hasta el 30 de enero nos muestra 91 piezas de ese mundo extraño que nos hace siempre repensar las condiciones de una realidad amalgamada por las mentiras de unas sociedades acostumbradas al engaño como el sistema de la convivencia social.
René Magritte fue un belga que nació en 1898 y murió en su propia cama de un cáncer en 1967. Tuvo una infancia infeliz y una adultez egocéntrica. Estudió en la Escuela de Bellas Artes en Bruselas y por muchos años trabajó como publicista. Lo que convirtió su trabajo en un mundo popular donde en lo comercial, se encontraba la justificación de lo absurdo como fue el ojo con el logo del canal norteamericano CBS. Un ojo abierto delante de un cielo con nubes correspondía a toda una situación normal de todos los días. Una mirada abierta y universal.
Con el tiempo, ya en 1928 la “condición humana” ya tuvo que pensar en la reconciliación de los opuestos que plantea la pintura de Magritte donde se cuestiona la experiencia de la percepción de la realidad en términos de pintura – no como ilustrador- sino como un gran surrealista que encontró otra manera de ver.
La seducción de lo real nos da la certeza de reconocer, pero sus imágenes también nos muestran la duda, la incertidumbre acerca de la naturaleza. Otra vez la existencia de la “condición humana” como principio de que la equivocación es siempre otra verdad.
Gran acierto que atrapa al que observa mientras piensa.
Magritte no buscó el impulso de lecturas más abstractas como las de Jean Miró o Salvador Dalí donde el propósito era revelar el gran misterio de la mente con conciencia oculta o inconsciencia olvidada que plantea el psicoanálisis de Freud. Magritte quiso destilar imágenes donde lo cotidiano tuviera armonía, balance y unión. Una reconciliación del espacio profundo del mundo real con lo irreal que Magritte presenta en la superficie plana del primer plano en su pintura.