Todo comenzó en febrero del 2016 cuando el empresario de origen turco Pasa Unal le propuso a su esposa colombiana Camila Pérez que trajeran un pedazo de Turquía a Colombia. Se habían radicado en Bogotá seis meses atrás, luego de conocerse en la espesura del Amazonas y haber vencido una relación a distancia de ocho meses. Pasa le había sugerido a Camila que se fueran a vivir a Turquía, a Ankara, con la promesa de que dos años después se asentarían en Bogotá para montar su propio negocio. Y la promesa se cumplió.
La idea era sencilla pero ambiciosa: montarían, al mejor estilo del Gran Bazar de Estambul, una tienda que no solo impulsara el comercio de artesanías turcas en Bogotá -- justo en la época que llegaría el primer avión de Turkish Airlines al aeropuerto El Dorado-- sino que a través de estas se hablara de las costumbres e historia de un país desconocido en Colombia. Querían demostrar que Turquía es más allá de Arda Turan o Las mil y una noches; que su capital no es Estambul sino Ankara; que el té para los turcos es como el café para los colombianos, y que el país donde habían vivido durante dos años no es de origen árabe ni está cerca de la India, como muchas veces sus oídos pacientes han tenido que escuchar.
Pasa y Camila sabían que las relaciones comerciales entre Colombia y Turquía habían salido a flote en 2011 cuando, en un primer acuerdo, los dos países prometieron una exención de visas. Tenían claro, además, que con la llegada de la aerolínea turca a Bogotá, el turismo entre los dos países crecería como un tumor maligno. Por ello, como un par de comerciantes paisas radicados en Bogotá, comenzaron a hacer pedidos a grande escala: maletas, bolsos, carteras y medias provenientes de Capadocia, en el centro de Turquía; toallas de algodón oriundas de Pamukkale, al suroccidente del país, y cerámicas originales de Bursa, ciudad a 155 kilómetros de Estambul, entre otros. Sabían que eran productos jugosos para los ojos de los colombianos.
La bisutería turca es, a su vez, un atractivo para clientes como los colombianos. Foto: Hecho en Turquía vía Facebook
Luego montarían una página web para ofrecer por toda Colombia aquellas artesanías bautizadas con nombres de lugares y ciudades de Turquía. Al mismo tiempo, participaban en cuanta feria comercial apareciera en Bogotá y hacían concursos a través de Facebook e Instagram, hasta que un día, cuando vieron cientos de cajas apeñuscadas en las paredes de su apartamento, sintieron que debían evolucionar. Sus clientes lo habían exigido de manera indirecta: era hora de abrir un local sobre la Calle 140 #7C – 10, que los transportara a ese rinconcito de Turquía en Bogotá.
En Hecho en Turquía te reciben de lunes a viernes, entre las 9 de la mañana y las 7 de la noche – sábados de 10 a 6-- con un té de bienvenida mientras escuchas las flautas o las cuerdas que acompañan a la música sufi. Si volteas tu mirada hacia la izquierda, te encontrarás con repisas plagadas de maletas, bolsitos, carteras, libretas, ponchos, chales, blusas, pashminas, pañoletas, todas fabricadas, que resaltan el tulipán turco y las figuras sumerias e hititas.
El negocio de Pasa y Camila no solo vende productos de Turquía en Colombia; es un puente entre estos dos países Foto: Hecho en Turquía vía Facebook
También verás las cerámicas hechas a mano reposando sobre los estantes, o los ojos turcos que protegen de las malas energías y del mal de ojos. Si miras hacia arriba, te toparás con las lámparas colgantes turcas, esas de bombones de vidrio en mosaico que tanto atraen a los turistas cuando viajan a Turquía. Y si giras a la derecha, verás las toallas de Pamukkale, los manteles, caminos de mesa, portavasos, tapetes, individuales, collares, pulseras, anillos, medias: todo ese pedazo de Turquía que alguna vez Pasa le prometió a Camila que trasladarían a Bogotá.
